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lunes, 25 de abril de 2022

25 de Abril ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Llueve. Llueve de continúo desde hace (puede) dieciocho o diecinueve días, quizás dieciséis o veinte. Una lluvia pertinaz, sin arrebatos. Llueve sin doler. Una lluvia, que sin ninguna duda, lleva en su propósito sólo el bien. Llueve como si jamás hubiese de salir el sol. Pero no es así. No va a ser así. La noche anterior a que comenzasen las lluvias de abril una grandísima aureola brumosa y decolorada rodeaba la luna. No me sorprendió verla, pero sí que pensé que no iba a parar de llover durante buena parte del mes. Al día siguiente con el amanecer llegó la lluvia como una hermosa canción que anhelaba escuchar. Desde entonces la contemplo con gratitud. Entiendo su importancia como alimento de la tierra que a su vez me alimenta a mí. Comprendo lo balsámica que ahora mismo está resultando ser para el mundo natural, y también, para mi espíritu, e incluso, para mi cuerpo. En estas jornadas hallo las bendiciones de mi Dios entre las gotas de lluvia en un camino que no ha sido borrado literalmente del mapa y en el que mi caminar no ha perdido del todo las mañanas. En estos meses de vida afuera en el exterior he descubierto que caminar bajo la lluvia libera mi espíritu, agiliza mi cuerpo y concentra mi mente. Y, lo hace, ya lo creo que sí. Entretanto en el interior de La Madriguera esa misma lluvia convoca en mí la inspiración como siempre lo ha hecho. Y, si bien, reparo en que las rutinas de antes de, no me sirven porque sencillamente yo soy otra; advierto que la costumbre, el hábito, la necesidad de abrir una página en blanco y escribir es la única rutina que en verdad necesito para que todo fluya en mi existencia. Nada consigue que me olvide de la materia de la que estoy hecha: palabras, historias, ficciones. Al contar, vivo. Escribir o morir. Caminar o morir. No hay mucho más. Oído cocina. Avisada estás navegante de aventuras dispares. Es tan fácil de comprender al prestar verdadera atención a mi respirar. Soy tan predecible. Tan fácil de entender. Abro el diario mientras observo como la totalidad del jardín está creciendo a palmos. Bajo la vista, y cuando vuelvo a mirar, lo descubro enorme. No es un efecto óptico, es consecuencia de la lluvia diaria. Plantas y árboles crecen, crecen y crecen. Aliso la página en blanco. Escribo. Él, al igual que yo, contempla la lluvia caer a través del ventanal. De pie, espera. Sabe mirar. Admiro lo paciente que es, la templanza con la que encara los vaivenes de la existencia, su calma silenciosa y certera. Al rato. Al bastante rato, deposita sobre mi mesa de trabajo un pequeño paquete envuelto con papel de regalo, me besa la coronilla, se abriga y sale afuera a pasar revista al jardín. Sé que al desenvolverlo voy a encontrarme con algo que el hombre que me ama desde hace cien o dos cientos años y al que amo desde hace un siglo o dos considera fundamental para mí, necesario en este momento. Valoro si abrirlo inmediatamente o si por el contrario reservarlo para después, y terminar antes de escribir la entrada de este último lunes de abril, la primera tras las vacaciones de la Pascua de Resurrección. Valoro y decido. El regalo forma parte ya del texto que estoy escribiendo de modo que rasgo el papel. A la altura de esta frase, rasgo el papel. El papel de los regalos debe romperse siempre sin miramientos. Es la felicidad de lo momentáneo. Y, como por arte de magia, aparece un pequeño libro cuya historia no he leído. Él, sí. Él que es sol en mi lluvia. El libro (La feria de las tinieblas de Ray Bradbury) es una de sus novelas preferidas porque según él va con su carácter, con su forma de ser. Lo abro. Leo las primeras frases, los primeros párrafos, las primeras páginas. Me resulta maravilloso. Me basta para intuir que esta historia encontrará buen acomodo en mí porque también va con mi carácter, con mi forma de ser. Dejo lo que estoy haciendo. Me arrellano en el sofá a leer ficción. ¡FICCIÓN, ficción! Disfrutando con la lectura, como antes de. 



“Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables. Pedro 5: 10"


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 25 de Abril de 2022 )

lunes, 4 de abril de 2022

4 de Abril ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾



El lugar al que pertenezco, los espacios abiertos; el lugar al que regresar, La Madriguera; mi lugar en el mundo, mi refugio verde; el lugar soñado, deseado, logrado y mi pasión, el oficio de contar historias, la literatura. Recapitulo mentalmente los puntos cardinales de mi existencia. Mi norte, mi sur, mi este y mi oeste. A los que agrego el patio de recreo que es el verdadero amor. Acabo de sembrar sesenta gladiolos de seis colores diferentes en grupitos de a tres. Dejando de lado las herramientas de jardinería y hundiendo las manos en la tierra. Rastrillándola con los dedos. Cavando pequeños hoyos en la turba para insertar los bulbos. Es así como me gusta hacerlo. Arremangándome las mangas de la camisa, sopesando en la palma de las manos la tierra que piso al caminar, calibrando las bonanzas del mundo natural que habito. Hago la suma de los bulbos sembrados. Añado a los de otoño, los de primavera. 72 + 4 + 4 + 60 + 12 + 2 = 154  El total, me confirma la barbaridad que intuía. Nuna está tumbada al sol tan ricamente. El día de hoy tiene las hechuras de la vida que me gusta, que me reconforta, la que dibuja sonrisas en mis ganas. El cielo calmo. La temperatura encantadoramente agradable que estar afuera en el exterior es un verdadero deleite. Los pájaros sobrevolándonos con sus juegos, sus vuelos y su canción alegre. Y un silencio colmado de dicha en el que todo es como debe ser copando la mañana. La tarde de ayer domingo la pasé leyendo con los sentidos alertas, el corazón levemente desbocado y la fascinación en la piel. Me sucede cuando me quedo atrapada dentro de una historia de manera inesperada. Las frases certeras y cortantes con las que esa historia en concreto está escrita me arrastraron párrafo tras párrafo. Y pensar que las historias que he escrito y escribo arrastran (a su vez) a otros hasta lugares remotos y siempre mejores que el que habitan segundos antes de adentrarse en la lectura, me sorprende por lo extraordinario que en verdad es, por lo grandioso que resulta. Ay, la literatura y su poder. Ay, la literatura y su magia. Artilugio mágico de escape y de evasión, de crecimiento y de sostén. Abril mes gestante de maravillas acaba de llegar. Lo vi aparecer por el horizonte silbando con aire distraído. Tuve la impresión de que bajo su amparo la gente de fe, la gente de bien, también sonreirá por algo muy concreto, particular y propio, quizás inexplicable o secreto en cada uno de sus días. Aunque sea ardua la labor por lo incomprensible, desasosegante y cruel de la realidad de los años veinte de nuestro siglo, por ese atroz comunismo que primero con un virus letal y ahora con una sangrienta invasión hace lo que siempre ha hecho, matar por no tolerar la libertad del individuo. Imposible no responsabilizar al ciudadano que de manera reiterada ha ido a lo largo de los años depositando en urnas votos en su favor, ni al mandamás de turno que ha actuado como cómplice de una lacra que lleva en su haber tantísimos millones de muertos. Es de justicia responsabilizar. El comunismo no es una catástrofe natural. Es escoria. Un régimen totalitario cuyo objetivo siempre ha sido apoderarse de lo que no es de su propiedad, incluido el pensamiento. Es hambre, ruina, muerte. Violencia y opresión. No es gente de fe, ni de bien. El que lo alienta debe avergonzarse al mirarse en el espejo. Y nada puede reclamar. No se puede estar sorbiendo y soplando al mismo tiempo. No, eso también es un imposible. Alzo los ojos y miro al cielo. Determino que el esfuerzo, la búsqueda de la bondad, el perseguir las bendiciones no han de decaer. Dios está con nosotros. Dios nos ama. Somos hijos de Dios. Es la recompensa ante el coste de vivir. “Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta. Salmo 23: 4” Frente a la dificultad, la sonrisa por esa bendición que baña la hora de esperanza y que añade al día un futuro. Ese es el secreto. La sonrisa, lo es. Mientras aprieto con fuerza la tierra que acabo de remover, mientras la compacto con mis manos desnudas, por un instante me sé feliz e inmensa como cuando de niña en Caótica (junto a mi hermana) elaboraba pasteles a la hora de la siesta para venderlos después cuando el mundo despertase. Uno siempre es lo que fue en la infancia, uno busca la felicidad donde fue feliz de niño. Por ello, en la vida adulta se intenta replicar el paraíso que habitamos tiempo atrás. Bienaventurado quien lo logra. En efecto, es lo que he deseado recrear en La Madriguera desde el minuto uno. Y si no es exacto, se aproxima más de lo que soñé. Este lugar tiene el mismo espíritu rústico, decidido y libre; de mar, tierra y aire. Y en él se entiende el origen, se descubre la razón por la que una jamás será una damisela en apuros, el motivo por el que la contadora de historias acabó contándolas todas, la causa por la que el árbol da frutos, el fundamento donde se sustenta una forma de ser. Contemplo mis manos llenas de tierra, repletas de vida. La uñas negras de la turba, las palmas con un mapa delator de lo que acabo de hacer, los nudillos rojos por el trabajo. El parecido de mis dedos y mis uñas con las de Denys me lleva (más allá de todo) a sentirlo conmigo cada vez que reparo en la coincidencia. También es cierto y verdad que se parecen muchísimo a los dedos y uñas de mi padre. Noto la euforia de la valentía invadiéndome cuando coloco las herramientas de jardinería en la carretilla y la empujo. Mientras la conduzco al interior del cobertizo, atiendo a mi corazón, a menudo habla con la voz de mi abuelo. Hoy, cuatro de abril, es su cumpleaños en otro espacio de tiempo. En otro siglo. En mi corazón, siempre. Son ciento cinco los años del valedor de mis sueños.《Sólida 》, me susurra. 《Eres una mujer sólida 》, me indica. 


“Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna. Salmo 73: 26”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 4 de Abril de 2022)