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viernes, 15 de diciembre de 2023

LOS DESPOSEÍDOS ~ 6

AMANECE Y LA BUHARDILLA SE INUNDA del sol invernal que entra por las chatas ventanas con dintel en forma de media luna. El primero en despertar y abrir los ojos es Ryan. Al tomar conciencia de donde está, sonríe. También toma conciencia de la sonrisa. Es la primera que en muchos meses le ha nacido espontáneamente, de manera natural, al despertar. Observa a Colin y sonríe de nuevo al ser testigo de la manera tan extraña de desperezarse que tiene su hermano, dándole puntapiés a la ropa de cama sin abrir los ojos, sea primavera,  verano, otoño o invierno. Sea a las puertas de Navidad como lo es ahora. Le reconforta enormemente la costumbre de su hermano. Piensa en el refugio que son las costumbres. Al menos, para él lo son. En estos meses de profunda tristeza, él que se ha sentido sin apenas comprenderlo desposeído de todo lo conocido y amado, sabe que en cierta medida las costumbres le han salvado la vida. Las costumbres de sus hermanos, sus caprichos, su forma de ser, sus manías, e incluso los aspectos que antes le molestaban. Mientras Colin amanece a su manera peculiar; Ryan posa su mirada sobre Six, su hermana todavía duerme profundamente. Siempre es la última en despertarse, pero cuando lo hace (tras los ‘buenos días’ de rigor) enseguida comienza a hablar sin parar, como si las palabras se le hubiesen acumulado durante la noche tras los labios. En la boca cerrada. En la tarde de ayer al conocer a Brooke, pensó que como su hermana es una cotorra. Eso sí, cotorras con el corazón lleno de  bondad. Ignora si las hay de otro tipo. Tendrá que averiguarlo. No le gusta quedarse con la duda. Hace lo que sea menester por despejar las dudas, para conocer lo que no conoce, para aprender lo que todavía no sabe. La fuente de la que bebe son los libros, las conversaciones, el prestar atención. Vuelve a mirar a Six, mientras se levanta de la cama, desea que su hermana despierte para oír su vocecita. Otra cosa que Ryan ha empezado a valorar como nunca antes. Es un respiro la buhardilla. Lo fue en el día de ayer al saber que podían instalarse a vivir en ella, digamos que para siempre o (al  menos) por muchísimo tiempo, por años. Sí, es un respiro. Cenaron gratamente los deliciosos platos que les había preparado Beatrice (en  compañía de Brooke) sentados en el sofá con una bandeja sobre las rodillas, tras haber fisgoneado a su gusto y a sus anchas. Hablaron un rato sobre lo agradable del lugar y sobre Baltasara, y después (tal como ella pronosticó) comenzaron a bostezar puesto que les entró el sueño de los bien alimentados. Supone que sus hermanos, como él, también han dormido a pierna suelta. Incluso durmiendo en un colchón nuevo, que no reconoce su cuerpo. Pero el alivio de estar en la buhardilla es tal que dormir resultó de lo más fácil. Llevan incontables semanas siendo estorbo aquí y allá, sintiéndose en terreno de nadie. Sabiéndose vacíos, tristes, inseguros, desposeídos de lo que realmente importa. Fue él quien buscó en el diccionario lo opuesto a poseer, a tener, a disponer. Descubrió siguiendo el hilo que lo conducía de un concepto a otro, que sus hermanos y él carecían de todo, porque algo externo a ellos (muy probablemente el universo) les había usurpado la vida que conocían, robándosela, despojándolos, convirtiéndolos en desposeídos. A continuación, buscó ‘desposeído’, y encontró: ‘Persona que carece de determinada cosa, especialmente de aquello a lo que tiene derecho’. Más tarde, consultó la biblia y halló en el salmo 37:11, unas palabras que lo debían de haber reconfortado: ‘Pero los desposeídos heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar’. No lo hicieron en ese momento, pero si que pensó en ellas, cuando Brooke les anunció que la buhardilla era su lugar en el mundo. Colin y Six vuelven en sí, y alegran enormemente con su alboroto el ánimo calmo de Ryan. De repente se acuerda del viejo Lemonie, el sintecho, que al final resultó ser con quien con más confianza habló en los días  posteriores a la muerte de sus padres. Fue a él a quién preguntó: “¿por qué nos ha ocurrido semejante desgracia? ¿Acaso hemos hecho algo gravísimo para merecer un sino así? ¿ Es por nuestra culpa?” Lemonie le respondió: “Ni en broma, muchacho. Qué culpa, ni qué culpa. La culpa no es de nadie. Esto no va según te portas. Hay indeseables a los que a ojos de todos parece que jamás les va a sobrevenir algo desagradable. Aunque, sinceramente, no lo creo. Y existen buenas personas a las que les ocurren cosas horribles. Es el universo traicionero quien a la que menos te lo esperas y sin venir a cuento te da un zarpazo y te arrebata lo que más quieres. Te da la vuelta como si fueses un calcetín. Eso pasa de igual manera a unos como a otros. Y cuando sucede no queda otra que aprender a vivir, acostumbrarse a la nueva realidad.“ Con la reflexión de Lemonie, Ryan, de alguna manera se quitó un peso de encima, y comenzó a tomarse las conversaciones con su viejo amigo (todavía) más en serio. Al pensar ahora en él desde la buhardilla, es otra de sus reflexiones la que le viene a la mente. Unas horas antes de partir hacia Joly Nice House, al despedirse, Lemonie le dijo: “A los desposeídos sólo les queda la Navidad. Y la Navidad está a la vuelta de la esquina, de modo que tus hermanos y tú debéis esperar lo mejor. Os va a ir bien. No concibo una mejor época para comenzar una nueva vida. No lo dudes, Ryan. Aunque te voy a echar de menos, muchacho; sé que lo mejor para vosotros está por venir. Te agradezco tu amistad. Con Dios, Ryan”. Advirtió en cómo Lemonie había utilizado la voz ‘desposeídos’ para describirlos a los tres, de la misma manera en que él la utiliza, dando por hecho que eso es lo que son; sin embargo, Lemonie también de un modo singular alumbró su camino con la Navidad. Le dio qué pensar. Y ahora después de haber pasado la primera noche en Joly Nice House comienza a comprender. Las piezas del puzle mental a encajar. Oye sin oírlo, como su cerebro procesa lo que su corazón siente, así como las palabras de Lemonie. Por ello, a Ryan le es imposible no ver lo que realmente tiene ante sí: un lugar en el mundo, un  hogar a tan solo unas horas de Nochebuena, como el más maravilloso de los regalos, un futuro cuyo punto de partida es la Navidad. Piensa en lo cargado de razón que está Lemonie. Ciertamente, a ellos sólo les queda la Navidad. Es la única vía para recobrar la ilusión. Como desposeídos que son, es a lo único que en verdad pueden aferrarse con fe. Esa es la esperanza. De la mano se asean, se acicalan, adecentan la buhardilla, se hacen las camas, se ayudan entre sí. Saben de la primera impresión, y no desean que nada les perjudique. Pasan revista a su esfuerzo, observan el trabajo hecho con rigor de coronel, con ojos de avezado marinero, están atentos y en guardia para que no les pase nada por alto. Después de un largo rato de meterse a sí mismos en vereda, se dan permiso para respirar hasta ver más tarde la conformidad o lo contrario en la sonrisa de Brooke. Su juez. También, su amiga. Tal como les ordenó, bajan solos hasta la cocina para desayunar. Descienden con un  talante muy distinto por las escaleras, por las que en la tarde de ayer, ascendieron secretamente con el corazón en un puño. Distendidos dan largas zancadas, tragándose tramos enteros de peldaños, cada uno con un anhelo en particular: Six, con ganas enormes de abrazar a Baltasara; Colin, con la intención de zamparse la deliciosa comida de Beatrice; y Ryan, vigoroso al encuentro del futuro, sintiéndose afortunado. 


LOS DESPOSEÍDOS. Cuento de Navidad.

© MARÍA AIXA SANZ, 2023

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