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miércoles, 19 de julio de 2023

LOS INQUIETOS ~ 23

“¿Quiere pasar? Será mejor que entre. Tengo un asunto que comentarle", le oyeron ambos (madre e hijo) decir a Neville. Adelaida Whitaker  entró. Por primera vez en mucho tiempo deseó que sus tacones no resonasen. Intentó evitarlo, en vez de provocarlo como habitualmente hacía. Se supo demasiado frívola para encarar la existencia desde el punto de vista del hombre que caminaba delante de ella con su hijo adoptivo cogido de la mano. Una vez en el estudio tuvo el impulso de decirle que se lo quedase él. Se mordió  la lengua, porque tuvo la impresión de que  aquella extraña  pareja formada por  un viejo y un niño le leían  el pensamiento. “¿Le apetece un té o un café  con  un poco de bizcocho?”, le preguntó  Neville,  y el chico añadió: “El bizcocho  está riquísimo, Adelaida.” Sorprendida por el ofrecimiento y por la familiaridad con la que ellos dos se trataban, cuando a ella le resultaba una tarea despiadada confraternizar con el crío, la puso de mal humor. “No. Tengo el estómago  revuelto y los nervios a flor de piel desde ayer. Qué  desgracia lo sucedido en el convite  de la boda. ¿Se ha enterado?”, se excusó  Adelaida Whitaker.  “Siento  lo de su estómago  y sus nervios, pero recuerde que cada uno se fabrica su propia suerte”, le indicó Neville  haciendo suyas las palabras  de Margaret. Ella pensó que el hombre era implacable. Se sintió desolada y deseó  que todo aquello acabase cuanto antes. “¿Tenía  algo que comentarme, cierto?”, le  espetó a  Neville. Él  se levantó  tomó un cuaderno de colorear para adultos y un bote con lápices de colores. Se lo entregó a Niño Blas, y le dijo: “Vete un rato a la cocina. Quiero hablar con tu madre a solas.” El muchacho obedeció  y salió del estudio sin ni siquiera  protestar. Conociendo que en los próximos  minutos lo que estaba en juego no sólo  era su futuro,  también  la sustancia  de su vida actual. A Adelaida la palabra madre, en boca del piloto refiriéndose a ella, le dio una sensación de irrealidad difícil de esconder. “Esa no soy yo. No soy madre. Por mucho empeño que ponga, no siento lo que debería sentir. Es descorazonador “, le confesó a Neville con una sinceridad que la asombró. “Lo sé”, admitió el hombre. “No es un bolso. No lo puedo devolver", se reprochó  ella. “Así  es", le contestó  Neville. “¿Qué  voy hacer?”, le preguntó  la cantante. “Quererlo. La aventura valdrá la pena se lo aseguro. Aprender a quererlo por lo que es", le dijo Neville. “¿Y qué es?”, susurró ella. “Un niño. Y como todo niño no desea sentirse rechazado, sino amado; protegido, y no abandonado a su suerte. Además es verdaderamente  inteligente. Cuando le preste atención  le sorprenderá. Por último, no le mienta, no sea egoísta  con él. Eso a un padre siempre acaba pasándole factura”, le  explicó Neville. “Entiendo", le respondió  la mujer. “Creo que le vendría genial que lo enviase a la granja de mi amigo Cliff. Si lo desea yo hablaré  con él. Yo me encargaré. También  puedo guiarle en sus estudios y sus actividades extraescolares. Si eso le sirve de ayuda, se la ofrezco”, le sugirió  Neville. “Le vendría  bien tener una figura paterna que lo representase. Mi marido no se va a ocupar. En el trato que hicimos cuando quise llevármelo a casa, él quedó excluido de todo deber. Pero sinceramente, no entiendo por qué usted quiere implicarse” le dijo Adelaida. “Porque uno siempre ha de estar a la altura de lo que la vida dispone en su camino. Porque hay que hacer lo correcto, aunque no sea la opción  más  fácil. Porque no me sale del corazón hacer lo contrario”, le aclaró  Neville.  ”Entonces, acepto su ayuda. La acepto agradecida, en verdad.  He visto  como le mira, como con usted se siente en su hogar. Espero de este modo no seguir defraudando a Niño Blas. Ni ser en su vida una intrusa que está ahí porque un día no supo elegir correctamente. Por favor, cuénteme lo de su amigo Cliff”, le pidió Adelaida Whitaker a Neville. Y Neville le contó lo que una hora antes le había  contado al  chico. Ella vio el plan con buenos ojos,  y le dijo a Neville: “Con que de adulto Niño Blas sea decente me basta. No hace falta que sea notario si ha de ser un sinvergüenza. Si se convierte en un hombre como usted será toda una satisfacción. Habré obrado bien.” Sonrió. Adelaida sonrió. “Ciertamente. Al fin, una sonrisa”, le indicó  Neville. Llamaron a Niño Blas que compungido acudió  raudo, pero al entrar en el estudio y ver el rostro relajado de su madre, su ánimo cambió. Entendió que  el viento  soplaba a su favor,  quizás  por primera  vez en su vida. Neville como el capitán del barco que era en su historia, había  tomado el timón. Pensó que nada podría irle mal de ese día en adelante. Su madre le explicó que le daba carta blanca a Neville para lo que estimase oportuno para su educación y sus actividades extraescolares, también para lo de la granja. Le pidió que por favor, más adelante, la dejase ir con él a ver los animales. Niño Blas, le dijo que por supuesto que sí; y la besó de verdad, como los hijos besan a las madres. Ella comprendió, en ese instante, con el beso: que a su edad y a su existencia le restaban por experimentar junto a su hijo postizo muchísimas primeras  veces. Neville les observó complacido. Acababa de dar cuerda a un reloj. Sonrió para sus adentros. Al rato, quedaron para el sábado a primera hora y se despidieron. Niño Blas se abrazó a Neville, y Neville (con lo mucho que le gustaba abrazar) le estrechó entre sus brazos. “Gracias. Gracias por quererme sin apenas conocernos", le dijo Niño Blas al oído. “Eres un gran chico, muchacho", le indicó Neville. Se lo dijo, pensándolo  en serio. Había  visto en él  una inquietud que no surgía de algo malo, nacía del deseo de no querer desaprovechar el tiempo. 



LOS INQUIETOS 

© MARÍA AIXA SANZ, 2023

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