«El corazón en paz ve una fiesta en todas las aldeas.»
—Proverbio hindú―
En el corazón las personas ubicamos todo tipo de
sentimientos, deseos, pasiones, miedos, esperanzas, amores y desamores. Como si
fuese un gran cajón o el viejo trastero al que todo va a parar. No en balde, el
infarto de corazón es la primera causa de muerte. Pensándolo bien, no es de
extrañar, pues lo sobrecargamos como si fuese capaz de aguantarlo todo. Y
encima nos llenamos la boca de él. Cuando no sabemos cómo explicar algo,
echamos mano del corazón, y allá va el desairado tiene el corazón como
una piedra, o el confiado me ha abierto su corazón, por no
hablar del sincero con el corazón en la mano, o el franco te
lo digo de todo corazón, o el asustadizo se me ha encogido el
corazón, o el generoso es que no le cabe el corazón
en el pecho, o el insidioso le ha partido el corazón a
ella o a él que es todo corazón o que tiene un corazón
de oro. Y también por si todo esto fuera poco: podemos hacer de
tripas corazón, o tenerlo en un puño o que nos dé un
vuelco, e incluso por poder, podemos tener hasta una corazonada.
Así pues, lectores míos, como muy bien sabéis en pocas horas de nuestra existencia no está el corazón presente de un modo u otro.
Cuando en realidad el corazón sólo es un órgano muscular hueco, impulsor de la
circulación de la sangre en los vertebrados y otros animales. Que no se puede
romper al ser un músculo, como mucho se puede aplastar. En cambio, ahí estamos
nosotros, osados donde los haya, haciendo de nuestra capa un sayo,
resguardándonos tras él para explicar al dedillo nuestro existir. Y, si ya de por sí, el susodicho corazón es asunto serio, puesto que sin él no podemos
vivir; tampoco sin él, podemos definir qué nos pasa y que de esa forma nuestros congéneres puedan hacerse una idea de qué
diantres nos ocurre. De tal manera, que además de ser un músculo, el corazón se
convierte en nuestras manos o mejor dicho en nuestras lenguas en una forma de hablar, en un lenguaje universal. Sea como sea. Sea sólo
un músculo o sea una pertinente entelequia a la que recurrir ya que es capaz de
soportárnoslo todo, incluso una vida entera; qué hermoso es tener un corazón
enamorado, saber que nuestro corazón es capaz de amar con todo su ser, ser
conscientes de cuán valiente es cuando sufre y cuánta gratitud hay en él cuando
siente alivio, qué afortunados tenemos que sentirnos al saber que nuestro
corazón es capaz de llorar, de reír contento al presenciar y sentir la alegría
brotando a su alrededor, qué emocionante es poderlo ver sonrojándose, pues todo eso
significa sólo una cosa: que nuestro corazón late, que es un corazón que está
vivo.
Entonces, lectores míos, cuando todo eso ocurre, no debemos
preocuparnos por nada, porque en realidad todo está bien. Todo está perfecto.
Nuestro corazón está en plena forma. Y, con sinceridad, no creo que podamos
pedirle más. Sólo nos queda mostrarle nuestro agradecimiento por tanto y tan bueno, y desearle paz.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz