.

lunes, 6 de septiembre de 2021

6 de Septiembre ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Me satisface andar por el camino que se dirige hacia la mejor época del año. Tomarme mi tiempo para repetir año tras año los mismos rituales (siempre particulares y realmente propios) con tal de celebrar el otoño y después la Navidad, e ir añadiéndoles espíritu para obtener de ellos una experiencia todavía más placentera. Sé de almas que gravitan durante todo el año alrededor por ejemplo del carnaval, del magosto o de la verbena de San Juan al considerarlos parte importantísima de su manera de ser y de entender el mundo. A mí me ocurre lo mismo con los meses que están por venir. A unos días de que la última hora de verano se despida de nosotros, mi alma baila su danza de amor con el otoño. Cada año cuando septiembre arriba a mi existencia me encuentra como barco desnortado que anhela puerto. Me descubre aplaudiéndole secretamente con el corazón mientras vuelvo en mí, mientras regreso a mi hábitat. Al noveno mes del año no le extraña que me aferre a él, ni hallarme encantada con su presencia. Me conoce de sobras para que algo de mí (a estas alturas) le sorprenda. No ve descabellado, ni siquiera extravagante, que con su comienzo María esté en modo otoño. Porque de hecho lo estoy; y estarlo, me llena de ilusión. Los preparativos para la época más formidable del año siempre llenan mi vida de alegría y mi cuerpo de entusiasmo. Confieso dibujar con la imaginación en un cuaderno a veces físico, a veces mental, lo que es para mí el otoño y la Navidad, y después intento convertirlo en real. Anoto elementos que he de comprar, recetas que he de probar, decoraciones a llevar a cabo. Disfruto trasladando lo soñado e ideado a la vida cotidiana de La Madriguera. Y tal como voy dándole forma fotografío con la cámara del teléfono en disparos rápidos las pruebas con la intención de contarme a mí misma la historia de mi fe. Porque se trata de fe. Una vez más. De creer. De fe. De agradecimiento. De sentirme bendecida y agradecida por saberme con conciencia y orgullo en manos de Dios. En la Madriguera (como el hogar cristiano que es) existe la costumbre de presentar respeto y gratitud a Dios por lo que nos otorga y regala cada día, práctica que se acentúa en los meses de cosecha y magia. Por ello, cuando Alberto llegado este tiempo (como en estos días) me ve con la cabeza en los preparativos, y observa calladamente, mis idas y venidas con calabazas y guirnaldas de hojas, ante el ritual, sonríe, y antes de que haga comentario alguno; me anticipo, y bromeando le recuerdo aquello que Karen Blixen le dijo a Denys Finch-Hatton cuando él accedió a compartir casa con ella: 《Cuando Dios quiere castigarnos atiende nuestras plegarias 》, entonces él sonríe de verdad de la buena, es más, ríe. Con su risa franca plagada de honestidad, atractiva; la misma risa que cuando le conocí me indicó que de no compartirlo todo con él, la vida me resultaría si no un imposible muy cuesta arriba. Y con esa inteligencia viva, peligrosa, seductora, brillante e irónica que posee, me responde: 《 No tenéis lo que deseáis porque no pedís. Santiago 4:2》Sonrío y le busco los labios. Los encuentro a mi encuentro y le tomo la palabra. Conociendo que el deseo de querer envejecer junto a esa risa, junto a esos labios, junto a él, que en Dawson City se me reveló como una urgencia, no tenía relación con la duda de no saber si uno de los dos puede llegar a desligarse voluntariamente de la sólida unión de las dos almas libres, silenciosas y solitarias que en verdad somos, sino con el hecho en sí de vivir los dos, de no morir ninguno antes de tiempo, de hacernos muy viejitos cogidos de la mano como lo estamos en este otoño que se respira ya en el aire. Y se lo pido de nuevo a Dios. Como se lo pido cada día en el camino, como en esta hora, en el diario natural. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de Septiembre de 2021 )