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lunes, 28 de junio de 2021

28 de Junio ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Se trata de remarcar en la mente un día escogido al azar. Enmarcarlo en rojo con un círculo como antes se hacía con las fechas a recordar en los calendarios de pared de los que ignoro si todavía se estilan. Una vez escogida la fecha: desandar el año, deshacer la madeja, contarte de nuevo el cuento. A veces me pregunto si alguna otra vez volveré a sentirme en la cresta de la ola. Cuando los días eran totalmente perfectos. Al completo, no a ratos. También suelo preguntarme si recuperaré la ilusión sobre ciertos temas. Sé que no. Pero preguntar es gratis. Hacerse viejo no es sólo reparar en el desfase que hay entre cuerpo y mente, también es ser consciente de que quizás la última vez de algo hace tiempo que sucedió. ¡Y maldita la gracia que tiene esa toma de conciencia, ese instante de lucidez! ¡Qué lástima no haber sido consciente entonces para despedirte a lo grande de tu última vez de lo que fuese! La vida, el hacerte viejo, te sobreviene como una tormenta. Sin apenas darte cuenta, el sol desaparece y la lluvia te empapa. Sin apenas darte cuenta hace mucho tiempo que parte de tu vida se esfumó. En realidad, pasa todo tan rápido, que un período de treinta años se recuerda como tres minutos. Divago por el diario del discurrir, me paseo descaradamente, metiéndome si conviene el dedo en el ojo. Qué mejor que estas páginas para escribir sobre el discurrir de la vida o de cómo la vida (incluso o tal vez todavía más para los que decidimos vivirla intensamente) acaba escurriéndose como agua entre los dedos. Miro al frente, detengo la mirada primero en unas zinnias que planté a principios de mes, y segundos después, en el pájaro rama en pico que descansa todas las tardes en una escuadra que adorna el jardín de La Madriguera. Sonrío. Es Dios. Vuelvo a sonreír y retomo el inicio de la entrada de hoy. La voluntad de desandar mentalmente un año para saber cuánto se ha avanzado y en qué o quiénes nos hemos convertido. Pierdo fuelle, tal como voy escribiéndola, pierdo las ganas de desandar. Pero así a bote pronto, sé que me he vuelto muy mayor en un año. Tanto, que a veces me asombra la seriedad, la calma, la claridad con la que afronto mis días. Siempre he sido persona de firmes principios, serias convicciones y amores sólidos; pero, además, antes me permitía vivir con la felicidad puesta a tiempo completo, saliéndome por los ojos. No era una postura impostada. Yo era así. Ahora ya no. En la actualidad sólo soy una persona de firmes principios, serias convicciones y amores sólidos que día a día vive sus horas rodeada de fe y esplendor. Escribo esto en este mes, porque junio no se permite ficciones. Junio es tan real que personalmente jamás ha sido de mis preferidos. Salvo este año, en que me he adaptado la mar de bien a sus hechuras sin florituras y a su sensatez sin trampantojos. Por fortuna he caminado a buen ritmo, escrito con solvencia y divertido con provecho. Conociendo que lo que actualmente me sale por los ojos, lo que si alguien mira ve, lo que sustenta su brillo es el enorme sentimiento de gratitud y respeto hacia Dios por poder hacerlo. Este punto, debería ser el punto final de la entrada de hoy en el diario del discurrir. Pero me niego a dejar el mes sin un apunte de mi yo soñador y otoñal, ese yo que está terriblemente enamorado en sesión continua de la sonrisa en rostro ajeno. Le doy permiso para hacer acto de presencia, para dejarle que seguidamente escriba lo que le apetezca. Le digo: 《Ya puedes aparecer, salir, decir, desear fuertemente y con los ojos cerrados y los sentidos abiertos. Es tu turno. Di lo que te mueres de ganas de decir. Escribe como le hablas a tu amante, amigo y amor. A la de tres.》 Tres. Dos. Uno:《¿Vamos a perdernos en un mundo hecho de caminos, bizcochos recién horneados, historias y días lluviosos?》


Pues eso.


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 28 de Junio de 2021)

lunes, 21 de junio de 2021

O R A C I Ó N






El águila vino a llevarme como el suave viento que mece la pradera.
Tuve que hacer una gran fogata para que me encontrase.
Descansa en paz, muchacha de los pies descalzos.
Eleva tu mirada al cielo.
Reposa tu corazón en las historias. 
Ríe como siempre.
Vive y muere.
Duerme de amor.
Sólo fueron dos perros como testigos en la linde.
El camino sigue.



[Transítalo]
✒ María Aixa Sanz 

lunes, 14 de junio de 2021

CUALQUIER TIEMPO PASADO ~ Epistolario del 21 ✒📮



Mi buena amiga, Alison:

Me presentas a Charlotte y Darlene, tus dos gallinas nuevas, a las que has bautizado con el nombre de dos de tus personajes preferidos de la serie ‘Ozark’. También a Winston, tu nuevo gatito. Me muestras imágenes. Una de ellas es de tu coqueto jardín al que le has añadido guirnaldas de bombillas como toque final para disfrutarlo aún más este verano. Me narras con emoción como al poder volver a rodar, te diriges a poder ser todos los mediodías a la casa donde creciste, allí vive todavía tu madre, y con ella te sientas a almorzar en la playa por la que de niños corríais tu hermano y tú. Te entristece, me confiesas, no poder revertir que la casa deje de ser de la familia cuando tu madre ya no esté. Pero, amiga mía, existirá en ti. No sé si es consuelo suficiente, pero la realidad es esa, no es otra. Todo existe en nosotros. Todo lo que hemos sido, todo lo que ha poblado y nutrido nuestra existencia para bien o para mal, está en nosotros hasta que dejemos de ser.  A menudo, mi irlandesa, (aunque te parezca una posición extrema) obtengo esperanza al recordar la finitud de la vida. Y más ahora en que (a todas luces y descaradamente) todo conspira para destruir el mundo en el que crecimos y en el que actualmente vivimos. Me satisface pensar que si acaba siendo así (que lo será) los que en estos momentos planean al dedillo la exterminación de nuestra manera de estar en el mundo no van a verlo con sus propios ojos. Como me contenta saber que yo misma tampoco voy a verlo, ni siquiera a estar. Por tanto, no tendré que acostumbrarme a lo que no quiero, ni a renunciar a lo que no deseo renunciar. Pero no me cabe la más mínima duda de que van a conseguir lo que pretenden. Porque, de hecho, ya han fabricado un virus para poner en jaque a la sociedad civil y reírse en la cara del más ingenuo de los ingenuos que vio en el virus una catástrofe natural. Han demostrado que pueden, han mostrado sin disimulo de lo que son capaces, han chascado los dedos frente al más tonto de los tontos para que despierte y aprenda que sus propósitos son serios e irreversibles y que no hay fuerza rival. Sé con rotundidad que algunos de los pobladores de este hermoso, imperfecto y viejo mundo nos opondremos. Nuestra resistencia será un acto cargado de dignidad, solemne en sus hechuras, para honrar la forma de vivir que nos lo ha dado todo, que nos ha amparado a lo largo de décadas. Sin embargo, también sé que de poco va a servir y que la finitud de nuestra existencia irá de la mano del fin de ese mundo. Así que mi querida Alison no te entristezcas por todo lo que no puedas revertir. Haz de ti tu morada. Porque de tus recuerdos, sueños e imágenes, del aroma del pasado en tu piel, de lo hermoso e imperfecto, de lo perfecto con aristas, de la cordura sensata y de la belleza a trompicones que habita lo que se extingue velozmente delante de tus ojos, la absoluta dueña y señora eres tú; y sólo ante Dios te es menester responder. Ahí nadie puede entrar jamás. Disfruta de la nostalgia de los días que están por venir (en tu jardín, con tus gallinas y tu gato, en la casa de tu madre sin medir el tiempo, en la playa de tu infancia) y de la alegría de los días que no regresarán, porque te pertenecen, son enteramente tuyos, son de tu íntima propiedad, son tus huellas en el MUNDO en mayúsculas. 

Deseo, mi queridísima Alison, que este hablar por no callar, te sirva de consuelo como a mí de desahogo. A este ritmo, dentro de poco, no será raro estar en lo cierto al pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. 

Escríbeme, por favor, cuando el verano se asome a tu amada Irlanda para contarme sus colores.


Te abrazo con el corazón.


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 14 de Junio de 2021 ) 


lunes, 7 de junio de 2021

7 de Junio ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Huele a mundo natural trenzado, a antigua artesanía a dos manos, a horas de armonía y de silencio en las tardes de estío. Huele a infancia. A la mía. A un lugar que habita dentro de mí y así será por los siglos de los siglos. En esta mañana de primeros de junio recupero sensaciones al entrar en la cestería de Rose. Bisnieta, nieta, hija de cesteros. Cestera ella. Rose hace gala del don de su familia, de ese talento común en los cesteros de sacarle tiras al tronco del árbol sin dañarlo, para poder elaborar cestos distintos, únicos y hermosos en su fin y en su finalidad. No sin antes haberle pedido permiso al árbol y mostrado su agradecimiento. “Tiene el alma vacía quien dentro de sí no alberga con alegría el cantar del pájaro ”, reza en la pizarra colgada en la pared de enfrente del rectángulo que es la cestería. Desde este lugar se oye a todas horas el trajín de los pájaros, en cierta medida, se parece a La Madriguera. Por experiencia propia sé que son buena compañía para trabajar con las manos al compás del latido del corazón. Se lo indico a Rose. Asiente. Entre tanto la boca se le ensancha dibujando una sonrisa honesta, que le borra la concentración de la cara, de sus brazos, del cuerpo en general, y en unos segundos, me encuentro ante una Rose relajada, dispuesta a atenderme. Necesito cestos, le indico. Así y asá. De un tamaño medio tirando a grande sin exagerar. Y un macetero redondo. También, razonablemente grande. Me he propuesto de una vez por todas (antes de viajar a Dawson City a pasar unas semanas de vacaciones) arreglar en la medida de lo posible, que no terminar, una habitación de La Madriguera que todavía está a medias. Hacer con ella lo que pueda. Puesto que ni hombre ni casa será jamás obra finalizada, ya que la vida es una construcción continua de nosotros mismos y de nuestro hogar. Rose mientras me muestra los cestos que intuye me van a gustar, tararea una vieja canción india que invoca la lluvia. Le funciona. Lo sé. Junio es real. Es todo, menos ficción. No ha parado de llover ni una sola tarde en todo lo que llevamos de mes. De hecho, junio se presentó con la lluvia bajo el brazo. Sinceramente me agrada como el día se refresca, como el exterior de La Madriguera se impregna y se libera. Nadie protesta en la pradera cuando la lluvia nos bendice. Secretamente a alguien puede fastidiarle, sin embargo, no lo verbaliza. Se avergüenza de ir en el sentido contrario a los designios de Dios. En la pradera todo buen corazón está agradecido cuando la lluvia se deja caer sobre nosotros. De una forma particular y de un tiempo a esta parte, cuando la lluvia y el cielo gris tapan las vistas que tengo desde La Madriguera, mi mente evoca las colinas de Ngong. Con ese sentir dentro de mí, es un placer estar afuera en el exterior contemplando la lluvia; y al entrar, encender un fuego, prender la vela en el candelabro, y cenar el alimento recién cocinado sobre el mantel de hilo con estampaciones coloniales que hallé en el ChaschasPinut. Se lo confieso a Rose. Me pregunta qué es Ngong. Soy yo la que sonrío. Me sonroja decirle que es una forma de vivir y de amar, pero sin saber el verdadero motivo, no me sonroja contarle que en mi imaginación es el lugar donde si dispusiera de todo el tiempo del mundo sería para permanecer en él. Asiente, de nuevo. Satisfecha con mi respuesta. 《Ngong es donde tú eres realmente tú. Donde todo es perfecto 》, me sugiere. Le sonrío como respuesta. Desvío la mirada. Sé que los indios son capaces de leer el corazón de esta contadora de historias. De pronto se da la vuelta con un macetero espléndido en sus manos. Rompe inteligentemente el hechizo. Hacemos juntas inventario de la media docena de cestos, macetero incluido, que voy a llevarme de su cestería. Pago con dinero y hojas de tabaco. El dinero obedece a la transacción, el tabaco es para mostrarle mi gratitud. En la puerta de la cestería mientras cargamos los cestos en la camioneta me señala algo. Miro en la dirección de su dedo y veo un hermoso pavo real cruzando la pradera. Tengo la impresión de que es un espíritu viejo y amigo, como la tengo cuando cocinando en La Madriguera, me giro para mirar porque tengo la sensación de que alguien acaba de entrar o salir desde o por el porche. Voy a decirle algo a Rose, pero ya no está. No recuerdo si nos hemos despedido. Subo a la camioneta con el impulso de contarle lo sucedido a Denys Finch-Hatton. Reparo en que no soy Karen Blixen. Sonrío. Se lo contaré a Alberto, en cuanto a la noche me instale en el hueco de su cuerpo en nuestro refugio verde. Él ama mis historias, como Denys Finch-Hatton amaba las de Karen. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 7 de Junio de 2021 )