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viernes, 2 de febrero de 2018

MI TESORO


«¡Qué regocijo excelente y sin medida
nos han concedido los dioses, al no dejarnos
saber nada sobre el día que
está a punto de nacer!
Hoy, ayer, fueron milagros increíbles.»
―Henry David Thoreau―


Llegar a casa feliz sin que te duela nada, con la sonrisa aflorando en tu rostro, eufórica por cuán provechoso ha sido el camino, por los muchos frutos que he recogido, por lo que me ha sido mostrado y regalado es la fortuna del día de hoy, el tesoro del mañana; del mismo modo que las lágrimas de ayer son la fortaleza en el presente. Hoy os voy a contar una historia, recordaréis que el día de Reyes tropecé de buena mañana casi que antes del amanecer con una pareja de jóvenes ciervos que apenas se dejan ver, pues desde ese día andaba empeñada en volverlos a ver para comprobar que no fueron un sueño del día de Reyes, que existen, que son tan reales como tú y yo, como estas líneas. Desde ese día varias han sido las mañanas en que en mis caminatas  me he desviado un poco para llegar a un comedero y ver desde distintos flancos si la pareja de ciervos por casualidad rondaba por allí. Pero no ha habido forma. No he logrado verlos en ninguna de las visitas al comedero. Y, hoy, por lo inesperado que tiene la vida que la torna loca, sublime y bella, en que andaba yo más avistando aves que mamíferos rumiantes sin pretender ir al comedero he llegado a él sin darme cuenta y allí estaban tan campantes como dos enamorados comiendo del mismo plato. Y, me han vuelto a mirar con sorpresa, pensando: «Ya está esa pesada de nuevo aquí para hablarnos a voz en grito como si estuviéramos sordos.» Pero esta vez para su sorpresa no les he dicho ni pío, me he quedado contemplándolos embelesada, casi que he levitado, estando delante de ellos he vuelto a sentir la misma impresión que el día de Reyes: sé que son felices porque permanecen juntos y lo comparten todo. Lo sé. Tengo esa certeza. He sido consciente en todo momento de cuán afortunada era de ser testigo del amor en su faceta más genuina, la que pertenece a la tierra, a la mar, a los ríos y al aire, es decir, a la naturaleza y que no obedece a ningún tipo de interés. Y esa pareja de ciervos jóvenes han convertido mi día de hoy en un regalo que en estos momentos es mi mayor fortuna y sé por experiencia que todos esos momentos especiales cargados de dicha y júbilo que me hacen sentirme tan afortunada son los que el día de mañana formaran mi tesoro, que no será otro que una vida repleta de momentos únicos que provienen del mundo natural y que he podido compartir y contar de primera mano y en primer lugar a quien amo, para seguidamente contároslos a vosotros lectores míos. Más que nunca ahora sé cómo mi yo de contadora de historias está íntimamente ligado a mi yo naturalista. El uno alimenta al otro. Yo que siempre he estado realmente pegada a la tierra, a la mar y al aire ahora todavía lo estoy más. A mí que la menstruación siempre me ha bajado con el plenilunio, yo que nunca he tenido que mirar ningún calendario ni contar días pues con solo mirar la luna ya sabía cuándo sería más mujer, también sé que tomaré conciencia real de mi tesoro el día en que como las mujeres africanas le diga a la luna: «Tú ya no apareces para mí.» Y, ese día, el día en que escudriñare con ternura y delicadeza mi tesoro, el día en que me podré olvidar de la luna, ese día, podré sentarme tranquilamente y coger una pluma o un lápiz y en una página en blanco escribir a lo Karen Blixen, en vez de Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong... : «Yo tenía un mundo natural al que amar y un hombre bueno que me amaba y al que yo amaba rotundamente y al que me fascinaba contarle historias al oído.» Entonces, a la hora de valorar el tesoro que ha sido mi vida, será cuando más que nunca recuerde a la pareja de jóvenes ciervos y a su amor que tanto se parecía al nuestro y que dos veces en mi vida me sorprendieron, en el momento que menos lo esperaba, que es cuando realmente ocurre lo importante de la vida, como pasa con el amor verdadero. 


Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz