No sé hasta qué punto
somos conscientes de lo mucho que las personas estamos necesitadas de finales
felices. Por ello, aplaudo cuando estoy ante una creación cuya principal y tal
vez incluso única ambición es esa, la de darle al espectador o al lector, un
final feliz. Encuentro muy meritorio el llevar a cabo un proyecto que tenga por
objetivo ese fin. Hay pocas cosas en el mundo tan hermosas como realizar a propósito algo para que otro ser sea feliz.
Hacer feliz a los otros,
ingeniárselas para provocar en los otros unos instantes de dicha es un acto de
generosidad sin igual. Todo ser vivo, no sólo el ser humano, necesita su dosis
de felicidad. Ya sea diaria, semanal, mensual. Por eso, no es inexplicable que
en los días de frío, en las horas en que la niebla y el silencio son los únicos
habitantes del exterior, en los días en que la lluvia es el sonido de fondo, o
en las tardes y noches en que los copos de nieve dotan del marco ideal para no
querer moverse, toda persona busque arrellanarse en un sofá y busque a través
de la lectura o del visionado de una ficción la felicidad prometida en el
título. Existen pocos momentos tan reconfortantes como los que se disfrutan
viendo o leyendo una historia que aunque el protagonista pase malos ratos, se
sabe de inicio que la trama acaba bien. ¡Pues a quién queremos engañar! Nos
gustan, nos encantan los cuentos con final feliz. Y como la existencia en sí es
ardua, trabajosa, incluso a ratos un imposible, es lógico querer envolverse a modo de manta con ficciones en que el final feliz del cuento es un hecho,
para que así todo nuestro ser se pueda relajar. Los cuentos con final feliz son
nuestra forma de tomarnos un respiro. Es como decirle a la vida: «Detente,
necesito una tregua, unos minutos. Necesito aire, oxígeno, antes de proseguir.»
Para después, cuando el final feliz se ha materializado ante nuestros ojos,
sentirnos como niños el día de su cumpleaños, es decir, sentirnos infantiles,
pletóricos, felices como si la vida se hubiese vuelto ligera y liviana en un
pispás. La consecuencia de los cuentos con finales felices es que por unas
horas no sentimos la gravedad del ser. Nos tornamos seres ingrávidos y eso
resulta ser una maravilla. ¿A qué sí?
Entonces, ya que estamos de acuerdo y visto lo visto, deseo, lectores míos, que ahora que
noviembre ya ha recalado en nosotros para dar paso a diciembre, dispongáis para disfrutarlas de unas cuantas
novelas y películas que os aseguren desde un principio un final feliz, y ya
puestos, también deseo para vosotros que tengáis en vuestra vida un
príncipe o una princesa que sin que tenga mucho cuento os ofrezca, os regale, os escriba un final feliz, pues no os merecéis menos.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz