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viernes, 14 de julio de 2023

LOS INQUIETOS ~ 21

Tras hablar con Samuel y sin tener tiempo para valorar el desenlace del penoso caso del notario y la mecanógrafa del coro, al entrar en su estudio y mirar por el ventanal hacia el jardín trasero le llamó la atención la inclinación de la puerta del cobertizo. Allí de pie, Neville, se oyó decir, por tercera o cuarta ocasión: “Otra vez, no", y figurándose lo que sucedía se enfundó  de nuevo el anorak y salió afuera. “Otra vez, chico. ¿Pero qué pasa contigo?”, le preguntó Neville al mocoso que había optado por esconderse en su cobertizo a dos por tres. “¿Cuántos días han transcurrido? ¿ Cinco? ¿Y lo has vuelto hacer? No puedes esconderte aquí cada vez que te escapas de tu casa. De hecho, no debes escaparte”, le indicó  Neville  mientras lo cogía de la mano y lo sacaba del cobertizo sin contemplaciones. “Sí que debo. Es horroroso vivir con ellos", le  aclaró  el mocoso. “No exageres. No debe ser para tanto. A lo sumo puede ser aburrido,  pero no horroroso. Y si te aburres, te aguantas. Te aguantas. Ser niño no dura siempre. En unos años serás libre para hacer lo que te venga en gana", le explicó  Neville. “¿Me lo promete?”, le preguntó  el crío aferrándose a la mano de Neville. “No sólo  te lo prometo. Es que sé que va a ser así. Tienes toda la vida por delante. Incluso llegará una época en que echarás de menos esto. Vivir como ahora", le contestó  Neville.  “Imposible", le respondió  el mocoso.  “No. No es imposible. Ya verás.  Un día no muy lejano me dirás, tenía usted razón”, le indicó Neville. “Usted mola. Es mi persona favorita del mundo, mundial. ¿Puedo vivir con usted? Eso estaría requetebién. Sería como si siempre fuese Navidad", le dijo el crío. “No. No puedes. Tú,  ya tienes padres; y yo, ya tengo hijos", le respondió Neville. “¿Cuántos?”, le preguntó. “Tres”, le contestó Neville, y cambiando de tema, le dijo: “Te invito a un trozo de bizcocho y una taza de chocolate; y después, te acompaño a casa.” Al oírle el mocoso se encogió  de hombros y aferrado a la mano de Neville se dejó llevar por él. Cruzaron el jardín y entraron en la casa. Al pasar por delante de la puerta del estudio y dirigirse a la cocina, el crío dijo: “Su casa es apasionante. Parece un barco.” “¿Un barco? Explícame éso”, le indicó  Neville. “Sí.  En dos ocasiones he estado aquí, y en cada una de ellas, tengo la sensación de estar dentro de un precioso barco a salvo de la tempestad y de las olas. En el que en su bodega se esconden muchos tesoros, que ya quisiera yo descubrir. Usted es el capitán. Por tanto, en su compañía nada malo puede pasar", le explicó el muchachito a un Neville que le observaba asombrado. Y, de repente, comprendió que el crío por lo que fuese necesitaba sentirse a salvo. “Sentémonos a comer bizcocho. Recuérdame  tu nombre, por favor", le pidió  Neville. “Niño Blas. Sé que es un nombre extraño. Pero respételo, porque es el nombre que estaba bordado en el pijama con el que me abandonaron. Con lo cual es todo lo que tengo de mi existencia anterior a la de ahora”, le dijo el chico. “Es un nombre hermoso. Con carácter. Un nombre del que estar  orgulloso”, le indicó Neville y el crío sonrió satisfecho. “Voy a pedirte un favor, Niño Blas: como sé que me consideras tu amigo, de lo contrario  no vendrías a mi casa tan a menudo, quiero que en el caso de que un adulto te incomode, te moleste o te haga daño me lo digas”, le ordenó  Neville. “Así lo haré. Se lo prometo", le contestó. “Bien. ¿Te incomodan, te molestan o te hacen daño tus padres actuales?”, le preguntó Neville. “No. Él no está nunca; y cuando está, mira la televisión como una rana de ojos saltones o duerme como una marmota. Es amable conmigo. Nunca se va a encariñar, lo sé. Pero me trata cortésmente. No se entromete en nada de lo que hago. Él está en su papel y yo en el mío. Si me tolera en su casa es por el amor que siente hacia Adelaida. Al fin y al cabo, yo soy el capricho de ella. Y, ella, créame es muy pesada. Todo el mundo la adora, pero es más pesada que una vaca. Es muy cariñosa, pero como su marido es más aburrida que una morsa. Son buena gente. Pero dos muermos. Nunca me harán daño”, le explicó Niño Blas. “Veo que te gustan los animales”, le dijo Neville conteniendo la risa.  “Muchísimo”, le  contestó el mocoso. “¿Y por qué  te escapas una vez y otra?”, le preguntó el piloto. “Porque me aburro. Me aburro. En esa casa nunca pasa nada emocionante. No hay palabras, ni historias, ni aventuras, ni movimiento,  ni planes, ni ilusiones, tampoco excursiones,  ni animales, ni hermanos, ni nidos de pájaros, ni una ventana  por la que ver pasar el tren", le aclaró  el muchacho. “Entiendo. Eres un chico de acción”, le contestó Neville. “Lo soy”, afirmó Niño Blas. “¿Dirías que fuera de casa corres peligro? ¿De ahí que mi casa te parezca un barco, digamos, un lugar seguro en mitad de una mar en  tempestad?”, le preguntó Neville. “Señor, fuera es la jungla. A mi edad te pueden raptar sea  para llevarte al extranjero  o para arrancarte un órgano y hacer un gran negocio con él”, le aclaró el chico. “Tienes razón“, le respondió Neville. “Un ejemplo“, dijo de pronto el crío. “Un ejemplo, ¿de qué?”, le preguntó el piloto, mientras reparaba en que se le acababa de ocurrir algo que podía llegar a ser una buena idea. Magnífica. “Me ha hablado usted hoy más, que ellos en un mes. Cómo para no aburrirme", le explicó el muchacho. “Comprendo muy bien por lo que estás pasando", le indicó Neville. “¿En serio?", le preguntó el chico con los ojos abiertos a más no poder. 



LOS INQUIETOS 

© MARÍA AIXA SANZ, 2023

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