«14
de Abril
He dado mi paseo diario a
las 4 p.m. a 89º bajo cero. El sol había caído bajo el horizonte y un color azul,
de una riqueza que no he visto en ningún otro lugar, se extendió apagando todo
excepto las ascuas agonizantes del atardecer. Al oeste, a medio camino del
cénit, Venus era un diamante inmóvil y, en el lado contrario, en el este, había
una brillante estrella parpadeante que se comportaba de forma exquisita, igual
que Venus, en el mar azulado. Al noroeste, una aurora serpenteante plateada y
verde latía y se agitaba suavemente. En algunos lugares, la blancura de la
barrera tenía el aspecto del platino opaco. Todo era delicado y engañoso. Los
colores eran apagados y no abundantes, las joyas eran escasas, el escenario era
simple, pero la manera en la que todo se unía mostraba la obra de un maestro.
Me detuve a escuchar el silencio. Mi aliento, cristalizado según se alejaba de
mis mejillas, vagaba como una brisa más ligera que un susurro. La veleta
apuntaba al Polo Sur. Inmediatamente las semiesferas del anemómetro cesaban su
suave giro según el frío detenía la brisa. Mi aliento congelado flotaba por
encima como una nube. El día estaba muriendo y nacía de la noche, pero con una
gran tranquilidad. Aquí estaban los procesos y fuerzas imponderables del
cosmos, armoniosos y mudos. ¡Eso era la armonía! Era lo que salía del silencio:
un ritmo suave, el compás de un acorde perfecto; quizás, la música de las
esferas. Fue suficiente adoptar ese ritmo para ser parte de él durante un
momento al menos. En ese instante no dudaba de la unión del hombre con el universo.
La convicción llegó porque ese ritmo era demasiado ordenado, demasiado
armonioso, demasiado perfecto para ser producto de la casualidad y, por lo tanto,
tenía que haber un propósito en el conjunto, y el hombre era parte de ese
conjunto, no una casualidad. Era una sensación que trascendía la razón, que
llegaba al centro de la desesperación del hombre y lo encontraba sin fundamento.
El universo era un cosmos, no un caos. El hombre era parte de ese cosmos igual
que lo eran el día y la noche.»
[#lecturasquesuman:
Lecturas de 12, es decir, las que te invitan a subrayarlas con un lápiz.]