―Walt Whitman―
¿Existe o no existe en
vuestra vida, lectores míos, esa mesilla que no precisamente tiene que ser de
noche, pero sí que debe quedar a mano, donde sobre ella siempre están los
mismos libros?
No me refiero a los libros
pendientes de leer sino a los leídos y releídos y a los que se recurre
constantemente, puede ser que no diariamente, pero sí con la frecuencia
suficiente para que esos títulos jamás lleguen a ser depositados en uno de los
anaqueles de nuestras estanterías. Sí, supongo que sí. Me tomo la licencia
de presumir que contáis con una y la tenéis repleta de esos libros que son una
pequeña guía para caminar por el mundo, para despejar dudas, para reconciliarse
no tanto con la vida sino más bien con el ser humano, incluso con nosotros
mismos.
Fiados y a la espera, en
la mesilla, están los títulos que en el siglo XXI son nuestro propio libro de
rezos y que el hilo que los une se asemeja a un antiguo libro de horas, pues
con ellos se ilumina nuestro interior, es decir, ellos alumbran en exclusiva al
individuo que somos cada uno de nosotros. Por ello, cada persona posee su
propia selección de títulos. Teniéndolos ahí, a mano, confiados y amontonados
la mayoría de las veces sin ningún orden, pero siempre a nuestro alcance.
Yo debo de confesaros que
en vez de una mesilla de noche, los tengo en un cesto, y ese cesto se parece a
un bazar donde puedo encontrar los libros que son alimento básico para mi alma,
para mi espíritu. Los tengo en un cesto puesto que al viajar tantísimo es más
fácil volcarlos en él desde la bolsa de viaje y a la inversa,
antes que ir colocándolos sobre distintas superficies, ya que de ser así,
podrían contar su particular periplo por mesillas de todo tipo de hoteles,
apartamentos, hostales y albergues. Confiarlos al amparo de mi bolsa de viaje o
en el cesto me tranquiliza. Me satisface saberlos cerca, a mano y a buen
recaudo.
Tener cerca a Henry David
Thoreau, a Walt Whitman, a Annie Dillard, a Javier Gomà y a Pedro Salinas me
fortalece y reaviva mi ser. Ya veis, mi mesilla, o más bien, mi cesto, alberga
sólo poesía y ensayo. Ninguna novela, aun siendo este mi género preferido y el que
más leo. Y eso es así puesto que para mí las novelas son como una casa por
habitar, necesitan tu reposo no tu agitación, exigen un estado de ánimo muy
especifico, las novelas demandan ti una predisposición, necesitan que les des
parte de tu tiempo, de tus experiencias y de tus vivencias, parte de tu mundo
interior para sacar lo mejor de ellas; en cambio, los títulos que me acompañan
allá dónde voy, lo hacen, porque soy yo quien demanda todo eso de ellos. Y
ellos, cumplen sin rechistar, muy bien con su cometido. Hacen que una y otra
vez me refresque, como si bebiese en un arroyo de agua limpia y cristalina que
corre llena de júbilo. Son ellos quienes me hacen resurgir algunas veces
incluso de entre las tinieblas. Son ellos quienes cuando ando agitada me dan
reposo. Son ellos la luz de la razón. Iluminándolo todo.
Mi deseo para vosotros en
este día de hoy, lectores míos, es que tengáis vuestra propia mesilla. Que
exista una mesilla en vuestro cada día.
Besos y abrazos a
tod@s.
María Aixa Sanz