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lunes, 27 de febrero de 2017

CÁSCARAS VACÍAS



«Quien camina una legua sin amor, 
camina amortajado 
hacia su propio funeral.» 
—Walt Whitman―


El otro día haciendo un barrido mental de todas las personas a las que  he conocido, y son muchas, me di cuenta que muy bien se pueden dividir en dos grupos. El primer grupo está formado por las personas a las que no les importa invertir su tiempo en amar. Es más, lo invierten con alegría dando amor y haciendo felices a los otros,  ―entiéndase por esos otros de la misma manera a seres humanos como a seres vivos―. Personas que anteponen ese amor, ese darse a los otros, incluso a sus prioridades puesto que su propio bienestar probablemente está totalmente ligado a la felicidad y armonía que crean para los otros. El segundo grupo de la división sería aquel en el que se encuentran las personas cuya postura ante la vida y sus congéneres es completamente la opuesta a la del primer grupo, es decir, estos no invierten ni un solo minuto de su vida en dar amor, sea este del tipo que sea, no crean ni amor ni felicidad por allí donde pasan, por allí donde transcurren sus vidas. Estos seres, los del segundo grupo, son visibles totalmente pues si los primeros son fáciles de hallar pues cuando uno se los encuentra en su caminar su luz lo inunda todo y uno siente que ha dado con un auténtico tesoro; los segundos, son incluso, más fáciles de reconocer pues llevan por bandera un semblante y unas maneras avinagradas y una actitud llena de ponzoña y resquemor, tanto, que desde lejos se les ve llegar. Además, hay algo que les diferencia todavía más y que está debajo de la superficie y que no se ve, que no se vislumbra ni con el trato ni con el contacto, pero que está ahí. Está en los dos grupos y es algo que les acabara diferenciando y separando todavía más: el futuro. 
Si nos situamos por un momento en el futuro, ―hagamos ese ejercicio―, podremos darnos cuenta de cómo ahí se les acabará de diferenciar por completo a través de su forma de vivir. Pues raro será encontrar en el futuro a una sola persona de esos seres que han invertido su tiempo y toda una vida en crear y dar amor; actitud y generosidad que les ha proporcionado una calidad humana incuestionable y una riqueza y serenidad interior que no se puede comprar ni comparar con nada, viviendo en soledad. Por el contrario, no será para nada extraño tropezar en ese mismo futuro con seres del segundo grupo que vivan instalados en una absoluta soledad no buscada, que les hará pasearse por las calles del mundo como cáscaras vacías, llevando en su mirar la angustia de lo desconocido. Sí, lectores míos, esos seres que en el presente son los que siempre se plantan delante del otro como si el otro fuese su enemigo, descubrirán en el futuro que el enemigo más grande que han tenido siempre han sido ellos mismos. No será entonces extraño escuchar un comentario dicho por lo bajini por alguien, así como quien no quiere la cosa, de: «Se lo ha ganado a pulso.» Puesto que de existir, existe, una fuerza silenciosa que se desliza por debajo de la superficie de la Tierra, cargada de la energía que todo lo equilibra y que va más allá, en el que la red del amor que hemos dado, que hemos ido tejiendo a lo largo de nuestra vida, es para siempre. Y es esa red, no os equivoquéis, quien a la hora de la verdad, nos sostendrá en el futuro. De modo, que ya sabéis amad sin temor puesto que nuestro hoy será nuestro mañana. 


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz