Dícese de la expresión italiana Bel
canto como el arte del canto basado en la belleza del sonido y el
virtuosismo. El Bel canto siempre se
ha considerado como el cielo de la música. En una hipotética clasificación
musical el Bel canto siempre estaría a la cabeza; muy por delante, de otras formas de cantar. Sin pretender entrar
en gustos musicales y mucho menos en una discusión sobre ellos, pues como en
todos los aspectos de la vida hay tantos gustos como personas y todo es
respetable. Sí que os puedo decir, que personalmente, yo, encuentro en el Bel canto una hermosura fuera de lo
común, una excelencia sin parangón, que me seduce y arrastra. Y deseo disfrutar
de esa clase de música cuántas más veces mejor y a ser posible en marcos y enclaves
distintos a su hábitat natural, entiéndase como hábitat natural: auditorios u óperas.
Es un lujo para los cinco sentidos, incluso para más, mezclar de manera
frecuente el Bel canto con la
naturaleza en estado puro. Siendo la suma una experiencia sin igual, una mezcla
explosiva llena de vida que no tiene precio ya que su valor resulta ser
incalculable. ¿Pues cómo valorar el enriquecimiento y bienestar que nos produce el escuchar piezas de una ópera o una ópera entera por ejemplo en
un refugio de montaña durante una nevada que lentamente como un manto blanco de plumas cubre todo el exterior hasta donde alcanza la vista? ¿O cuál debe ser el precio de estar sentada en el porche de una
cabaña de madera en el claro de un bosque mientras al compás de la música los
ciervos corretean y los pájaros se deslizan en silencio y con suavidad por el
cielo llevando en su ánimo el construirse su propio nido? ¿Y qué decir del beneficio que se obtiene del placer
que es escucharlo cuando caminas descalza por una casa a la orilla de la mar, con las ventanas y puertas abiertas de par en par, percibiendo como las notas y
las olas se unen en una perfecta comunión?
Aunque a más de uno le pueda parecer
una especie de profanación sacar el Bel
Canto de las paredes que siempre han sido su morada original os aseguro que es una elevación. Pues
fuera de su hábitat el Bel Canto
crece. Se eleva. Te transporta. Provocando que te invada una súbita alegría y que te sientas afortunado por estar sobre la faz de la Tierra en ese preciso y
precioso momento. Sonríes y cantas, sin ni siquiera percatarte de ello. Lo
disfrutas en todo su esplendor. Sí, escuchar el Bel canto fuera de su lugar, en mitad de la naturaleza te hace
flotar en una nube de alegría y es capaz de salvarte la vida y llenarte de
felicidad. Os prometo que es imposible en un marco así sentir pesar alguno y no
acabar riendo lleno de dicha. El Bel
canto, ahí, en ese punto hace tabla rasa, borrón y cuenta nueva, y aparta muy
lejos de ti lo feo y lo malo de la existencia, reconciliándote con la vida.
¿Qué
no te lo crees? Pruébalo, y luego hablamos. Pero, antes, calla y deja que suene
la música… «Parla più piano e nessuno sentirà, il nostro amore lo viviamo io e te,
nessuno sa la verità, neppure il cielo che ci guarda da lassù. Insieme a te io
resterò, amore mio, sempre così… »
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz