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jueves, 10 de mayo de 2018

LO ÚNICO QUE ES MÍO




«Estamos al otro lado de los sueños que soñamos, 
a ese lado que se llama la vida que se cumplió.» 
―Pedro Salinas―

La mayoría de todo lo que en verdad nos importa no está en nuestra vida porque nosotros lo hayamos elegido libremente. La mayoría de todo lo que en verdad nos importa es fruto de situaciones dadas y de relaciones en las que la otra parte, evidentemente, ha tenido tanto a decir como nosotros. Si la etapa más importante de nuestra vida que es la infancia transcurre en un lugar que se escapa a nuestra voluntad y como el nacer ha sido elegido por nuestros padres, tiempo después, cuando somos adultos pasa tres cuartos de lo mismo, es decir, no elegimos libremente, todo está condicionado, pues estudiamos y trabajamos en el entorno de nuestro hogar o fundamos nuestro hogar en el entorno de donde estudiamos o trabajamos. Lo mismo pasa al establecer nuestras relaciones personales, ya sea de amistad o sentimentales, en todas ellas elegimos no más de lo que nos eligen. Todas ellas están condicionadas a la voluntad de los otros. Por tanto, hay poco dentro de lo que en verdad nos importa que podamos decir que es exclusivamente nuestro. Por ello, es necesario hacernos la pregunta de qué es lo que es completa y exclusivamente nuestro. Puesto que la respuesta es lo que en verdad nos representa como individuos, más allá de lo que como miembros de una sociedad somos: padres, madres, hijos, hermanos, maridos, esposas, amigos. Quienes somos individualmente dice mucho de nosotros, es más, es nuestro verdadero retrato. Aquello que hemos elegido libremente muestra al mundo nuestra fotografía más sincera poniendo de manifiesto nuestra verdadera personalidad y diferenciándonos del resto. Si siendo niña la literatura era siempre y cada día un promesa de todo lo bonito que la vida podía darme, el día en elegí la literatura como oficio, como camino por el que transitar, esa promesa se materializó en decenas de promesas que han ido  floreciendo, alegrando y enriqueciendo mi existencia. El día en que elegí libremente la literatura como el modo de estar en el mundo un cielo me fue regalado, del mismo modo como conocí realmente el valor de la palabra compromiso y la magnitud de vivir agradecida. A fecha de hoy sé que la literatura, contar historias, escribir novelas es mi decisión. Es lo único que es mío. Completa y exclusivamente mío. Lo único que he elegido yo y que no me ha sido ni impuesto ni condicionado por el entorno que habito. Contar historias es quién dicta quién soy, quien me define. Lo único que me pertenece al cien por cien, y de lo que soy totalmente responsable como única propietaria. Contar historias es mi vida. Soy contadora de historias. Oficio que hace que me sienta dichosa y afortunada cada día y cada hora. Tanto a la hora de crear, pues escribir y reescribir, siempre es un desafío, un batiburrillo apasionante, un trabajo según Thoreau digno de Hércules; como a la hora de ser leída, pues es enorme la dicha que se siente al ser del todo consciente de que hay muchas personas que entre las miles de actividades a las que pueden dirigir su atención, eligen leer tus novelas, para invertir su preciado tiempo. Así que aquello que es lo único que es exclusivamente mío, que me pertenece por completo y que sólo depende de mí, es lo que plaga mis días y mis horas de amor pues amo el batiburrillo que es escribir; amo poner orden en ese desorden; amo el desafío que es plasmar pensamientos, crear personajes, aupar y armar tramas; amo contar historias; amo desafiarme a mí misma; amo a esos desconocidos lectores que se abocan a las páginas de mis novelas con ilusiones renovadas. Y, constato, con todo ese amor cuánta verdad había en la promesa que la literatura siempre fue, ha sido y es para mí. Por eso, quizás me fascina tanto encontrarme en la tesitura de estar incubando una historia, cuento, texto o narración corta, ―como otros incuban un catarro o una gripe―, sin tener ni idea de adónde voy, porque lo importante en la literatura es ir. Y yo voy.  Siempre voy. He aprendido con el oficio de contar a confiar en las promesas.



Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz