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martes, 1 de mayo de 2018

DEJA QUE CAMINE UN RATO


Calles y plazas mediterráneas

«Sal a caminar durante los días de tormenta o atraviesa los campos 
y los bosques nevados si quieres mantener tu espíritu alerta. 
Trata con la naturaleza bruta. Pasa frío, ten hambre, cánsate.» 
―Henry David Throeau―


Lo contario de echar raíces no es deambular sin rumbo fijo. Sé por experiencia que es más fructífero andar por andar, deambular sin un porqué, caminar sin un propósito, callejear cuando sabes muy bien de dónde vienes y provienes, cuando tus raíces están bien enraizadas a una tierra, a un árbol, a la naturaleza, al hombre al que amas, a un oficio, a una casa, a una familia; porque entonces ese deambular tiene un sitio al que regresar y una razón de ser para ansiarlo, necesitarlo y desearlo y por eso el hecho de llevarlo a cabo resulta ser un placer. Para mí callejear, o deambular sin rumbo fijo, caminar sin un propósito y ya hacerlo contra el viento es mi forma de despejarme, es la forma en que la luz entra en mí. Ese caminar es la grieta que Leonard Cohen sabía que existía en todo con el objetivo de que la luz pudiese entrar en su interior. Y la luz de esa grieta que es mi libre caminar es sentir la mente despejada, liberada de toda mala vibración y llena de mi particular resurgir. Tras un rato, unas horas, de ese caminar aleatorio que no obedece a nada ni a nadie, soy otra. Sé que mientras camino mi mente no se concentra en nada en concreto, ni se contrae por ningún temor, sino que al revés se expande, respira aliviada, y lo paradójico es que sin pensar en nada lo ve y lo entiende todo. Callejear, caminar, deambular sin un rumbo fijo te da el poder de ver lo que en otras horas no ves. La actitud que adopta el cuerpo de dejarse llevar por los pies, de tener fe en esos pies, que aun sin saber adónde van, siempre te llevan al lugar donde te está esperando: la paz, el sosiego, la serenidad, los pensamientos vagabundos, gaseosos y valiosos, los detalles enriquecedores y las revelaciones que te harán crecer como animal humano que eres es la más provechosa y fructífera de las apuestas, la mejor de las costumbres, la más sana de entre todas las opciones a las que uno puede dedicar ratos de su existencia, puesto que siempre e invariablemente al caminar sin obedecer a nada te encuentras a ti mismo en un reencuentro que te es vital y necesario por sorprendente. Caminar te permite autodescubrirte. Pues al caminar exploras con los sentidos no sólo los lugares por los que transcurre tu caminata sino también exploras con todos los sentidos tu interior, hasta la más recóndita parte de tu mente y de tu memoria, y al hacerlo te oxigenas y encuentras y obtienes los frutos de la cosecha que has ido sembrando a lo largo de tu existir. Al caminar deambulando, sin ninguna duda, hallas siempre la mejor versión de ti misma. Lo que hace que te congracies contigo y con el resto de seres que pueblan el planeta. Los hallazgos que realizas en esa manera de caminar sin propósito alguno son tesoros. Como animales humanos que somos, ―conscientes de nuestra finitud―, nos es necesario apresar continuamente mediante el movimiento de nuestros pies esa especie de enamoramiento permanente que mantenemos con la vida y que nos ayuda a soportar incluso lo insoportable. Necesitamos caminar libremente para sentirnos facultados para vivir. No podemos conformarnos solamente con desplazarnos como lo hacen los animales no humanos. Puesto que al contrario de éstos, nosotros necesitamos caminar no solo para ir de un sitio a otro, sino necesitamos caminar para reconquistar los paraísos perdidos que alberga la parte más íntima de la persona en que nos hemos convertido; para de ese modo, encontrarle sentido a una existencia que aun sin saber la fecha exacta de caducidad, sabemos que ésta de existir, existe. Caminar sin ton ni son, caminar libremente, nos salva. Ya que caminar así nos permite percibir un horizonte inmenso delante de nosotros donde todo es posible. Es nuestra forma más pragmática de alargar la vida. El espacio abierto y sin fin donde transcurren nuestras caminatas nos ofrece y regala la impresión de que nuestra existencia está menos constreñida, que es algo abierto, y eso aumenta nuestro bienestar tanto físico como emocional. Algo similar les ocurre a los perros que aun siendo animales no humanos, son los animales más humanos de entre todos los animales no humanos, y es de sobra conocido cuánto necesitan para su bienestar al convivir con nosotros salir a correr a lo loco y sin un porqué aparente, puesto que en realidad no les es necesario ni desplazarse de un lugar a otro, ni cazar para alimentarse. Pero aun así lo necesitan. Al igual que nosotros. Así pues como el animal no humano más humano, es decir, el perro, yo necesito para mantener la cordura el caminar bajo el solo dictado de mis pies. Y cuando caminar se hace por libre voluntad y tus raíces están bien enraizadas, deambular sin rumbo dista mucho del deambular de un mendicante, cuando deambulamos sin rumbo fijo ya sea por la naturaleza o por las calles de nuestras ciudades o pueblos, quienes tenemos un sitio al que regresar, me refiero del mismo modo a nosotros como a los perros, lo hacemos para de manera implícita reafirmar nuestra personalidad y no olvidar quienes en verdad somos mientras nuestras mentes y nuestros cuerpos se expanden y se ensanchan hacia lugares tan enriquecedores como insospechados. Así pues deja que camine un rato, por favor, lector mío, me es menester.


Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz