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sábado, 24 de diciembre de 2022

24 de Diciembre ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Oigo desde aquí, desde La Madriguera, no tan lejos los cascabeles del trineo de Santa Claus aproximándose a nosotras. El cielo está estrellado. Puedo coger el frío con las manos. Abro la boca y dibujo con el vaho figuritas parecidas a las de mazapán. Esta noche es Nochebuena,  y mañana, Navidad. La mesa está puesta. Los vestidos son de fiesta. La cocina huele que alimenta. Rica, muy ricamente. Los villancicos flotan en el aire formándose en melodías, y  seguidamente, en canción que se tararea y se canta. Espero ilusionada la llegada de los invitados, para después, juntos cenar festivamente y recibir, también juntos, los regalos de Santa Claus. Nuna está pegada a mí, me acompaña a todas partes, se sienta a mis pies, ahora mismo, me imita. Con el vaho de  su boca  también dibuja figuritas que se parecen a las de mazapán. Le acaricio el pelaje. Y debajo de las orejas. Ella inclina su cabeza buscando la palma de mi mano. Cierra los ojos al hacerlo. Le recorro la columna vertebral. Mis dedos se enredan con sus rizos. Noto como a toda ella le recorre un calambre de placer. Le rasco las posaderas, y ríe, ríe, ríe, mi niña de cuatro patas. Me mira francamente como siempre hace con sus enormes ojos negros. No tiene dobleces. 《¿Quieres que te cuente un cuento de Navidad?》, le pregunto. Ama oírme hablar, que le cuente cuentos, que me refiera a ella, que le lea los textos que escribo, como si los escribiésemos a medias. Comprendo cuánto le está gustando una narración, cuando cambia de posición para acomodarse mejor. En este momento, ahorita mismo, se sienta frente a mí. Atenta a mi voz. Sonrío. Así que improviso un cuento para ella, aquí, afuera en el exterior. Lo invento sobre la marcha, mientras la tarde se desliza hacia la noche más mágica.  “El niño camina sobre la nieve. Su liviano cuerpo impide que se hunda en ella. Ni siquiera deja huellas. El niño a ciencia cierta sabe adónde va. Llega a la construcción que desde hace más de cien años acoge una encantadora  iglesia entre sus paredes. Como no tiene fuerza para abrir el portón, y además su altura apenas le da para alcanzar la manilla y doblar el picaporte, se escurre por el agujero que a los feligreses les sirve para dejar limosna para los más necesitados (en forma de pasteles, ollas con sopa y prendas de abrigo) a cualquier hora del día o de la noche. El niño atraviesa la puertecita batiente del agujero y en un tris se encuentra dentro del pequeño templo. Nada más cruzar oye las voces del coro que a esa hora ensaya. Una amplia sonrisa se le dibuja en el rostro. En primer lugar se dirige como un autómata a la pila bautismal, moja sus deditos en el agua bendita y se persigna. A continuación, se sienta en uno de los primeros bancos, y al poco, canta con entusiasmo y voz clara (para sus adentros) la canción que está interpretando el coro. 《¡Blas, Blas, Blas!》, minutos después le llama Adelaida Whitaker. La puertorriqueña de Minnesota cantante de góspel que dirige el coro y sostiene la batuta con una mezcla de generosidad y firmeza digna de ver. El niño sale de su ensimismamiento musical con dulzura. Abre los ojos de tal manera que abiertos se quedan como dos pequeñas lunas en su plenilunio. Sorprendido de que Adelaida Whitaker sepa su nombre. Ruborizado cuando la ve caminar hacia él y tenderle la mano. Sin comprender muy bien la razón coloca su manita en el interior de la mano de la mujer. Se levanta y camina junto a ella. Avanza por la iglesia con ella. La voz de contralto de Adelaida Whitaker le llega desde las alturas, desciende hacia él como una bendición: 《Hoy  vas a cantar, Blas》, le indica la mujer.《¿Por qué?》 , se atreve a preguntar. En un acto que le parece de lo más valiente y audaz. 《Porque esta noche es Nochebuena, y mañana, Navidad》, le responde. Y, Blas, el niño Blas, se siente enorme y feliz. Como todo buen corazón agradecido,  y espíritu honesto y justo, debe sentirse en una noche como la del día de hoy. ¡Feliz Navidad, Nuna! ¡Feliz Navidad, mi amor!“



¡Feliz Navidad!


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 24 de Diciembre de 2022. Nochebuena)

domingo, 11 de diciembre de 2022

11 de Diciembre ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Tercer domingo de Adviento. Enciendo la vela de la alegría. La tempestad continúa afuera en el exterior. Echo muchísimo de menos el camino y contemplar las colinas de Ngong. A veces, me escapo. Camino con dificultad sobre la nieve, con las raquetas, con los esquís de fondo, con lo que sea con tal de reencontrarme con ellas. Sonrío ampliamente al contemplarlas, llena de alegría como el que llega a casa. Seguidamente regreso a La Madriguera, satisfecha por la gallardía, por haber saciado mis ansias a pesar de la dificultad. Regreso al hogar donde en mitad de la rutina organizo o improviso cada día al menos una tarea que honre la Navidad. Día tras día las alegres tareas se suceden como una ristra de buenas vibraciones y buenos deseos. Comenzamos el tres de diciembre decorando La Madriguera, y a ese tres, le sucedieron los siguientes: ya sea, yendo a comprar un delicioso panetone; montando cuidadosamente y al detalle el árbol el día ocho (siempre el día ocho, como manda la tradición cristiana); cantando villancicos; comiendo turrón; pensando el menú de Nochebuena; ideando mesas; escogiendo manteles; compartiendo momentos entrañables y prenavideños con amigos al caer la tarde; eligiendo regalos; disfrutando al ver la sorpresa y la alegría en ojos amados al abrir los cajoncitos del calendario de Adviento; viendo películas en la noche al abrigo de un buen fuego con las lucecitas del árbol de Navidad como fondo; riendo, riendo mucho, alegres, porque la Navidad para mí se trata de eso, de que su espíritu, la alegría de vivir se manifieste (durante diciembre, con el Adviento) en cada uno de nuestros actos todavía más que el resto del año; recuperando antiguas recetas de galletas que huelen a licor y especias secretas; creando un centro de mesa como un altar al que adorar; escribiendo en el diario (mientras los ojos se están cerrando de sueño tras un ajetreado día ) con la ilusión del niño en víspera de Reyes; respirando, respirando Navidad; sintiendo, sintiendo la Navidad por los cuatro costados; soñando con bailes infinitos y eternos en pleno invierno cuando la estrella de Navidad a punto está de iluminar el cielo; contándole a Nuna un cuento que con ojos sinceros y atentos, escucha: “Esta es una fría noche de invierno. Junto al fuego, descansa María con su chiquitín en brazos. Las llamas menguan. La leña se acaba más rápidamente de lo esperado. Avivan las brasas. El calor en el pesebre desciende. José marcha en busca de leños. María tiembla con el Rey Dios en brazos. Pide ayuda al buey que profundamente duerme,  y no obtiene respuesta: 《Buey, buey, enorme buey, ayúdame》. Pide ayuda a la mula que  la ignora aletargada como está por el cansancio del viaje hasta Belén: 《Ayúdanos, querida 》. Pide ayuda al gallo que canta alto y altanero sin atender a otras voces, ni siquiera a la de María: 《Ayúdame, gallo querido 》. Aprieta contra sí a su niño. Cierra los ojos. Pide el favor de Dios. Abre los ojos. El trino de un pájaro la solivianta. Le da esperanza. 《Ayúdame, pajarito》. El pájaro alza el vuelo, se posa y vuelve a volar. Directo va a su nido. Lo deshace ramita a ramita. Lo deposita con cuidado sobre las brasas que son ceniza. María aviva el fuego con los rescoldos y las ramitas del nido. Pero no es suficiente. El pájaro bate las alas tan cerca, tan cerquita del fuego, que cuando éste en verdad prende, la llama quema su pecho y parte de su rostro. Pero incluso así, determinado y valiente, el pájaro no deja de aletear con tal de que el niño Dios entre en calor. Agradecida, María, con sincera alegría, petirrojo (pecho rojo) llama al único animal que (de entre todos) en verdad les ha auxiliado a riesgo de perder la vida. Y en ese preciso instante con el pajarito de pecho rojo y los descendientes que están por venir, una nueva especie natural, viva y hermosa es creada por Dios; símbolo de generosidad, valentía, bondad y alegría de vivir.”



¡Feliz Navidad!


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 11 de Diciembre de 2022. Tercer domingo de Adviento)

martes, 6 de diciembre de 2022

6 de Diciembre ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬



Amanezco e invernal me visto. Los tibios rayos de sol, haciendo gala de su valentía, bañan La Madriguera. Iluminándola. La luz no deja de ser el más esperanzador de los milagros. Algunos de ellos acarician mi rostro y mi rincón de trabajo. Son las primeras horas de la mañana. Avanzo en el trabajo: escribo. En estos días de tempestad el camino se ha vuelto impracticable.  No sólo el camino, también el afuera en el exterior. Atrás quedó noviembre mostrando un año más sus hechuras de superviviente, con esa forma tan determinada de creer. Con el undécimo del año me vestí con trajes distintos, con nuevos comienzos, con desafiantes aventuras por estrenar. Lo hice con valor, haciendo mío el riesgo y el desafío, defendiéndolos. Así soy yo. Empecé a impartir clases de escritura terapéutica en un seminario, comencé una nueva novela, y escribí el primer borrador de una obra de teatro por encargo en el que la protagonista es una afinadora de pianos llamada Little Holly Howard. Este es mi presente. Con todo, mis viejas y benditas rutinas, se han visto totalmente alteradas, modificadas, dando paso a las nuevas. Al priorizar: el camino y los entrenos se han impuesto al jardín. No tuve más remedio que contratar los servicios de ‘La excelente Tudie’, una empresa de mantenimiento de jardines. Por otra parte, los diarios han quedado relegados, guardados bajo llave en el cajón del escritorio a la espera del momento íntimo y oportuno. Un momento como este. En el que me permito escribir alejándome de las ficciones. En el que la narración es el relato de mi entorno. En el que el texto toma forma de río que discurre. Por ejemplo, ahorita mismo, mientras mi mente vive a lo grande entre palabras, y en mi corazón habita la alegría del diciembre, si alzo la vista desde la página del diario del discurrir veo: en la chimenea de La Madriguera arder un buen fuego; Nuna durmiendo serenamente, abrazada a Saboc su cojín preferido; adornos de Navidad aquí y allá; un flamante árbol donde las lucecitas asoman tímidamente hasta alumbrar la oscuridad de la noche; dulces preparados para ser degustados a cualquier hora (turrones distintos, un sabroso panetone de pera y chocolate de a kilo debajo de una campana de cristal, bombones de frambuesa, de caramelo salado, de avellanas, galletas de chocolate y muñecos de jengibre); y el calendario de Adviento poblado de éxito y de magia a medio abrir. Veo belleza. Belleza que reconforta. Lo que contemplo me hace sentir en calma y bien. Bendecida por mi Dios. Agradecida. Siempre agradecida. Es un hecho que mi hogar luce todavía más bonito con la decoración navideña. Es con la contemplación, al tomar conciencia de la fortuna de saberme viva en el aquí y en el ahora, en la magia de la Navidad, cuando sé (sin ninguna duda) de qué tratará la próxima clase a impartir. Haré que mis alumnos reflexionen, sientan, vivan, piensen, escriban sobre la grandeza de seguir vivos en Navidad. Haré que experimenten la dicha de poder vivir una Navidad más, tras once meses en los que la vida jamás se detiene, ni para lo bueno, ni para lo malo. Haré que aprendan como yo hago año tras año a atesorar con palabras la Navidad y lo que el recuerdo de su vivencia significa en la historia personal de cada uno. Y, pensando en ello, divirtiéndome al mentalmente estructurar la clase e imaginar sus caras recordando su mejor Navidad, de repente mi mano se desliza sobre la superficie de la mesa de trabajo. Abre un cajón.  Toma papel y sobre. Sin mirar, sólo por instinto. Mi yo abandona por un momento el diario. Algo dentro de mí me llama a escribirle en esta mañana profundamente invernal a Santa Claus. Sé que bailar, no dejar de bailar, poder bailar hasta el fin de los tiempos, hasta el infinito será mi primer deseo a pedir. 


¡Feliz Navidad!


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de Diciembre de 2022 )