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jueves, 1 de junio de 2017

EL AQUÍ Y EL AHORA


El otro día oí como un señor decía la siguiente frase: «Yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida.»  Pensé que hay que ser muy hipócrita para creerse uno mismo semejante tontería y hacerla suya. Sólo alguien muy poco inteligente, alguien que tenga o sólo una neurona o una buena dosis de soberbia puede decir tal barbaridad. Todas las personas del mundo, más bien todo los seres vivos del plantea a poco inteligentes que sean se arrepienten de actitudes, de cosas que han hecho. Sólo alguien que no es inteligente puede verbalizar la sandez de que no se arrepiente de nada y creerse impune. No hay nadie que esté libre de arrepentirse. Estoy segura que todos sin excepción nos arrepentimos de muchas cosas y si pudiéramos dar marcha atrás la daríamos, sin dudarlo. Puesto que uno puede decidir entre arrepentirse por haber hecho algo o arrepentirse por no haberlo hecho, pero de ahí, a decir que no se arrepiente de nada es de tan imposible, ridículo.
¿Y por qué, lectores míos, os cuento esto? Porque no soporto la prepotencia de las personas que se creen que están por encima de la vida y cuando oigo frases, como la que oí el otro día, me pongo las manos en la cabeza. No comprendo cómo hay gente que cree que no ha errado y que tiene la vida y el destino en sus manos, cuando la vida y el destino son intangibles, y no errar es algo inhumano. ¿Cómo diantres alguien puede creerse dueño al completo de su vida y sin errores? Si a la que va a la que viene, en un pispás, todo esto se funde en negro aun hayas acertado u errado. Si en un santiamén ya no estás. Si en un visto y no visto se pasa, de tener suerte, a ser sólo un recuerdo. Me asombra la facilidad con la que algunos se olvidan de que la muerte es la única certeza y que la vida es realmente intensa y provechosa si la vives como lo que es: una experiencia única e irrepetible. Puesto que como decía mi abuelo: «De vida sólo tenemos una y debemos saber cómo gastarla, ya que no tendremos una segunda oportunidad para hacerlo.» Por eso, lectores míos, no hay que perder el tiempo; ni aburrirse; hay que sentir; hay que hacer y deshacer; llorar y reír; arrepentirnos si es el caso, o no, si no lo es; pero siempre, siempre ser lo suficientemente honrados y humildes para no engañarnos a nosotros mismos. Porque ese es el más grande de los errores que podemos cometer. La honradez empieza siempre por uno mismo y no vamos a tener una segunda vida, una segunda oportunidad para arrepentirnos de lo hecho y de lo no hecho. Por eso debemos aprovechar siempre el aquí y el ahora. Este momento actual, sin hacer mal a nadie, pero disfrutando tanto como la vida nos lo permita y mientras tanto, —a la que va, a la que viene—,  el verano se va colando en nuestras vidas y entonces podremos mentirnos conscientemente un poquito, solo un poquito, para así poder creer en la eternidad y en los días felices.


Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz