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lunes, 6 de junio de 2022

6 de Junio ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Me acaricio el cabello. Entrelazo mis dedos con mi pelo. Juego con él. Señal de que todo mi ser se concentra. Acabo de sentarme a escribir al auspicio del sereno atardecer del primer lunes de junio. Dejo atrás con este acto de recogimiento el día con su notable alto en el exterior. Un suave viento del oeste balancea los últimos narcisos de la temporada. Por estos pagos las flores necesitan que las temperaturas aumenten de manera sostenida para formarse del todo. De manera que desde que asoman a principios de marzo hasta que se consolidan puede transcurrir sin ningún tipo de prisa diez o doce semanas. Variedades que a principios de abril lucen hermosas en algunas partes del hemisferio norte, en este lugar (por el contrario) es a finales de mayo o principios de junio cuando se encuentran en su máximo esplendor. Constato jornada tras jornada como en mi existencia las flores son una bendición; otra, es poder adentrarme en el jardín al amanecer (antes de salir al camino a caminar mis kilómetros diarios) para seleccionar unas cuantas, cortarlas y regresar al interior de La Madriguera a crear un pequeño arreglo floral a poder ser con aire, con vuelo, esbelto. Un arreglo en el que la elegancia sea la característica predominante. Mis ojos se detienen (en este punto) en el que he elaborado esta mañana con calas blancas. La perfección a la vista y a los sentidos. No he necesitado surtirme de nada más para alcanzarla. Pienso de nuevo en lo tremendamente gratificante que es plantar con tus propias manos los bulbos que acabarán convertidos en flor en uno de tus jarrones, dándole nombre y textura a la belleza. Al posar mi mirada en las calas blancas recuerdo que es mi flor preferida desde niña, como lo es la enorme planta de amplísimas hojas desde la que se elevan al cielo. Y en ese misterio que resulta ser la forma en que los recuerdos se engarzan los unos con los otros (como los rabos de las cerezas depositadas en un cuenco) recuerdo aquello que Walt Whitman solía repetir: "Si quieres saber dónde está tu corazón, mira adónde va tu mente cuando sueñas despierto.” Sonrío. Junio (el primer mes de calor de los meses sin erre) ha llegado con ganas de buscarle tres pies al gato. Mi mente viaja lejos a lomos del sexto del año. Viaja y regresa; y mi vista se queda fija en esta página. ¿Dónde está tu corazón, María? Ojalá poder dibujar todavía con el talento de los nueve años, pero no. Hay dones que menguan, incluso se extinguen, en favor de otros. Pero de poder hacerlo, dibujaría a ese león y a esa leona que todos los días (tumbados uno al lado de otro) contemplan apaciblemente el atardecer desde las auténticas colinas de Ngong en África. Evocar esa imagen me proporciona una inusitada paz. Los dibujaría, para seguidamente arrancar el dibujo; y hacer con él, una avioneta de papel que sobrevolase aquí, en el entorno de La Madriguera, mis particulares colinas de Ngong. Las que cada mañana cuando alzo la vista provocan en mí un sentimiento de pertenencia, seguridad y hogar. Pero lo cierto es que no sé dibujar salvo con palabras. Así que con ellas imagino, dibujo, trazo, cuento una historia, escribo, y me sé (por un rato) completamente feliz. E incluso puedo verme a mí misma en las colinas lejanas de Kenia, siendo yo la leona. Alma libre, siempre. Sobre todas las cosas el don de escribir, la literatura, me permite seguir siendo el alma libre que nunca he dejado de ser. El arte de contar, como el de vivir, es ir envolviendo la realidad, los secretos y los sueños en la historia adecuada, para componer un arreglo como el de las flores lo más perfecto posible a la vista y a los sentidos. En este momento una luz se enciende dentro de mí como un fogonazo. Una luz a la que la acompaña la sensación de que dentro de nosotros todo lleva trillones de trillones de años. Sin pasado. No existe el pasado en el interior de cada uno. Sólo existe una sucesión de presentes en sesión continúa. Y en este minuto de esa concatenación de instantes sucesivos, pide la vez, a la búsqueda de respuesta la pregunta: ¿Dónde está tu corazón, María? Uff. Río ante la dificultad para contestarla. Aun así, prometo hacerlo, si un día de estos cuando cómoda y silenciosamente instalada en el porche reparo en que estoy soñando despierta. Aunque no me sorprenderá, si es el caso, encontrar a mi corazón en el mismo porche de La Madriguera. ¿Quién sabe? 



“A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. Salmo 121: 1-2”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de Junio de 2022 )