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miércoles, 21 de junio de 2017

TIEMPO DE SILENCIO


«No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.» Como en los versos de nuestro apreciado Walt Whitman, Alberto y yo, quisimos por unos días vivir todavía con mayor intensidad: creciendo, siendo felices, aumentando nuestros sueños. Para ello, decidimos alejarnos bastante del runrún, del ajetreo diario, de los viajes, de los aeropuertos, de las estaciones, de las calles, de las noticias que nos llegaban de ellas y de las gentes, y también del mismo modo de las redes sociales como de la red que forma la sociedad y que te consigue atrapar, a veces, hasta asfixiarte; puesto que te aboca a realizar cosas que en realidad no deseas hacer. Sabíamos que ambos llevábamos en el ánimo y en la intención: ganas de lo mismo, y todo lo demás quedaba descartado de inicio, por ello, elegir el lugar en el cual disfrutar de unos días de desconexión, alejados de todo, era especialmente importante, y el lugar elegido fue una de las islas que forman el archipiélago de las islas de la Magdalena en Canadá. Este era un sueño que venía de lejos, habíamos soñado muchas veces con pasar unos días en una de esas islas, viviendo en una y recorriendo las otras. Lo habíamos aplazado en un par de ocasiones y éramos conscientes de que el tiempo para hacerlo era ahora. Ya que cuando el agotamiento mental supera al físico, en los trabajos creativos, debes parar. Porque nada puede nacer de dentro de ti. Estás totalmente fuera de juego. Y, sabíamos, que si existía un lugar en el que recuperar el silencio, la calma, la serenidad y el sosiego que con tanto hincapié buscamos y disfrutamos y que es fundamental en nuestra forma de entender la vida y de estar en el mundo, era sin lugar a duda ese. Así que Alberto alquiló una hermosa casita para los días que pretendíamos estar. Y una vez todo dispuesto, con la tranquilidad que da el saber que el trabajo pendiente ya está hecho y que todo está encauzado para libremente poder dedicarnos a crear: yo con palabras y él con imágenes; emprendimos un nuevo viaje, una nueva aventura. La enésima. Y heme aquí. Henos aquí. Llegamos hace unos días, pero a las pocas horas de estar en la isla empezamos a notar como nuestros cuerpos se cargaban de energía positiva y dejaban atrás todos los malos humores y dolores que se hacen dueños de ti por el simple hecho de estar vivo. A los dos días de haber llegado notamos cómo la ilusión recorría nuestro cuerpo como si se tratase de la misma sangre y que la risa brotaba de nuestros labios por el sencillo acto de querer estar presente. Señal inequívoca de que estábamos a gusto. Y ahora, en el momento en que estoy escribiendo esto, con la casa puesta a punto e instalados, sin horarios y sin rutinas, las ganas de crear han renacido en los dos por voluntad propia. Ellas solas han encontrado su camino. Cuando se crea se crece, y sólo se crea si consigues estar en sosiego, con el ánimo dispuesto y tranquilo para tal fin, con el cuerpo predispuesto para ello. La creación para campar a su aire necesita su propio espacio dentro de ti, pero también fuera de ti. Necesita su propio tiempo de silencio. Y sólo se crea de manera provechosa cuando todo tu entorno está en armonía. Cuando tú estás en comunión contigo mismo. Para ello, tanto Alberto como yo, necesitamos en la misma medida el silencio y la naturaleza, el aire libre. Nuestra forma de crear no entiende ni de espacios cerrados, ni de ruidos, ni de posiciones encorsetadas. Ambos sabemos que hemos acertado de lleno al venir aquí, y por ello, reímos contentos porque está sucediendo lo que hemos venido a buscar. Estamos creando porque ha regresado a nosotros el tiempo del silencio y con él, el tiempo de crecer como profesionales, pero sobre todo como personas. Puesto que de este modo, en silencio y en plena naturaleza salvaje, nos encontramos de frente con nuestro yo real, con nuestro interior, con la raíz desde donde todo nace y entonces creamos y somos felices y nuestra ilusión y nuestros humildes sueños aumentan y con ellos la energía. Una energía que es una secuencia de sensaciones tan fantásticas que perfectamente podemos resumir en un profundo agradecimiento por estar vivos y por sentir como la vida pasa por dentro de nosotros y nos deja aportar a este mundo, nuestra propia estrofa, como diría Whitman.


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz