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lunes, 22 de marzo de 2021

22 de Marzo ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Son casi las ocho y los pájaros mañaneros cantan su alegre canción espantando el gris del día. Con su trino abren un claro en el cielo y las nubes que desde hace unas semanas colapsan las vistas desaparecen, y la lluvia que martillea los espíritus como si fuesen barreños de zinc cesa. Se repliegan ambas sobre sí mismas y se esfuman ante la insistencia de tan terco canto. Asombrada, dejo de caminar y me quedo quieta sin mover un músculo para contemplar el milagro. Constato el milagro; y pienso que un año más los pájaros acaban de darle cuerda al reloj de la primavera. Retomo el camino. Estoy andando. Un paso, dos, tres y el tímido sol hace acto de presencia y al saberse invitado deseado y ansiosamente esperado cambia sus ropajes tímidos por unos de absolutamente radiantes. Sonrío y río.《¡Por fin!》, exclamo y sé que no estoy sola en mi alegría, en este alivio del invierno. Sé que la vida callada que acompaña mi caminar y que me tiene como a una más de los suyos (al escuchar mis pasos silenciosos y observar mis avances con cada amanecer hacia ese lugar que sólo yo conozco) comparte mi júbilo. Reparo en este instante en que en silencio camino, como en silencio cocino y cuento historias. En silencio y con cada una de las tareas avanzo hacia otra, pero sobre todo avanzo hacia lo más profundo que habita en mí: el conocimiento. Ese estar aprendiendo constantemente a través de todo lo que encuentro en mi caminar, en los márgenes del camino e incluso más allá. Al referirme a ese "más allá" no lo hago pensando únicamente en todos los puntos materiales o etéreos en los que se detiene entusiasta mi amplia y fértil curiosidad; también pienso, en ese tesoro tan a mano y tan a la vista (al que pertenezco como ser vivo) que es la tierra que piso y siento, el aire que respiro y huelo, la luz que me alimenta y que me mantiene viva. Aquí, en mi avance hacia el conocimiento, he descubierto la gran capacidad de observar que poseen mis ojos, y lo más importante, en este lugar, he comprendido que en la naturaleza el conocimiento se revela como sabiduría. 《Avanzar está en mí desde siempre 》, murmuro mientras camino, puesto que así es y no concibo la existencia de otro modo. Cada día debe ser algo más que el anterior. Debo de haber aprendido algo que no sabía el día antes. Son cuarenta y siete años y algo más de cuatro meses avanzando. Miro a mi alrededor y de nuevo me detengo, esta vez, en una especie de escaño natural formado por raíces que desde hace meses utilizo de asiento, unas veces para ajustarme el calzado, otras para comprobar si mi cuenta mental se corresponde con el kilometraje del podómetro, y en el escaño me doy cuenta de que han sido pocas las veces que me he sentado en él para descansar, lo cual me satisface. Ahora acabo de hacerlo puesto que hoy el cuello de lana estorba. Me quito el cuello, me paso las manos por mi corto cabello, y mis ojos me avisan de que dos cabecitas asoman por el espacio vacío de entre dos ramas en el árbol que tengo delante. La vida callada que siempre me acompaña está observándome con deleite. Ignoro, obviamente, el nombre que utilizan para referirse a mí. Sonrío. 《Me llamo María 》, les digo. Al oír mi voz quebrantando mi habitual silencio no se asustan, no huyen, me miran con mayor interés, y al rato, vuelan contentos hacia las copas de los árboles situados unos metros más al norte. Contemplando su espléndida ascensión, pienso, que es bien cierto que Dios no hizo el mundo al tuntún, cuando lo creó, pudiendo crear fealdad creo belleza. Pudiendo crear pájaros y flores desagradables a la vista que cumpliesen de igual manera su función, no lo hizo. Se recreó en los detalles y en la belleza. Y así lo hizo con el resto de seres. Depositó en la tierra y en quienes la poblamos la belleza y la sabiduría. 《Deberíamos confiar más en él. No va a consentir que todo esto se vaya al garete》, me oigo decir. Respiro. Abro y cierro los ojos a más no poder, el sol me ilumina de una manera grácil hasta deslumbrarme, pongo la mano a modo de visera y no consigo ver nada que no sea la hermosa luz del sol, restaurándome del invierno. Me pongo en pie y sigo caminando por instinto sin ver el camino, ni sus márgenes: confío. Con el tiempo (en ese avance mío, lento y firme, hacia el conocimiento, y con la sabiduría que me lega el mundo natural) he aprendido a confiar en el instinto, en eso que no recuerdo que sé. Confío y avanzo. Innegablemente avanzar está en mi forma de ser como lo está en todo lo que es naturaleza. Sé que llegaré donde me esperan, porque uno siempre llega al lugar donde una enseñanza que está por aprender le aguarda con paciencia. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera,  22  de Marzo de 2021) 

lunes, 15 de marzo de 2021

15 de Marzo ~ Diario del discurrir ✒🌞👣🌬

 


Llueve ferozmente en todas direcciones. Los caminos de nuevo están impracticables. Y mis pasos se han detenido en el umbral de La Madriguera, resignados. El mundo de ahí afuera, hoy, pertenece a la lluvia. Ni siquiera contemplo la posibilidad de sentarme en el porche a leer. Así que me quedo en el interior de La Madriguera, acogedora y caliente, y escribo estas palabras en el diario del discurrir. No sin antes observar de nuevo el exterior, percibiendo en mí, las ganas de estar en él. Reconozco que sin darme cuenta últimamente paso revista al cielo, a los árboles, a las plantas. Busco en sus oscilaciones la respuesta. En su desembarazo indicios de primavera. Ayer (al mediodía) realicé la misma comprobación y aun sabiendo que la temperatura no sería agradable, me puse el abrigo y me senté en el porche a leer durante unas cuantas horas. Me encanta leer en el exterior. A la luz del día. Sin importarme la tonalidad del cielo, ni si va cargado de sol, viento o lluvia. Lo relevante para mí es estar donde la existencia es una vivencia sin filtros. Quizás por eso encuentro mayor satisfacción en leer afuera. Ya que en el exterior sólo estamos la historia leída y yo, sostenidas ambas en el aire, en mitad de lo que es real sin falsedades ni falacias, sin trampantojos ni luces de gas. En el exterior la historia se mide con todo su peso. Y si es, es; y si no es, nunca será. En los últimos años son muchos más los libros que he leído a la intemperie que al abrigo del hogar. Es posible que a ese hecho se le una que en el interior ocupa mi tiempo el trabajo y que en el exterior es donde disfruto de tiempo de asueto. Seguramente, hoy por hoy, esa razón decanta la balanza hacia un lado y no hacia otro. Pero las preferencias que jamás pueden dejarse de lado, existen: y en la actualidad de preferir prefiero leer afuera, sin paredes y sin techo. Me regodeo enormemente al pensar en las hechuras de los días que vendrán. Primavera, porche, lectura. Verano, porche, lectura. Días más, días menos: seis meses que están a punto de comenzar. Tengo la costumbre por esta época (desde décadas) de reservar al menos dos buenas lecturas escogidas con tino e ilusión para las vacaciones de Semana Santa, es decir, para cuando en realidad se inaugura la vida de afuera con la Pascua de Resurrección. Así que un año más, en los preparativos para darle la bienvenida a la primavera, del mismo modo como no me he olvidado de pasar por el invernadero para adquirir: un níspero, un rosal, un hibiscos y unas margaritas; tampoco me he olvidado de la librería, y en el cesto de lecturas pendientes, lucen ya ejemplares por estrenar. Si me obligase a recordar podría nombrar título a título los libros que he leído en cada Semana Santa, pero no voy hacerlo. No deseo que este diario del discurrir se convierta en un compendio de listas. No. Este diario, como el diario natural (como todos los diarios) es una manera de anclar la existencia, de fijarla, de preservarla del olvido. Escribes un diario no por la necesidad de escribir sin ton ni son. No. Lo escribes porque sin él pierdes la belleza de lo rutinario, de las pequeñas cosas, de los detalles, de lo que verdaderamente te emociona sin aspavientos. Sin el diario, extravías lo que conforma tu día a día, tu vida real. Además para un contador de historias es un excelente modo de mantenerse en forma. Son las diez de la mañana, afuera sigue lloviendo con la misma tenacidad. Apago la luz que ilumina esta página, por hoy. En La Madriguera hay una cocina y en la cocina me espera ese otro trabajo que consiste en mezclar y unir alimentos, en lugar de palabras, y que en una suerte de alquimia se obtienen provechosos y ricos platos, en vez, de reconfortantes historias. Enciendo la luz en mi zona de trabajo entre fogones, donde siempre me he sentido tremendamente en paz. Sonrío y me pongo a trabajar. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 15 de Marzo de 2021 )

lunes, 8 de marzo de 2021

AFUERA EN EL EXTERIOR ~ Epistolario del 21 ✒📮



Mi buena amiga Alison:

Al igual que tú, estoy preparando nuestro hogar para la llegada de la primavera. Sonrío al leer en tu carta que según un dicho irlandés, en marzo, la primavera entra como un cordero para acabar a final de mes siendo león. Ojalá sea así. Ojalá podamos disfrutar lo antes posible de jornadas al sol, de desayunos, aperitivos y comidas, de lecturas y reflexiones sentados en nuestros porches teniendo por vistas: los árboles distraídos, las plantas explosionando, las flores adueñándose con sus colores de todos los rincones y el bendito cielo azul despejando nuestra existencia. Cómo no desearlo, con lo deliciosa que resulta la vida cuando transcurre en el exterior una vez superado el invierno. Me invade, mi querida Alison, la misma necesidad ahora de primavera y de su luz como en septiembre me invade la necesidad de otoño. La ansío como ansío el equinoccio de otoño, cuando la luz y las sombras, el día con la noche, se equilibran y nos aboca a que se produzca algo parecido en nuestro interior. Si entonces deseo el equilibrio, la calma y la quietud del hogar, ahora anhelo esa vida de afuera con su movimiento ajetreado y feliz y su balanceo travieso. Anhelo contemplar como la vida vuelve tras su recogimiento. Te confieso sentir en estos días una leve agitación en cada fibra de mí ser, similar a la que se percibe cuando realizados todos los preparativos sólo resta que se lleve a cabo en unas horas la celebración. De ese modo me noto, mi estimada Alison, noto que la primavera está a punto de aparecer y su festival a punto de comenzar. Me cuentas que tu corazón canta contento por lo que está por llegar, que estás acondicionando el jardín, preparando bancales para las verduras, pintando de rosa claro el gallinero, me relatas al detalle cómo de feliz te hizo una jornada hace dos semanas en que el sol radiante inundó tu cocina y tú abriste la puerta para darle la bienvenida, tendiste la colada al sol y tus “chicas” (tus gallinas) se pasearon alegremente; y cuando al día siguiente el invierno regresó casi entraste en depresión. ¡Qué hermosos son los días extraviados!, mi querida amiga. Este sábado se produjo, aquí, algo muy parecido, se presentó desde primera hora uno de esos días que de antemano sabes que son un regalo. El sol generoso nos llenó de positividad y energía. Estar en el exterior resultó ser un verdadero placer y aprovechamos para organizar el porche con los muebles nuevos que justamente nos trajeron a primera hora de esa mañana. Y, si bien, al día siguiente la lluvia, el viento, el frío intenso y el cielo plúmbeo regresó; la calidez y la belleza de esas horas primaverales se quedaron en mi corazón como un bonito recuerdo y en mi piel como una invitación para asistir a una función que se celebrará en unas semanas. Hay esperanza mi querida Alison. Te escribo esto sonriendo y sé que al leerlo sonreirás. Hay esperanza mi querida irlandesa: la primavera está a la vuelta de la esquina y creo que este año pocos son los que en su interior no están a esta hora sintiendo su bullir, cometiendo locuras por ella, deseando verla aparecer como se anhela ver al enamorado.

Ya me contarás, Alison, como fue tu primer día, mientras tanto te abrazo fuertemente en esta jornada de la mujer, conociendo ambas de primera mano que ser mujer no es estar a la contra, no es en absoluto sentir como enemigo a todos y todo, que ser mujer jamás va a depender ni del lenguaje inclusivo ni de una manifestación. Ambas sabemos que por fortuna es mucho más que todo eso. Y tan grave es restarle importancia, como dar por bueno que te expliquen qué es serlo o decidan que por serlo, de inicio, necesitas ayuda. Además, cada una de nosotras, decidió hace mucho entre ser ejemplo e inspiración todos los días de todos los años de su vida, o ser la que porta la pancarta, que no la voz, una vez al año.

Disculpa, mi querida amiga, la digresión. Te reitero mi necesidad de saber de ti, pues tus trajines me son a la par divertidos y muy enriquecedores.


María Aixa Sanz 

(La Madriguera,  8 de Marzo de 2021 ) 

lunes, 1 de marzo de 2021

1 de Marzo ~ Diario del discurrir ✒🌞👣🌬



Un nuevo mes comienza. Marzo esta vez. Anoto como todos los meses en la página en blanco que es el primer día, la máxima de Charles H. Spurgeon: “Empieza como quieres continuar,  y continúa como empezaste,  y deja que el Señor sea todo, en todo para ti.” Estoy cocinando en el horno un plato sencillo: salmón con patatas a las finas hierbas. Nuna se relaja viéndome cocinar y al final acaba dormida. Para ella, el que yo cocine, es su cuento para dormir. Afueran los pájaros juegan divertidos. Ellos son música y también compañía. Se han convertido en consuelo en este tiempo aciago de pandemia y aislamientos forzosos, donde es imposible celebrar la vida según nuestras costumbres con la conciencia tranquila. De hecho, en el último año, lo rutinario ha acabado convirtiéndose en importante. Nada tiene el peso ni la entidad que tenía antes de este desbarajuste tóxico. Ahora, por ejemplo, comprarte un mantel para estrenarlo un domingo, agenciarte unos cuantos libros en papel (desde hace tres años leo sólo en ebook) por el placer de tenerlos a la vista antes de encontrarles su momento, conseguir del quinto pino si hace falta o del buhonero que pasa por el camino alguna bagatela con la que distraer las horas es lo que consuela. Noto mientras le doy el último golpe de horno al salmón que este año tengo muchísimas ganas de primavera. Será porque paso en el exterior entre cuatro y seis horas cada mañana. Pero lo cierto es que tengo ganas de sentarme al sol en los altos del camino, de que las flores inunden los márgenes por los que transito, de que el cielo luzca las más de las horas con el despejado azul de los días felices, de respirar sin que me duelan los pulmones por el frío al caminar. Recuerdo cómo de espantosamente triste fue la primavera pasada, cuán desconcertante nos resultó, nos vimos títeres de una broma de mal gusto y sin darnos tiempo a reaccionar: pasó y voló. Me convenzo de que un año después, y, más o menos, acostumbramos a lo que hay, no debemos perder el regalo que es disfrutar de ésta. Deberíamos celebrarla. Debemos obligarnos a ello, preparar nuestro hogar y a nosotros mismos para recibirla y darle la bienvenida como realmente se merece y nos merecemos. No deberíamos cometer la injusticia de dejarla marchar como si importase poco, porque cometeríamos un grave error. 《Quien no quiso cuando pudo, no podrá cuando quiera》 , me oigo decir en voz alta. Entonces mientras sirvo el salmón con patatas en sendos platos, pienso en qué me hace falta para darle la bienvenida, además de la ilusión y las ganas. Tengo tiempo, me digo. Unos veinte días, me confirmo a mí misma. Pero mejor no esperar por si hay retrasos, concluyo. En línea, con unos cuantos clics y unas horas, en unos días tendré lo que creo que necesito para restarle gravedad a esta sinrazón que nos ha tocado en suerte vivir. La actitud a veces necesita de esa ayudita material que nos mantiene preparados y listos para afrontar el mañana con la clase de sonrisa que tan estupendamente le sienta a nuestra alma y a la de quien convive con nosotros. 《Porque si marzo hace de sí mismo la puerta de la primavera, es justo hacer de nosotros, el hogar donde se detenga》, anoto en mi diario del discurrir antes de sentarme a la mesa en La Madriguera.  


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 1 de Marzo de 2021 )