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viernes, 25 de octubre de 2019

En el otoño de nuestras vidas, somos verdad... #somosotoño 🍂🦔🐾🍄



《Si no eres la persona libre que quieres ser, busca un lugar donde puedas contar la verdad sobre ello. Contar cómo te va con todo. La franqueza es como una madeja que se produce a diario en el vientre, tiene que desenrollarse en algún lado. Podrías susurrar de cara a un pozo. Podrías escribir una carta y mantenerla guardada en la gaveta. Podrías escribir una maldición en una cinta de plomo y enterrarla para que nadie la lea por mil años. No se trata de encontrar un lector, se trata de contar. Piensa en una persona de pie, sola en un cuarto. La casa está en silencio. La persona lee un pedazo de papel. No existe nada más. Todas sus venas se pasan al papel. Toma la pluma y escribe en él unos signos que nadie más va a ver, le confiere así como una plusvalía,
y todo lo remata con un gesto
tan privado y preciso como su propio nombre.》

[Anne Carson]

 🍁🍂

domingo, 20 de octubre de 2019

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para un día de otoño.
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

miércoles, 17 de julio de 2019

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el tercer miércoles del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

martes, 25 de junio de 2019

En una mirada, un deseo ...



《En un mundo en el que el tiempo es una cualidad, los sucesos se registran mediante el color del cielo, el tono de la llamada del barquero en el Aar, la sensación de felicidad o de miedo con la que una persona entra en una habitación. El nacimiento de un niño, la patente de un invento o el encuentro de dos personas no son puntos fijos en el tiempo, sostenidos por horas y minutos. 
Al contrario, los sucesos resbalan en el espacio de la imaginación, se materializan en una mirada, un deseo.
Algunas personas tratan de cuantificar el tiempo, de analizarlo, de diseccionarlo. Se convierten en piedra. Sus cuerpos quedan congelados en las esquinas de las calles, fríos, duros y pesados.》


#AlanLightman 🕦 #lossueñosdeEinstein 📖


#vivirconlos5sentidos 💪 #realidades 🖤
#countrylife 🌳🌿🐞 #veranoyaestásaquí ☀️🦎👣

domingo, 23 de junio de 2019

HARTPIC, EL SEMBRADOR DE FLORES


«La gente que vive al nivel del suelo nunca se sienta. 
Ha dejado de preocuparse por si envejecen unos cuantos segundos 
más rápido que sus vecinos. Esas almas aventureras descienden 
a veces hasta el mundo más profundo, bajo los árboles que 
crecen en los valles, nadan 
con calma en los lagos de las cotas más cálidas, 
se desplazan sobre el suelo. Apenas miran los relojes y 
no sabrían decir si es lunes o jueves. 
Cuando los otros pasan burlándose 
a su lado, se limitan a sonreír.» 
—Alan Lightman—



Las palabras regresan con el solsticio de verano. Las historias, también. Huérfana me encuentro cuando cada primavera me abandonan para irse a descubrir nuevos mundos, territorios lejanos. Su huida de mí, esa lejanía que siento cada día que pasa como si tuviese piedras en los zapatos y plomo en la sangre se borra de un plumazo cuando regresan de nuevo, siempre, inesperadamente, que es como ocurre todo lo bueno de la vida. Entonces se dibuja una sonrisa enorme en mi rostro, difícil de borrar e imposible de esconder. Supongo que cuando se alejan de mí, muy a mí pesar, lo hacen para con el regreso y el reencuentro conmigo, entre ellas y yo, tener entre todas ganas de contar. Renovar las ganas como quien renueva los votos. Puesto que si las palabras sólo sirven para contar; más o menos, una contadora de historias, también. Así que heme aquí feliz frente a la página en blanco: contando, narrando, creando, construyendo con palabras textos, narraciones, historias para ser leídas y que al serlo provoquen en el lector la comunión con ellas ya sea porque han hecho aflorar en él preguntas o reflexiones iluminando sus propios pequeños mundos, o porque sencillamente le han proporcionado bienestar. En estas semanas de asueto forzado, —llamémoslo asueto forzado a no poder escribir—, con la serenidad que da el vivir con los cinco sentidos y al completo las emociones, supe que se había producido el punto de inflexión y que las palabras y las historias volverían a mí, la mañana en que de manera también inesperada un águila me sobrevoló. Jamás había tenido un águila a ese alcance. Fue un instante maravilloso y descomunal. Cuando retiré la vista del cielo casi que sin dar crédito a lo que había visto, entendí que no es lo mismo estar vivo que vivir, como tampoco es lo mismo preferir admirarse la punta de los pies a contemplar los cielos. Esa mañana cuando el águila me hizo el honor de mostrárseme me dirigía al mercado a comprar fruta y verdura de temporada. Era viernes, lo recuerdo bien, y tenía en mente además de acercarme a los puestos, el visitar a Hartpic, el sembrador de flores, que había conocido a finales de abril cuando andaba buscando unas semillas de una flor que crecía en Caótica y que pensé me gustaría plantar en estos pagos. Cuando conocí a Hartpic conectamos. La mañana en que lo conocí resultó ser una mañana muy instructiva. El oficio de contador de historias se muestra tremendamente enriquecedor cuando puedes pegar la hebra con personas que tienen mucho por contar y muchas ganas. Cuando ves en ellas sin imponerse la pasión por trasmitir su día a día, sus andanzas. Hartpic es un tipo sencillo, poseedor de esa mirada limpia, generosa y pragmática que poseen como un tesoro muy poco valorado las personas que se han pasado toda su vida a pie de tajo o de arado. Hartpic siembra y cultiva flores y plantas a mansalva, lo ha hecho desde siempre, minuciosamente y en silencio. Trabajar con las manos da la sabiduría de lo correcto. Las cosas salen bien o mal, según tu precisión y labor. Me gusta la gente así, gente que posee la sabiduría en las manos. Compartí inmediatamente con él el hecho de que a mí la naturaleza me entrega, me ofrece, me da, me hace sentir algo que ningún ser humano, ni ninguna actividad, ni situación es capaz de darme. Él también lo cree. Nos dimos cuenta que coincidíamos en eso y en otras muchas cosas y los treinta años que nos separan no nos hacen entender el mundo de distinta manera. En él he hallado un buen amigo con el que conversar de todo y de nada. Aquella mañana me mostró el trabajo en el que estaba totalmente inmerso, y me lo mostró, con la alegría del niño que recibe a los primeros invitados en la fiesta de su cumpleaños. Me lo mostró desde la bondad y el respeto. De hecho, él se dirige siempre a mí desde la bondad y el respeto y eso me gusta. En un extremo de su tierra de cultivo, de su jardín de flores, tiene ubicado un pequeño habitáculo de madera que es donde despachaba las semillas, las plantas, las flores; y, en el otro extremo alejado de la vista, a la sombra de unos inmensos árboles, tiene su taller y fábrica de inventos, me lo mostró también en aquella mañana, y es hacia allí donde me encamino cuando quiero visitarlo. El lugar es un viejo establo sin caballos aseado y encalado de blanco que en primavera y verano permanece abierto para que los pájaros entren libremente y puedan realizar sus nidos, mientras él trabaja en su banco de madera, creando variedades nuevas de flores, inventándoselas, o reparándoles el cuerpo y el alma a otras, bajo la atenta mirada de su abuela que en una fotografía en blanco y negro enmarcada en madera cuelga a casi dos metros del suelo. Me sorprendió encontrarme junto a la jamba de la puerta retratada a una señora con el atuendo de principios del siglo XIX sentada divertida. Pensé al verla que ella fue una de las primeras pioneras. De modo que la mañana del viernes en que vi el águila entré en el viejo establo diciéndole: «Hartpic acaba de sobrevolarme un águila». «Muy bien, María, sólo se muestra a los inteligentes, protegerá tu inteligencia, la elevara, la ennoblecerá.» Ello me hizo inmensamente feliz porque concordaba con la sensación que había tenido de que las palabras y las historias regresarían a mí más pronto que tarde. Le respondí: «Hartpic no imaginas cuánto me alegra cada día haberte conocido, ¿en qué estás trabajando?» «Es secreto, María, es secreto. No olvides nunca que todo lo que contiene magia antes de ser mostrada ha sido secreto. Y sin magia a esto de vivir le falta su aquel», me contestó. «Como con la risa, ¿a qué sí, Hartpic? Como con la risa, pues un día sin reír es siempre un día perdido. ¿No lo crees, así?», le dije. «Totalmente, María. Totalmente», me respondió, y sacó un par de cervezas del refrigerador y nos las bebimos contemplando como el aire de finales de primavera bailaba su danza con las miles de mariposas que inundan su cultivo; y, sí, ambos pensamos lo mismo, valga la redundancia, pensamos que no es lo mismo, nunca será lo mismo vivir y que estar vivo. 


Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz

miércoles, 19 de junio de 2019

Naturaleza sin pausa



La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el tercer miércoles del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

miércoles, 12 de junio de 2019

Si es lunes o jueves... #vivirconlos5sentidos 💪 #realidades 🖤 #countrylife 🌳🌿🐞



《La gente que vive al nivel del suelo nunca se sienta. Ha dejado de preocuparse por si envejecen unos cuantos segundos más rápido que sus vecinos. Esas almas aventureras descienden a veces hasta el mundo más profundo, bajo los árboles que crecen en los valles, nadan con calma en los lagos de las cotas más cálidas, se desplazan sobre el suelo. Apenas miran los relojes y no sabrían decir si es lunes o jueves. Cuando los otros pasan burlándose a su lado, se limitan a sonreír.》

#AlanLightman 🕦 #lossueñosdeEinstein 📖
#vivirconlos5sentidos 💪 #realidades 🖤
#countrylife 🌳🌿🐞

lunes, 3 de junio de 2019

Primer lunes de junio ...🌾☀️🐴


《Tantas clases de voces hay en el mundo, y ninguna de ellas carece de significado.》
#AuðurAvaÓlafsdóttir 📖 
#lunes 💪

domingo, 2 de junio de 2019

Willa Cather .... 🌾 #pasiones 🖤 #libros 📚 #domingosbonitos 👣



«No había nada más que tierra: no era un país, sino el material del que están hechos los países.»


Todas las novelas de Willa Cather tiene un punto en común: el anhelo. Todos sus personajes anhelan algo sublime que les haga salirse de los cauces normales de la vida, que les salve en cierto modo de la muerte. Cada uno de ellos persigue anhelante algo que quizás exactamente no saben lo que es, pero hacen de ese anhelo su manera de vivir. Además todas las novelas de Willa Cather dejan patente la descomunal calidad narrativa de esta autora. Desde que en su día leí el relato ‘El caso de Paul’ y tras leer leer buena parte de su obra sigo teniendo la impresión de que las historias de Willa Cather son sencillamente sensacionales. Como he mencionado antes todos sus personajes son seres que aspiran a más; a un mundo plagado de belleza, de arte, donde los sueños se materializan. Vivir para esos sueños o mejor no vivir, sería la conclusión a la que se llega tras leer su obra. Los personajes de Cather y la propia Cather poseen la convicción de que si la voluntad de transformar nuestras pequeñas vidas en grandes aventuras, existe dentro de nosotros, acaba sucediendo. Y, además del anhelo, Willa Cather, en sus novelas maneja con precisión los tejemanejes del amor: amor correspondido, amores platónicos, amores imposibles que los personajes llevan consigo hasta el final de sus días. A destacar también la presencia en toda la obra de Willa Cather de mujeres muy fuertes y de hombres que sienten una rotunda y absoluta debilidad y pasión por ellas.

La obra de Willa Cather, sus novelas, son novelas redondas. Pequeños milagros en negro sobre blanco que dan sentido a toda una vida y que reconfortan al lector y le hacen sentir parte imprescindible de la literatura.



#willacather 🌾 #pasiones 🖤  #libros 📚 #domingosbonitos 👣

domingo, 5 de mayo de 2019

Naturaleza sin pausa




La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el primer domingo del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

lunes, 22 de abril de 2019

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el lunes de Pascua. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

miércoles, 3 de abril de 2019

LAS MUDAS



«Porque la naturaleza será mi anclaje. 
Y nadie me hará daño.» 
—Robert W. Service—



Con tres días seguidos alojados en el Bombay Peggy’s advertimos como nuestras existencia necesitaba ya de la calma de un lugar sosegado a poder ser con cortinas opacas en las ventanas y sin ajetreo cuando anochece sin anochecer y la noche cae sin caer. Pensamos que la mejor opción era la pensión que acababan de abrir nuestros amigos Ben y Susan situada en la confluencia del río Yukon y Klondike y que resultaba ser un lugar formidable para tal fin. Alquilamos una de las habitaciones de su Bed and Breakfast, porque era lo idóneo para nosotros y también lo correcto, justo y respetuoso hacia ellos. Ben y Susan, nuestros amigos queridos de Yukon, estaban de estreno después de tres años de obras. Acababan de inaugurar un Bed and Breakfast en Dawson City después de haber reformado una vieja casa en la que como en todos los edificios del lugar el permafrost había causado estragos en la construcción. De modo que desde hacía unas semanas su domicilio familiar era también una pequeña pensión de tres dormitorios con una salita de estar en cada uno en la que servían los desayunos. En esa primavera, Ben y Susan, habían mudado dejando atrás una clase de vida por otra, convirtiéndose en hospederos, en la misma época en que los osos polares mudan su pelaje, reemplazando su abrigo blanco de invierno por el abrigo negro de verano mientras se dirigen desde el Ártico a las Montañas Rocosas de Canadá para pasar el verano en sus valles. Alberto y yo nos preguntamos: ¿si es inevitable la muda en cada uno de nosotros? ¿Si mudar es lo mejor que nos puede pasar? ¿Si todos en mayor o menor medida dejamos atrás algo cada vez que llega a nuestra vida una primavera? ¿Y si acaso hay algo sí somos capaces de identificarlo, ponerle nombre y nombrarlo en voz alta? ¿O si por el contrario, aunque llegue la primavera, no hay nada en nuestra existencia de lo que nos sea menester desprendernos para llegar al verano? Intentamos responder a esas cuestiones que habían surgido al cruzar la puerta de la nueva pensión y también hablamos, obviamente, de la muda de nuestros anfitriones, mientras nos instalábamos en la habitación Azafrán, la única para dos personas. Una estancia de tan bonita, sorprendente e inesperada por esos pagos. Era evidente que Ben y Susan habían hecho un enorme trabajo y también un gran esfuerzo en la reconversión del lugar. Recordamos cómo era el lugar antes de pasar ellos por allí y no podíamos no pensar que Ben y Susan a nuestros ojos tenían las hechuras de los héroes de la frontera. De hecho, eran héroes de la frontera. Habían dejado una vida moderna y convencional en Vancouver y se habían convertido de la noche a la mañana en unos aventureros, emulando consciente o inconscientemente a los antiguos pioneros. No les había llevado hasta Dawson City la fiebre del oro pero sí muy probablemente su fervor por Robert W. Service, el poeta, como quizás a nosotros nos había llevado hasta allí la naturaleza en su estado más libre y salvaje. Tras habernos instalado y frente a unas tazas de café tostado en el propio Yukon y unos panecillos de agujero de bala recién hechos, en la cocina del Bed and Breakfast, Ben y Susan dejaron de ser hospederos para ser simplemente Ben y Susan. Nuestros amigos. Los antiguos Ben y Susan. Nos reconfortó comprobar cómo sin esforzarse mucho podían volver a ser los mismos durante al menos una hora y alejar de su presente los quebraderos de cabeza propios de tener que sacar a flote, sí o sí, un negocio. Aun así observamos cómo se les tensaba el rostro cuando a sus oídos les llegaban los pasos de los otros huéspedes. Un huésped satisfecho es siempre dos huéspedes futuros. Creo que para ellos el único comentario relevante de la jornada o tal vez de todos los meses que habían quedado atrás fue el que hizo Alberto cuando les dijo abarcando con su mano toda la estancia y por ende toda la casa: «Esta es una de esas maravillas por las que vivir vale la pena. Buen trabajo». Al oír la opinión de mi marido, respiraron aliviados, fortalecidos, se miraron a los ojos y sonrieron, y no sonrieron ni de compromiso ni falsamente, lo hicieron de corazón. El trabajo había sido duro y más teniendo en cuenta que la obra la habían acometido ellos mismos, a mano, un día tras otro. Todo el proyecto resultaba brutal y en los ojos del otro era donde encontraban siempre el asidero y la paz. La opinión de Alberto, su parecer tenía el valor para Ben y Susan de la honestidad. Esa es la garantía de tratar y vivir con él.  Brindamos con un licor que Ben sacó de uno de los armarios, del que nos confesó que más valía no saber de qué estaba hecho. Brindamos por todo lo vivido, tanto lo bueno como lo malo, por las mudas y por lo que llega a nuestra vida gracias a ellas. Después nos dispusimos a preparar una barbacoa al estilo de Yukon, al estilo de los héroes de la frontera, para celebrar la amistad, el amor, la vida. Y, volvimos a brindar, por aquella tierra, por la vida libre y en plena naturaleza. «¡Para hacer de mi cuerpo un templo puro. En donde habito sereno. Para cuidar de las cosas que deben soportar lo sencillo, dulce y limpio. Para expulsar la envidia y el odio y la rabia. Para respirar sin alarma. Porque la naturaleza será mi anclaje. Y nadie me hará daño!», clamó a la noche sin luna, al sol de la noche, Susan.



Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz

martes, 2 de abril de 2019

A Rolling Stone / Robert W. Service #hallazgos 🖊



There's sunshine in the heart of me,
My blood sings in the breeze;
The mountains are a part of me,
I'm fellow to the trees.
My golden youth I'm squandering,
Sun-libertine am I;
A-wandering, a-wandering,
Until the day I die.

I was once, I declare, a Stone-Age man,
And I roomed in the cool of a cave;
I have known, I will swear, in a new life-span,
The fret and the sweat of a slave:
For far over all that folks hold worth,
There lives and there leaps in me
A love of the lowly things of earth,
And a passion to be free.

To pitch my tent with no prosy plan,
To range and to change at will;
To mock at the mastership of man,
To seek Adventure's thrill.
Carefree to be, as a bird that sings;
To go my own sweet way;
To reck not at all what may befall,
But to live and to love each day.

To make my body a temple pure
Wherein I dwell serene;
To care for the things that shall endure,
The simple, sweet and clean.
To oust out envy and hate and rage,
To breathe with no alarm;
For Nature shall be my anchorage,
And none shall do me harm.

To shun all lures that debauch the soul,
The orgied rites of the rich;
To eat my crust as a rover must
With the rough-neck down in the ditch.
To trudge by his side whate'er betide;
To share his fire at night;
To call him friend to the long trail-end,
And to read his heart aright.

To scorn all strife, and to view all life
With the curious eyes of a child;
From the plangent sea to the prairie,
From the slum to the heart of the Wild.
From the red-rimmed star to the speck of sand,
From the vast to the greatly small;
For I know that the whole for good is planned,
And I want to see it all.

To see it all, the wide world-way,
From the fig-leaf belt to the Pole;
With never a one to say me nay,
And none to cramp my soul.
In belly-pinch I will pay the price,
But God! let me be free;
For once I know in the long ago,
They made a slave of me.

In a flannel shirt from earth's clean dirt,
Here, pal, is my calloused hand!
Oh, I love each day as a rover may,
Nor seek to understand.
To enjoy is good enough for me;
The gipsy of God am I;
Then here's a hail to each flaring dawn!
And here's a cheer to the night that's gone!
And may I go a-roaming on
Until the day I die!

Then every star shall sing to me
Its song of liberty;
And every morn shall bring to me
Its mandate to be free.
In every throbbing vein of me
I'll feel the vast Earth-call;
O body, heart and brain of me
Praise Him who made it all!


Robert William Service—
Rhymes of a Rolling Stone (1912)
Dawson City [Yukon - Canadá]
🖊

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 



Una foto para el primer martes de abril. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

sábado, 30 de marzo de 2019

GENTE QUE AMA LAS HISTORIAS



«Lo que amamos hacer, lo hacemos bien. 
Saber no lo es todo, es sólo la mitad. 
Amar es la otra mitad.» 
—John Burroughs—



Le dije al oído: «Vamos a recoger la luna que está a punto de amanecer». Se lo dije quedamente, para que no despertase con brusquedad. Lo besé. Los besos son siempre reparadores. Me inventé una luna para él, la colgué del cielo para que iluminase un amanecer ficticio en aquella cama situada en un lugar donde en esos meses los días son de veinticuatro horas de luz y no existe la noche como tal. Estábamos hospedados en la curiosa posada Bombay Peggy’s de diez habitaciones, otrora burdel propiedad de Margaret Vera Dorval, donde en 1934 los veteranos podían beber un whisky tranquilamente y las chicas alquilar una habitación. El día anterior habíamos viajado durante muchos kilómetros, Alberto conducía y cuando nos detuvimos estaba francamente agotado. Yukon es infinito e infinitas son sus largas y solitarias carreteras por las que podrías estar conduciendo durante días sin cruzarte con nadie. Nos descuidamos admirando el paisaje y habitando el silencio, olvidamos parar, hacer un alto; y, no tuvimos más remedio que seguir hasta nuestro destino sin un estación intermedia. Yukon es uno de esos lugares que te cambian la percepción de la vida y que sabes que vas a echar de menos cuando ya no estés. Uno de esos lugares que crean del mismo modo adicción como añoranza, al menos en nosotros dos. Regresábamos de nuevo a Dawson City, como quien regresa a un sueño largamente acariciado y a cada kilómetro nos encontrábamos más lejos de Canadá y más cerca de Alaska. No íbamos en busca de Sam McGee, pero casi. Pero sabíamos que no tardaríamos en oír su historia, a través del poema de Robert William Service sin tener que estar en su cabaña, muy probablemente lo oiríamos alrededor de una hoguera, en una de las fantásticas barbacoas que son costumbre en estas tierras: «Hay cosas extrañas hechas en el sol de medianoche / por los hombres que claman oro.  / Los senderos del Ártico tienen sus cuentos secretos / que harían que tu sangre se enfríe. / Las luces del norte ha visto cosas raras, / pero lo más extraño que alguna vez vieron / fue esa noche en la orilla del lago Lebarge. / Yo cremé a Sam McGee…» Alberto me besó y sonrío al despertar y en mí se hizo la vida. No había ni rastro de cansancio en él. «¡Oh! Sólo Dios sabe cuánto amo a este hombre. Cuán profundamente le amo», pensé. Nos levantamos. Teníamos muchas tareas por hacer y mucho amigos a los que visitar por sorpresa. Nadie sabía que estábamos allí en la habitación verde del Bombay Peggy’s en Dawson City. Además, dato importante: nos acaban de colgar en el pomo de la puerta de la habitación una bolsita con cruasanes recién hechos cortesía de la posada, como lo es el brownie y la copa de jerez por la noche en el salón. Y, si bien, ambos sabíamos que habíamos ido hasta Dawson City para sobrevolar la cordillera de Tombstone, también sabíamos que era la excusa perfecta para darnos el capricho de por unos días sentirnos unos pobladores más del lejano Oeste. Llamé a mi amiga Priscila, y al hacerlo, sabía que automáticamente la voz como una onda llegaría a unos cuantos amigos y que por la noche nos encontraríamos en el bar del Downtown Hotel delante del cóctel Sourtoe cantando aquello de: «Bébelo rápido, bébelo lentamente, los labios tienen que tocar el dedo del pie». Lo que no sabíamos, lo que desconocíamos e ignorábamos en aquella hora, era que el compañero de Priscila, Bill Lecavalier, nos invitaría a buscar pepitas de oro en el Bonanza Creek y lo más extravagante, sea por lo que fuere, llamémoslo suerte de primerizos, las encontraríamos. Eso sí, después de bastantes horas. En Bonanza Creek conocimos al viejo Malowe, un buscador de oro destentado y con la mirada más brillante y limpia que he visto jamás, que todavía buscaba a su edad el oro que en sus años vigorosos dejó en el arroyo. Con él nos echamos unas risas de buena gana. Riendo como estábamos contemplé a Alberto, le miré detenidamente y pensé: «Ahora mismo es el hombre más feliz de la Tierra». Como notando amorosamente mis ojos sobre él, se giró y me miró como sólo él me mira en todo el planeta. «El amor real ilumina el rostro de la misma manera en que se les iluminaba a los buscadores de oro al encontrar sus pepitas», pensé. El amor real no es sólo amar a un hombre o a una mujer es también amar cómo hace las cosas y qué actitud tiene en la vida. Yo amo la pasión con la que Alberto absorbe la vida y amo cómo se comporta. Malowe que nos estaba mirando fijamente nos indicó que le siguiésemos hasta un viejo chamizo en el que guardaba sus bártulos. Allí sacó una fotografía del bolsillo interior de un gastado impermeable y nos la mostró. Era una fotografía del mismo lugar, bastantes décadas antes, con una muchacha jovencísima de rostro estoico mirando a la cámara. «Mi amor. Mi vida», nos dijo y no le hizo añadir nada más. Lorena Malowe murió. No de escorbuto como se moría en plena fiebre del oro. Pero murió. La vida de buscador de oro era todo, menos idílica, y se cobraba su precio. Pero tanto Lorena Malowe como muchos otros amaban lo que hacían. Nunca se trató sólo de codicia. Aquella era una forma de vida, una pasión. Alberto le estrechó el hombro con su mano, en ese lenguaje de gestos que poseen los hombres salvajes y honestos. Yo que les observaba en silencio, les miré desde la perspectiva de una mujer del siglo XXI y no puede no apreciar el valor y la belleza que poseen esa clase de hombres. El aplomo y  la integridad que irradian como consecuencia de hacer las cosas bien y amar aquello que hacen cada día de su vida, aunque nadie les mire. Detrás de mí alguien silbó y un perro pasó corriendo a mi lado. Quien fuese que había silbado, le llamó: «Puck, Puck». Unas horas después regresamos al Bombay Peggy’s. Dawson City es comparable a nada. Lo sabíamos. Éramos felices porque en ese lugar tan apartado de todo, en que sus gentes son entrañables, respetuosas y tremendamente hospitalarias y acogedoras, cada uno de sus habitantes tiene una historia por contar, y te la cuenta, y nosotros dos amamos las historias.



Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz