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martes, 11 de febrero de 2020

RECIBIR UNA CARTA. ADORACIÓN


Berlín,  11 de febrero de 2020


Escucho el bip, bip, del teléfono. Me llega un mensaje. Eres tú que acabas de ver amanecer y el mundo, hoy, te parece maravilloso. Sé que el amanecer tiene un inmenso poder sobre ti, te vivifica, azuza tus miedos, los espanta, y te otorga valentía y unas ganas enormes de vivir y de amar. A ti te ocurre con el amanecer lo que a mí con el amor. No obstante, al igual que a ti me gusta madrugar y despedir a la noche encontrándome de frente con el día y  tener la sensación de que tengo por delante una infinitud de posibilidades. Hoy soy yo quien está de malhumor,  llevo horas así y más que llevaré. Trajino enfadado con todos. Mi malhumor es como una espuma que en el momento más inesperado crece y cubre mi existencia. Tú conoces como nadie ese malhumor y cuando me ves así te quedas mirándome, te acercas a mí, asumiendo el riesgo de sufrir un desplante, obviando el peligro, y me muerdes las orejas, tiras de mi cabello, me encaras a ti, te metes mi nariz en tu boca y luego mi boca en tu boca. Acabamos follando. En ti, dentro de ti, recupero la sensatez, se esfuman los demonios y todo regresa a su estado. Hay días en los que ese malhumor es culpa tuya aun sin saberlo. Odio en algunas horas que me conozcas más que yo a mí mismo. He estado toda la vida encerrado en una jaula en la que  no dejaba entrar a nadie y si bien no vivía, como ahora, al descubierto con los sentimientos a flor de piel,  si bien, no me sentía  totalmente vivo tampoco nadie podía hacerme sentir vulnerable. No sé cómo diantres te has hecho con las llaves de mi jaula, has abierto la puerta y te has metido dentro conmigo . No sé cómo ha pasado. En el tiempo que llevamos con esto hay algo que nunca te he dicho y seguramente es desde donde nace mi amor por ti y este dártelo y mostrártelo todo. Creo, querida mía, que el niño que fui está locamente enamorado de la niña que fuiste tú. Creo, sinceramente,  que los niños que fuimos son los que andan locos de amor; y tú y yo, en realidad sólo obedecemos a sus deseos. Sé que al leer esto sonreirás por lo inesperado de la declaración,  quizás por lo absurdo. Pero sé que es así. Sé que hay unos niños que manejan los hilos de lo nuestro y lo hacen a ratos incluso con maestría. Dos niños que comparten la misma ilusión por todo, que se desafían constantemente, que se aman como jamás amarán a nadie.  Te odio querida mía y no puedo vivir sin ti. Atrincherado estoy tras mi silencio. Durará un día,  dos o tres. Respetas mi silencio aunque jamás me dejas sólo en él. Tiras de mí hacia ti. Me resisto siempre,  es ardua la labor que tienes conmigo, pero pones toda tu fe  en mí, entonces yo me sé el rey de tu mundo, el único rey de tu mundo y en una de esas me convences de que si al menos no tengo ganas de hablar, besar siempre es una buena opción. Me adoras como nunca lo has hecho antes y  me amas hasta quedarte sin respiración. Así eres tú,  también. O todo o nada. No  concibes ni una vida sin mí,  ni amar y vivir a medio gas. Querida mía, dejo de escribirte por el día de hoy. En un santiamén te envío la presente. Más tarde hazme un favor, tras leerme, antes de regresar a tu rutina bésame en los párpados y resucítame. Pues la que pasa por tus labios de fresa es la única manera posible de dejar vivir al niño que fui. 


El berlinés.