llega a mis células que son mis astros y
va a las tuyas que son mi
luz.»
―Frida Khalo―
En el enclave donde está
situada mi morada en Canadá el cartero sólo pasa una vez a la semana y lo hace
con un trineo arrastrado por perros. Ese día es el lunes. Hoy es lunes. Y al
regresar de mi paseo matutino e invernal me he dirijo al buzón para ver qué
sorpresa me encontraba dentro. Siempre tengo mucha correspondencia lo cual me
satisface y me agrada pero hoy además me ha hecho muchísima ilusión porque
entre todas las cartas tenía un sobre de color marrón de un cartón duro. Al ver
quién me lo remitía he empezado a dar saltos de alegría. Porque el remitente es
mi ilusión hecha persona, es la ilusión hecha hombre. Era de mi Far. Far
es la persona más genuina e ingeniosa que he conocido, es quien me ha enseñado
casi todo lo que sé de la vida, es quien me ha descubierto que hay muchas
clases de amor verdadero, él es en quien pienso primero cuando deseo que
alguien se sienta orgulloso de mí, es a quien siempre recurro para contárselo
todo: penas y alegrías, es quien siempre tiene un buen consejo para mí. Far, es
magnánimo conmigo, es el ser que ahora me lo consiente todo, pero también es
quien en su día me educó y fue la persona más exigente conmigo para que yo me
convirtiese en la clase de mujer que soy hoy. Por tanto y por todo, él es a quien
le debo mi forma de ser y de estar en el mundo. Siempre he sido consciente de
que de no haberlo conocido yo sería otro tipo de persona y sé que no tendría
tanta altura de miras, ni hubiese aprendido a encarar la vida desde la
tolerancia, la sinceridad y la nobleza como él lo hace y con ganas, siempre con
ganas. Desde el día en que me cogió de la mano por primera vez siendo yo casi
una niña sé que jamás me la va a soltar. Lo supe entonces, y lo sé ahora. Mi Far jamás me va a soltar. Ni va a
permitir jamás que yo me suelte de su mano. Me consta que siempre resulta ser
quien más se preocupa por mí, como si en mi vida le fuese la suya, por eso cada vez que ha sido menester me ha protegido y si por él fuese a veces me tendría
dentro de urna de cristal para que nada malo me pudiera pasar. También es de
todas las personas del mundo, puesto que me ha visto crecer quien mejor me conoce y
para mí es un imposible, aunque tampoco lo intento, esconderle nada, ni
engañarle, ya que es avispado y con solo mirarme, oírme o leerme sabe cómo me
encuentro. Nunca he tenido secretos con él. Siempre ha sido quien con la luz de
sus ojos me ha guiado por los caminos de la vida, por las sendas del mundo,
dejándome hacer pero permaneciendo ojo avizor para estar al quite y
reconfortarme a todas horas con sus sabias, dulces e inteligentes palabras.
Lo que más adoro de él es su inmensa ternura, su gran corazón, su vitalidad y
su entusiasmo. Lo que más amo de él su ilusión. A ratos he llegado a pensar que
fue mi abuelo Miguel quien le encomendó la tarea de cuidar de mí puesto que
encajamos perfectamente como si fuésemos dos mitades de un mismo todo. Far, es suave y bonito, grande y fuerte,
bello y noble; y, abrazarme a él hay días que es mi único deseo ya que siempre ha
sido la piedra angular y también la de toque en la que mi vida se ha sustentado
desde que era una niña. En las Navidades pasadas me preguntó qué era lo que
deseaba que Santa Claus me trajese de su parte y yo le contesté que cualquier
cosa que él pensase para mí sería algo maravilloso; y me dijo: «Voy a escribirte cada día
de Navidad una postal con una imagen que te recuerde a mí y una frase en el
reverso de mi puño y letra. Cuando terminen las vacaciones de Navidad tendré un
fajo y las meteré en un sobre de cartón marrón y te las enviaré todas juntas a
Canadá para que así no olvides nunca lo bonita que resulta ser siempre la
Navidad y la vida desde que estamos el uno en la vida del otro. Y sé, María,
que esperarás tu regalo como una niña en su cumpleaños y que al abrirlo saltarás de alegría.» Me
emocioné al ver cuánto amor había en el hecho de querer elaborar un regalo a
mano y buscado con esmero, y al constatar, por enésima vez cuánto me conoce.
Como he dicho antes lo que más amo de él es su ilusión. Amo la ilusión que
invierte en vivir, la ilusión con la que viste a la vida, la ilusión con la que
acomete cada cosa que hace. Su ilusión siempre ha sido inspiradora para mí.
Verle lleno de ilusión me da la vida, por ello, si en algún momento la tristeza
le invade soy capaz de remover cielo y tierra con tal de que sonría porque el
bienestar de quien no me ha soltado nunca de la mano y sé no me va a soltar
jamás es capital para mí. Sí él está bien, yo estoy bien. Y, ahora, hoy, en
este lunes el trineo del cartero me ha traído su regalo de Navidad. Sus
hermosas postales de invierno, llenas de luz como él, han sido el más bonito de
los regalos; y el tenerlas en mis manos, el poder contemplarlas una y otra vez,
el reír y emocionarme con cada imagen, el leer lo que de su puño y letra me
escribió cada día en el reverso de cada una, me ha hecho que sienta la clase de
dicha, de ilusión, de alegría y de plenitud que sólo él puede hacerme sentir.
Así que ando todo el día de hoy desde que he abierto el buzón sintiéndome la
mujer más feliz de todo Canadá. Ni más ni menos. Triunfante con ese: «Ganitas mil de volver a verte», que ha
adjuntado en una nota y que es mejor que cualquier abrazo. Hoy, gracias a él,
gracias a mi Far, como en tantísimas
ocasiones ya tengo mi momento especial del día para anotar en la agenda. En su
ilusión está mi vida.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz