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lunes, 31 de julio de 2017

Naturaleza sin pausa



La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el último día del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

miércoles, 26 de julio de 2017

EQUILIBRIO SIN RED


Cuán de maravilloso tiene ese momento, ese instante mágico, si me lo permitís, lectores míos, denominarlo de ese modo, en que estás leyendo una novela y compruebas cómo el ritmo, el tono y el estilo de la narración encajan sin ninguna fisura y con total armonía y plenitud con tu forma literaria de ser. Ese instante es de una belleza sin igual. De ahí, lo mágico. Ya que notas que estás ocupando un espacio perfecto, sin aristas. Redondo y sublime. Sientes al leer que si no estás instalado en la misma perfección, estás muy cerca de ella.
Solamente los libros, tan distintos los unos de los otros, como las personas, son capaces de transportarnos a ese lugar donde la hora y el mundo resultan ser perfectos. Donde todo es digno de ti y tú eres digno de todo. Sólo algo tan inabarcable y tan difícil de definir como es la literatura es capaz de trasladarnos y colocarnos en una estancia donde todo está en comunión. Únicamente las palabras escritas en negro sobre blanco con total intencionalidad por una mente hábil y experimentada hasta formar una historia son capaces de mantenernos suspendidos en la nada y en equilibrio en una belleza sin red. Estoy más que segura, lectores míos, que habéis experimentando ese regocijo de estar suspendidos en equilibrio y sin red en la belleza de entre una página y otra, cuando piensas: «¡Qué no se acabe, por favor, que no se acabe!» Deseando con todas tus fuerzas quedarte a vivir en ese instante mágico, dentro de un libro. Lo deseas con la fuerza del niño que fuiste, aquel que se sentía capaz de tocar las estrellas y la luna con sólo proponérselo. Aunque lo verdaderamente fastidioso no es saber en mitad del regocijo que la fugacidad del instante mágico que estamos experimentando es algo real y que ese querer hacer perdurable el equilibrio sin red conseguido es un imposible; no, hay algo peor que la fugacidad y es la interrupción. Ahí estamos en pleno equilibrio cuando aparece el estorbo. Y plof, nos caemos y nos damos de frente con la cruda realidad, ¿a qué sí? No obstante, es tanto el poder de la literatura que la caída no nos produce ni un chichón. ¿Y por qué? Porque somos conscientes de que cuando abramos de nuevo el libro y retomemos la historia en el punto en que la hemos dejado, por una especie de sortilegio hallaremos de nuevo la belleza del equilibrio sin red.
Y de ese modo, a ratos y a horas, sin darnos ni siquiera cuenta, nos vamos convirtiendo en nuestra vida lectora en cazadores de instantes mágicos. Por eso, seguro que muchos de vosotros los buscáis cuando todos duermen. Sí, lectores míos, lo hacéis y lo hacéis con nocturnidad y alevosía, para estar libres de todo estorbo y de toda interrupción. Y, una vez allí, en esa parcela de tiempo detenido miráis a vuestro alrededor y con una sonrisa traviesa os sentís bienaventurados. Pues qué bonito es sentirse funámbulo, saberse sin red y en total equilibrio. No digáis que no. Ya que lo es.


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz  

lunes, 24 de julio de 2017

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el segundo lunes del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

miércoles, 19 de julio de 2017

ALTURA DE MIRAS




Tener altura de miras básicamente es comprender. Así de simple y así de complejo. Comprender a los demás con el fin de obtener el bienestar de la comunidad en la que estás o de la que formas parte, es decir, tu pequeño mundo o en mi caso también por allí donde transito aunque sólo esté de paso. Según mi estimada amiga Osbelia tener altura de miras es poseer la mayor de las virtudes, la más elevada, pues te permite volar libre. Ya que según ella las ataduras mentales son lo peor, denominando ataduras mentales: a la estrechez de miras, a las limitaciones y cortapisas que uno mismo puede llegar a autoimponerse y que le impiden ver la existencia de cada ser como lo que es: un hecho no juzgable que transcurre entre el nacimiento y la muerte. Vivir, lectores míos, lleva implícito tanto el derecho a no ser juzgado como la obligación de no juzgar. Cuántos juicios de valor se modificarían radicalmente de uno ponerse en los zapatos de los otros. Pero de sobra sabemos, pues todos nos hemos topado con ellos en nuestro caminar, que hay hombres y mujeres que no sólo juzgan, sino que dictan sentencia y condenan. Aplicando un vara de medir que dista mucho de ser la que se aplican a ellos mismos. Os puedo decir, con la misma franqueza de siempre, que jamás me he visto con la capacidad ni el derecho de juzgar a nadie. Y aun siendo rematadamente curiosa, nunca he sentido ni un ápice de curiosidad por saber qué se siente al ser jurado popular. Es más, qué Dios me libre de semejante tesitura. En mi naturaleza no está ni el juzgar a los demás ni siquiera el entrometerme en las vidas ajenas. Me entusiasma observar el comportamiento de las almas para retratarlo después en mi trabajo y lo observo con el ánimo y la intención de comprenderlo. Pero hay una diferencia notable entre entrometerse o juzgar y observar para comprender. Tal como pasa la vida y voy acumulando años y vivencias, del mismo modo como mi capacidad de comprensión aumenta y mi tolerancia también, juzgar se me torna un imposible. Y, en cierta medida si soy así, es gracias a mi oficio. El oficio de escribir me ha hecho ser todavía más comprensiva, tolerante y universal. Porque es una realidad que las gentes sufren y lloran, se alegran y ríen por las mismas cosas en todas partes del globo terráqueo. Por tanto cuando os digo que jamás juzgo a nadie: Creedme. Así es. Os doy mi palabra. No estaría orgullosa de mí, si cayese en el error de juzgar. Y, os prometo también, que no juzgar no es algo que deba imponérmelo como un trabajo forzado, no juzgar me sale de manera natural, sin esfuerzo. Supongo que cuando Osbelia me dijo que poseía altura de miras, se refería a eso exactamente, a mi incapacidad para juzgar a los demás. Y, si me preguntaseis sí creo que tengo altura de miras. Os contestaría que sí, porque si valoro, y valorar no es juzgar, el comportamiento o la actitud de alguien, no la valoro según los criterios que rigen mi vida, lo valoro teniendo en cuenta que cada uno tiene sus directrices, por tanto todo cabe, a no ser que sean comportamientos deleznables, es decir, que agredan a otro ser vivo colocándolo en situaciones peligrosas, causándole el mal o daños irreparables. De no ser así, en la vida todo cabe y todo es válido. Pues cada uno va por el mundo según su música. Y si hay una que debe resaltar y prevalecer sobre el resto es la de la libertad, la de tener derecho a vivir como a uno le venga en gana. Tener altura de miras es comprender eso y llevarlo a término, quiero decir que si hay que mediar entre posturas opuestas para encontrar un punto de acuerdo o en común para que la paz reine en la vida de los que te rodean, se hace. Si hay que defender hechos que para mí pertenecen y están dentro de la libertad de cada uno, se hace. Pues, como diría Osbelia no hay nada peor que las ataduras, limitaciones, cortapisas mentales, no te dejen empatizar con otro ser y ver que delante de ti hay alguien que siente y vibra igual que tú. No ver en verdad que quien tenemos delante es otro ser humano, es de ser cafres o unos redomados idiotas, es caer en el error de considerarnos mejores que los otros, y lo que es peor, incluso, más libres para juzgar sin ser juzgados.


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz 

lunes, 17 de julio de 2017

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el tercer lunes del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

miércoles, 12 de julio de 2017

VIVENCIAS


Tengo la mano sobre el lomo de mi perra, la acaricio y mi ser se acompasa con su profunda y tranquila respiración, por fin se ha dormido. Pienso que este momento es nuestro. De las dos. Y es un momento único. Tengo la sensación de que en este instante muy bien podríamos ser las dos únicas habitantes del planeta, porque lo que en verdad importa es este piel con piel. El sentimiento que yo le transmito a ella, las sensaciones que ella me trasmite a mí y la impresión de que las dos estamos unidas por el lazo del aquí y el ahora, de la realidad tangible que compartimos. Esa clase de vivencias son las que me hacen ser una mujer afortunada. Y si eso es así, si soy afortunada es porque tengo la capacidad de sentir, de apreciar, de observar, de comprender, de vivir las cosas tal como son, en primera persona, desde primera línea, sin filtros, piel con piel. Por suerte tengo desde siempre la tendencia de convertir cada día de mi vida y cada cosa que me sucede en una vivencia de cuya experiencia extraer toda clase de lecciones que me hagan crecer y ser consciente de que jamás voy a posicionarme al margen de la vida. Y las vivencias o lo que es lo mismo la suma de los sentimientos, sensaciones, e impresiones que experimentamos, sólo se pueden apresar si dejas que la vida pase por dentro de ti, si le permites que haga mella en ti, que marque su huella en tu piel y en tus carnes, sumándote, sumándote y sumándote. Pues de no hacerlo así, todo se convierte en humo. Es como leer sin haber vivido, que como mucho sirve de entretenimiento, pero de poco más; cuando la realidad es que las palabras escritas una seguida de otra siempre tienen una finalidad: la de remover todo tu interior de un modo u otro, la de darte la vuelta como se da a un calcetín. Pues con vivir pasa lo mismo, se ha de vivir sin dejarse nada en el tintero. Has de dejar que la vida se revele ante ti, al mismo tiempo, que ella te descubre a ti y sin intermediarios te diferencia del resto. Ensalzándote como el individuo que forma parte de un todo. De ese modo todas tus vivencias tendrán las hechuras de la aventura. Y una vida sin aventura no es nada. Una vida que no has convertido en un cúmulo de vivencias vividas sin filtros no merece la pena ser vivida. Vosotros, lectores míos, podéis preguntaros el por qué de estas líneas, deciros que tienen una hermosa explicación, que seguidamente os voy a relatar. De sobra sabéis cómo desde niña siempre me he considerado parte de la naturaleza, de cómo esta me maravilla, de cómo interactúo con ella constantemente, pues bien, en estos días estoy teniendo una vivencia de un alcance portentoso. El otro día Nuna apoyó su frente en la mía en un acto de hartazgo, diciéndome: «Tú me comprendes. No estoy bien. No entiendo que me está sucediendo.» Entendí por su forma de mirarme y de comportarse que algo andaba mal y al acudir al veterinario nos enteramos de que está teniendo un embarazo psicológico. Y, sí, todos los síntomas coinciden y al preguntarle al veterinario el motivo, su respuesta fue que es algo espontáneo y su raíz está en la supremacía de la naturaleza y en su saber hacer y que solo está motivado para que si viene el caso de que una hembra progenitora muera, otra hembra pueda sustituirla y sacar adelante a las crías huérfanas. De manera, que Alberto y yo, por enésima vez, nos hemos encontrado frente al poder de la naturaleza, ante la demostración de cómo se las ingenia y se pone a trabajar para sobrevivir. En estos días el instinto de supervivencia de la naturaleza se ha puesto de manifiesto mediante Nuna. Y yo estoy asombrada. Maravillada. Alberto y yo que entendemos nuestra vida como parte indisociable de la naturaleza, estamos disfrutando. Y, por muy agotadora que sea esta vivencia que el destino nos ha puesto delante, la vivimos como lo que es: una vivencia única, enriquecedora y deslumbrante. Ambos estamos boquiabiertos ante cada acto innato que Nuna realiza con solo tres años de edad, sin haber sido madre jamás. Siendo conscientes de que todo este cúmulo de sentimientos, sensaciones e impresiones que estamos experimentando de primera mano y sin filtros se quedara con nosotros para siempre, pasando a formar parte de las decenas y decenas de aventuras que  poseemos en nuestro haber. 



Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz

lunes, 10 de julio de 2017

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el segundo lunes del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

miércoles, 5 de julio de 2017

SIN VUELTA ATRÁS


«Quédate conmigo el día de hoy y esta noche y poseerás 
el origen de todos los poemas.» 
―Walt Whitman―

Sé que al final de la vida cuando haga recuento de las personas determinantes de mi existencia, sé que difícilmente alcanzaran la docena, pero también sé que entre todas ellas, entre todas las que habrán formado parte de la lista o del selecto club o del círculo de lo íntimo y privado, sea el computo el que sea, por encima de todas ellas siempre estará Alberto. Porque todavía a fecha de hoy cada vez que oigo tintinear el móvil de conchas marinas, acompañado de otro, que es un ristra de cascabeles de un blanco nuclear y que también en compañía de las conchas me siguen avisando de que alguien acaba de apartar la cortina de mi hogar en Caótica, mi cuerpo y toda yo recuerda con una fuerza y una lucidez sobrehumana a Alberto, tal como le vi el primer día que entró en mi casa y en mi vida. Y, aun sabiendo que eso es algo imposible, que no hay cachivache que permita volver a un tiempo concreto del pasado, me gusta recrearme en la primera vez que lo vi. Si ello sucede así, no es porque mi cuerpo sea un bicho raro sino porque tanto mi cuerpo, como mi corazón y mi alma siempre van a amar a Alberto. Es una gran verdad eso de que hay amores que duran toda una vida o más. Hace veintitrés años que conocí a Alberto y recuerdo con total nitidez cómo, por aquel entonces, al oír el tintineó de las conchas sabía cuando era él y cuando no. Lo sabía con una certeza absoluta. Mi persona no albergaba ninguna duda y debo y puedo decir, que jamás me equivoque. Y, lo sabía porque me embargaba, sin proponérmelo, una alegría diferente y distinta a todas las conocidas. Al conocernos, Alberto tomó por costumbre traer el desayuno a casa y desayunábamos juntos. En aquellos desayunos me enamoré todavía más de él y él de mí. Me fascinaba. De hecho, jamás ha dejado de fascinarme ni maravillarme. Con él he aprendido todo lo que se puede aprender en una vida. Pues es un hombre, de esos que lejos están de ser una persona aburrida, con las que al poco de conocerlas se acaban los temas de los que hablar o los puntos en común o por los que pierdes todo tipo de interés sin remedio. Él es un curioso como yo, al que le gusta aprender como a mí. Y si mi amor por el dura a fecha de hoy, es porque su amor por mí no tiene fisuras y él es uno de esos hombres que te lo dan todo, que se vuelcan en ti, que no van con migajas. Y, cuando, con esos enormes ojos negros que posee, me dijo: «Quédate conmigo el día de hoy y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas»; como si del mismísimo Walt Whitman se tratase, ―ya que otra de las muchas cosas que descubrimos que teníamos en común, era nuestro pasión por el poeta americano―, supe que yo no le soltaría jamás. Y así se lo dije: «No voy a soltarte jamás.» A lo que me respondió que él tampoco a mí. Y lo que podría haber sido una promesa fruto de las primeras luces y fuegos del enamoramiento, se ha convertido en un voto que posee la fortaleza de ese crecer juntos que llevamos desde hace más de dos décadas. Sí, lectores míos, cuando observas a tu pareja sin que él te vea, y dos décadas después, todavía eres capaz de decir con total convencimiento que no vas a soltarlo jamás, es porque muy probablemente os habéis convertido en un mismo ser. Un ser indisociable, donde no se sabe ya donde empieza uno y acaba el otro; y has aprendido como diría Whitman que estar con aquel que más te gusta es suficiente para seguir con la vida. Y ahora sé, como lo supe en 1994, que en ese no voy a soltarte jamás, nunca estuvo en el ánimo ni en la intención de ninguno de los dos que la vuelta atrás, es decir, que lo contrario o recular fuese posible. Nos conocimos y en un segundo decidimos todo un futuro, y nunca ha habido vuelta atrás, ni el deseo de que la hubiera. Pues hay amores, que surgen con un flechazo y se consolidan en el tiempo, aumentan, y para fortuna de los amantes no tienen vuelta atrás. Descubres con los años que amar a una cierta persona es tu forma de estar en el mundo. Descubres que de no haberla conocido, de no amarla, tú no serías tú. Es más, no intuyes ni siquiera remotamente quién serías, pero es posible que puedas imaginar que serías alguien tan distinto a quien eres ahora, que seguramente no te gustarías al mirarte al espejo. Ahora, como hace veintitrés años, cuando me miro en los ojos de Alberto me gusta lo que veo. Me satisface la mujer en quien me he convertido viviendo la vida a su lado, sin soltarlo jamás, si soltarnos jamás el uno al otro.

Deseo, lectores míos, que en vuestra vida tengáis amores en los que la vuelta atrás sea un imposible, gracias a todo lo bonito que os dan, gracias a que junto a ellos resultáis ser una persona que si por algo resalta es por su honradez y su dignidad. Por ser personas íntegras. Deseo para todos vosotros amores sin vuelta atrás.


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz

lunes, 3 de julio de 2017

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el primer lunes del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil