El otro día oí
como un señor decía la siguiente frase: «Yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi
vida.» Pensé que hay que ser muy hipócrita para creerse uno mismo
semejante tontería y hacerla suya. Sólo alguien muy poco inteligente, alguien
que tenga o sólo una neurona o una buena dosis de soberbia puede decir tal barbaridad.
Todas las personas del mundo, más bien todo los seres vivos del plantea a poco
inteligentes que sean se arrepienten de actitudes, de cosas que han hecho. Sólo
alguien que no es inteligente puede verbalizar la sandez de que no se
arrepiente de nada y creerse impune. No hay nadie que esté libre de
arrepentirse. Estoy segura que todos sin excepción nos arrepentimos de muchas
cosas y si pudiéramos dar marcha atrás la daríamos, sin dudarlo. Puesto que uno
puede decidir entre arrepentirse por haber hecho algo o arrepentirse por no
haberlo hecho, pero de ahí, a decir que no se arrepiente de nada es de tan
imposible, ridículo.
¿Y por qué,
lectores míos, os cuento esto? Porque no soporto la prepotencia de las personas
que se creen que están por encima de la vida y cuando oigo frases, como la que oí el otro día, me pongo las manos en la cabeza. No comprendo cómo hay gente que cree que no ha errado y que tiene la vida y el destino en sus manos, cuando la vida y el destino son
intangibles, y no errar es algo inhumano. ¿Cómo diantres alguien puede creerse dueño al completo de su vida y sin errores?
Si a la que va a la que viene, en un pispás, todo esto se funde en negro aun hayas acertado u errado. Si en
un santiamén ya no estás. Si en un visto y no visto se pasa, de tener suerte, a
ser sólo un recuerdo. Me asombra la facilidad con la que algunos se olvidan de que
la muerte es la única certeza y que la vida es realmente intensa y provechosa
si la vives como lo que es: una experiencia única e irrepetible. Puesto que
como decía mi abuelo: «De vida sólo
tenemos una y debemos saber cómo gastarla, ya que no tendremos una segunda
oportunidad para hacerlo.» Por eso,
lectores míos, no hay que perder el tiempo; ni aburrirse; hay que sentir; hay que hacer y
deshacer; llorar y reír; arrepentirnos si es el caso, o no, si no lo es; pero
siempre, siempre ser lo suficientemente honrados y humildes para no engañarnos
a nosotros mismos. Porque ese es el más grande de los errores que podemos
cometer. La honradez empieza siempre por uno mismo y no vamos a tener una
segunda vida, una segunda oportunidad para arrepentirnos de lo hecho y de lo no
hecho. Por eso debemos aprovechar siempre el aquí y el ahora. Este momento actual, sin
hacer mal a nadie, pero disfrutando tanto como la vida nos lo permita y
mientras tanto, —a la que va, a la que viene—, el verano se va
colando en nuestras vidas y entonces podremos mentirnos conscientemente un poquito, solo un
poquito, para así poder creer en la eternidad y en los días felices.
Besos y abrazos
a tod@s.
María Aixa
Sanz