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martes, 23 de mayo de 2017

HAY DÍAS QUE SABEN A TARTA


«Si quieres entenderme ven a las sierras o a las playas.»
—Walt Whitman—


Hay días que saben a tarta y aunque no sea tu cumpleaños, tienes mucho que celebrar y por lo que estar agradecida. Hoy desde que me he levantado la vida me sabe a tarta. Quizás me ponga a cocinar una, como por ejemplo la del Monstruo de las galletas, —mi personaje favorito de Barrio Sésamo desde niña—, o tal vez salga a comprarla. Sí. Hoy, estoy contenta por mí y por los que cumplen años y por las alianzas indestructibles que no se rompen ni a la de tres. Estoy contenta, porque me siento afortunada de haber conocido a ciertas personas y que estas estén todavía de una manera u otra en mi vida. Estoy con ganas de asomarme a la ventana y gritarle al mundo que conocerlas valió la pena. Porque se molestaron en conocerme y en averiguar quién soy. Entraron en  mi vida a tumba abierta, sin reparos, sin dejarse las ganas fuera, sin hipocresías ni mezquindades, y me han visto correr descalza por sierras y por playas y me han amado por eso, me aman y me adoran por cómo soy. Como yo les amo y les adoro por cómo son todos ellos. En los últimos meses me he dado cuenta de cómo quien no tiene que estar en tu vida porque nada te aporta, cae por su propio peso, y la existencia le expulsa de tu pequeño mundo, como Adán y Eva fueron expulsados del paraíso. Pero por el contrario, quien sí que debe estar, se queda aun pasen vendavales, tormentas, aun tenga que cruzar desiertos y silencios. Quiero decir, con esto, que la vida somete a tu entorno a una minuciosa criba y una mañana te levantas, abres los ojos y piensas: «Sí, conmigo están los que deben estar.» Y te sientes feliz porque todo encaja, todo está en orden, como si mientras dormías alguien hubiese ordenado tu vida, como quien ordena una alacena o un trastero. 
Es entonces, al poner los pies en el suelo y percatarte de ello, cuando cavilas por unos segundos en quién está y quién se quedó fuera, cuando como en un fogonazo recuerdas que hoy es el cumpleaños de una de las personas más importantes de tu vida, y ello te llena de alegría porque amas a esa persona, y ni corta ni perezosa, en vez de llamarle por teléfono, —algo demasiado manido—, decides hacerle tu tarta preferida, sí, la del Monstruo de las galletas, puesto que él sonreirá al verla ya que sabe que de ese modo le regalas de nuevo y por enésima vez un pedazo de tu ser, de tu intimidad. Y de la misma manera como el día te sabe a tarta, también te sabe a canción de cumpleaños y notas crecer dentro de ti unas enormes ganas de cantarle: «¡Y qué cumplas muchos más!» Porque verle cumplir años es el más preciado regalo que esa persona te puede hacer a ti. 
Pensad, lectores míos, lo afortunados que somos de tener en nuestras vidas a ciertas personas que aunque quizás estén un poco lejos, no te lo parece, puesto que para ti están igual de cerca que lo han estado siempre, porque están en tu corazón, allí habitan. Y ese es un magnífico lugar para estar. 


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz