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martes, 28 de febrero de 2017

Naturaleza sin pausa


La naturaleza sin pausa, ajena a todo. 
El gran espectáculo para los ojos que saben mirar. 
#naturalezasinpausa 


Una foto para el último día del mes. 
Un abrazo a tod@s. 
© Alberto Fil

lunes, 27 de febrero de 2017

CÁSCARAS VACÍAS



«Quien camina una legua sin amor, 
camina amortajado 
hacia su propio funeral.» 
—Walt Whitman―


El otro día haciendo un barrido mental de todas las personas a las que  he conocido, y son muchas, me di cuenta que muy bien se pueden dividir en dos grupos. El primer grupo está formado por las personas a las que no les importa invertir su tiempo en amar. Es más, lo invierten con alegría dando amor y haciendo felices a los otros,  ―entiéndase por esos otros de la misma manera a seres humanos como a seres vivos―. Personas que anteponen ese amor, ese darse a los otros, incluso a sus prioridades puesto que su propio bienestar probablemente está totalmente ligado a la felicidad y armonía que crean para los otros. El segundo grupo de la división sería aquel en el que se encuentran las personas cuya postura ante la vida y sus congéneres es completamente la opuesta a la del primer grupo, es decir, estos no invierten ni un solo minuto de su vida en dar amor, sea este del tipo que sea, no crean ni amor ni felicidad por allí donde pasan, por allí donde transcurren sus vidas. Estos seres, los del segundo grupo, son visibles totalmente pues si los primeros son fáciles de hallar pues cuando uno se los encuentra en su caminar su luz lo inunda todo y uno siente que ha dado con un auténtico tesoro; los segundos, son incluso, más fáciles de reconocer pues llevan por bandera un semblante y unas maneras avinagradas y una actitud llena de ponzoña y resquemor, tanto, que desde lejos se les ve llegar. Además, hay algo que les diferencia todavía más y que está debajo de la superficie y que no se ve, que no se vislumbra ni con el trato ni con el contacto, pero que está ahí. Está en los dos grupos y es algo que les acabara diferenciando y separando todavía más: el futuro. 
Si nos situamos por un momento en el futuro, ―hagamos ese ejercicio―, podremos darnos cuenta de cómo ahí se les acabará de diferenciar por completo a través de su forma de vivir. Pues raro será encontrar en el futuro a una sola persona de esos seres que han invertido su tiempo y toda una vida en crear y dar amor; actitud y generosidad que les ha proporcionado una calidad humana incuestionable y una riqueza y serenidad interior que no se puede comprar ni comparar con nada, viviendo en soledad. Por el contrario, no será para nada extraño tropezar en ese mismo futuro con seres del segundo grupo que vivan instalados en una absoluta soledad no buscada, que les hará pasearse por las calles del mundo como cáscaras vacías, llevando en su mirar la angustia de lo desconocido. Sí, lectores míos, esos seres que en el presente son los que siempre se plantan delante del otro como si el otro fuese su enemigo, descubrirán en el futuro que el enemigo más grande que han tenido siempre han sido ellos mismos. No será entonces extraño escuchar un comentario dicho por lo bajini por alguien, así como quien no quiere la cosa, de: «Se lo ha ganado a pulso.» Puesto que de existir, existe, una fuerza silenciosa que se desliza por debajo de la superficie de la Tierra, cargada de la energía que todo lo equilibra y que va más allá, en el que la red del amor que hemos dado, que hemos ido tejiendo a lo largo de nuestra vida, es para siempre. Y es esa red, no os equivoquéis, quien a la hora de la verdad, nos sostendrá en el futuro. De modo, que ya sabéis amad sin temor puesto que nuestro hoy será nuestro mañana. 


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz

martes, 14 de febrero de 2017

NATURALEZA SIN PAUSA




«Con la naturaleza no se juega impunemente.
Es más vengativa que Dios.»

―Rosamond Lehmann―



No sé si muchos de vosotros pero sí que sé que alguno ama la naturaleza como lo que es: Un espectáculo para los ojos que saben mirarla; una fuente de aprendizaje para los que saben escucharla; y vida para los que saben disfrutarla sin dañarla. Creo a pies juntillas en la máxima que Alberto me ha enseñado de: «Quien mata a la vida, la vida huye de él.» Creo en sus máximas porque nacen de su forma de ser reflexiva, prudente, honrada y honesta. Y amante y observador nato de la naturaleza como es, por tanto extremadamente cuidadoso con ella, si te enseña algo sobre la naturaleza debes creerlo. Con él he aprendido a abrir los ojos delante de ella, he aprendido a diferenciar los matices, los colores, los sonidos, he aprendido a valorar su belleza y a respetar su poder. Nos gusta vivir rodeados de naturaleza, eso nos hace sentir vivos como si estuviésemos en el centro mismo de algo más inmenso de lo que somos las personas y que se llama Universo. No creo que podamos volver nunca a quedarnos en el asfalto, ni tampoco creo que separarnos del verde sea algo posible. Quiero decir que no nos verán ni por tierras áridas, ni por atascos. Muchos de vosotros aunque viváis en entornos urbanitas sucumbís a la belleza que podéis contemplar a través del televisor de un volcán en erupción, de una profusa nevada, o de una caudalosa catarata. Además, seguro, que más de uno para oxigenarse busca al menos una vez al año escaparse a la montaña o a la playa como alma que lleva el diablo para mirar de frente y a los ojos aunque solo sea por unos días la inmensidad que nos regala la naturaleza. ¡Qué hermoso es sentirla en nuestra piel! ¡Qué extraordinario resulta ser el placer de apreciarla con nuestros ojos! ¡Qué vivo se siente uno cuando escucha sus sonidos! ¿Verdad? Nada como unas olas, como el aire meciendo la hierba, como el trino libre de los pájaros también libres, como el frufrú de las ramas de un árbol, como el silencioso descenso de los copos de nieve en ese flotar tan suyo, nada como sentir el viento en la cara que te aparta del cerebro todo lo feo y te deja limpios los pensamientos, nada como el acurrucarse mientras la lluvia se convierte en el ruido de fondo, nada como sentir el sol en la piel invadiéndote, y así, en un largo etcétera que también comprende la vida de todos los seres que viven en ella. Luego está el gran poder que posee, en esa, como Alberto la llama―, naturaleza sin pausa ajena a todo, y capaz de todo. ¿Pues qué se puede hacer ante un tornado, una tempestad, un huracán, un tsunami? ¿Quién puede pararlo? Nadie. Ya que nadie hay tan poderoso sobre la faz de la Tierra para plantarle cara a la naturaleza y detenerla; por ello, ni él ni yo ni muchas personas entendemos qué clase de malignos seres son y cuánta inconsciencia y rencor albergan en su interior esos individuos que deciden cuando nadie los ve matar un árbol, por ejemplo, quemar un bosque... Sin ninguna razón. Olvidándose en ese mismo momento que quien juega con la naturaleza no sale inmune. Olvidándose que quien mata a la vida, la vida huye de él. Olvidándose que en ese justo y exacto instante la naturaleza con todo su poder se pondrá en movimiento para crear nueva vida muy lejos de su asesino. Pues no sé si os habéis dado cuenta, pero es la naturaleza quien es la verdadera superviviente, algo de lo que lejos estamos de ser los humanos. Y que cuando esos asesinos más pronto que tarde estén bajo tierra cubiertos de gusanos y criando malvas será la naturaleza quién baile sobres sus tumbas. 
Y os prometo que ni Alberto ni yo seremos quienes se apiaden de ellos, como tampoco lo harán todos los hombres y mujeres de bien. 

Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz

jueves, 9 de febrero de 2017

A LA INTEMPERIE



«Dejaba atrás los colores lenteja, azafrán, beis. Una sórdida y oscura mortaja cubría los primeros barrios periféricos, hasta que el día lanoso se despejó y las vallas publicitarias, las fábricas, el canal con sus barcazas, los huertos con árboles de troncos blancos, el ganado y los sauces y los campos llanos y verdes emergieron misteriosamente, atrapados en una transparencia de muselina empapada de azulete. La materia amorfa del cielo empezó a acolcharse para luego abrirse y deshilacharse; un fantasma azul respiraba aquí y allá por las vaporosas fisuras, y el aire estaba impregnado de una esencia luminosa procedente de los rayos delicados e indirectos del sol, aún invisible. Haría bueno.»


[#lecturasquesuman: Novelas de 12, es decir, las que te invitan a subrayarlas con un lápiz.]

lunes, 6 de febrero de 2017

PAMEOS Y PEOMAS



«No inventaré la inútil mentira de la perpetuidad,
mejor cruzar los puentes con las manos
llenas de ti.»


[#lecturasquesuman: Obras de arte en formato libro que por su belleza te dejan ojiplático y sin aliento.] 

viernes, 3 de febrero de 2017

¿QUÉ NO TE LO CREES? PRUÉBALO, Y LUEGO HABLAMOS


Dícese de la expresión italiana Bel canto como el arte del canto basado en la belleza del sonido y el virtuosismo. El Bel canto siempre se ha considerado como el cielo de la música. En una hipotética clasificación musical el Bel canto siempre estaría a la cabeza; muy por delante, de otras formas de cantar. Sin pretender entrar en gustos musicales y mucho menos en una discusión sobre ellos, pues como en todos los aspectos de la vida hay tantos gustos como personas y todo es respetable. Sí que os puedo decir, que personalmente, yo, encuentro en el Bel canto una hermosura fuera de lo común, una excelencia sin parangón, que me seduce y arrastra. Y deseo disfrutar de esa clase de música cuántas más veces mejor y a ser posible en marcos y enclaves distintos a su hábitat natural, entiéndase como hábitat natural: auditorios u óperas. 
Es un lujo para los cinco sentidos, incluso para más, mezclar de manera frecuente el Bel canto con la naturaleza en estado puro. Siendo la suma una experiencia sin igual, una mezcla explosiva llena de vida que no tiene precio ya que su valor resulta ser incalculable. ¿Pues cómo valorar el enriquecimiento y bienestar que nos produce el escuchar piezas de una ópera o una ópera entera por ejemplo en un refugio de montaña durante una nevada que lentamente como un manto blanco de plumas cubre todo el exterior hasta donde alcanza la vista? ¿O cuál debe ser el precio de estar sentada en el porche de una cabaña de madera en el claro de un bosque mientras al compás de la música los ciervos corretean y los pájaros se deslizan en silencio y con suavidad por el cielo llevando en su ánimo el construirse su propio nido? ¿Y qué decir del beneficio que se obtiene del placer que es escucharlo cuando caminas descalza por una casa a la orilla de la mar, con las ventanas y puertas abiertas de par en par, percibiendo como las notas y las olas se unen en una perfecta comunión?
Aunque a más de uno le pueda parecer una especie de profanación sacar el Bel Canto de las paredes que siempre han sido su morada original os aseguro que es una elevación. Pues fuera de su hábitat el Bel Canto crece. Se eleva. Te transporta. Provocando que te invada una súbita alegría y que te sientas afortunado por estar sobre la faz de la Tierra en ese preciso y precioso momento. Sonríes y cantas, sin ni siquiera percatarte de ello. Lo disfrutas en todo su esplendor. Sí, escuchar el Bel canto fuera de su lugar, en mitad de la naturaleza te hace flotar en una nube de alegría y es capaz de salvarte la vida y llenarte de felicidad. Os prometo que es imposible en un marco así sentir pesar alguno y no acabar riendo lleno de dicha. El Bel canto, ahí, en ese punto hace tabla rasa, borrón y cuenta nueva, y aparta muy lejos de ti lo feo y lo malo de la existencia, reconciliándote con la vida. 
¿Qué no te lo crees? Pruébalo, y luego hablamos. Pero, antes, calla y deja que suene la música… «Parla più piano e nessuno sentirà, il nostro amore lo viviamo io e te, nessuno sa la verità, neppure il cielo che ci guarda da lassù. Insieme a te io resterò, amore mio, sempre così… » 


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz

miércoles, 1 de febrero de 2017

EL ALIVIO AL SOLTAR LASTRE



Hay mucho de sabiduría y elegancia, como también de honradez, y una  buena dosis de determinación y valentía en saber cuándo hay que cerrar una etapa de nuestra vida, poner el punto y final a un capítulo, pasar página. Baudelaire dijo en su día que a la lista de los derechos del ser humano se tendría que agregar el derecho a marcharse. Opinión que suscribo. Por ello, encontrar la hora y el día justos en que se decide poner fin a algo es un día épico, pues si lo hacemos bien ganaremos nuestra particular pequeña batalla de la que será un hecho sentirnos orgullosos. Cuando lo más fácil, pero también lo más engañoso, es caer en un autocomplaciente pretexto e ir posponiendo la decisión. Creo que engañarse a sí mismo, es de las peores cosas que un ser humano puede hacer contra su integridad, de ahí la importancia de escoger el momento y la forma. A menudo, ese momento se precipita después de que se haya vertido esa gota que resulta ser la última y que hace colmar el vaso de nuestra paciencia; pero, no obstante, todo viene de mucho antes de esa gota, todo estaba ahí desde mucho antes de tomar la decisión: Ese; ya no te quiero en mi vida, amor. Ya no te quiero en vida, lugar. Ya no te quiero en mi vida, amigo. Ya no te quiero en mi vida, trabajo. Ese ya no te quiero ha estado incubándose en nosotros desde a saber cuándo. Pero verbalizarlo, tomar el timón o las riendas de nuestro presente, tener la gallardía de mirarnos al espejo y decirnos esto es lo que hay y de ahora en adelante cierta persona, cierto trabajo, cierto lugar no va a formar parte de mi existencia es harina de otro costal. Sin embargo, la enormidad de ese ya no te quiero encuentra el canal para tomar forma y manifestarte, y después el alivio. Pocas cosas hay comparables al alivio que el ser humano experimenta cuando cierra un capítulo de su vida, cuando pone el punto y final a una etapa. Con la capacidad que posee el ser humano para superarse sabe que al poco llegará el olvido y mientras éste llega, nuestra vida será inundada por la ilusión; una ilusión renovada, por estrenar, abriéndose a nosotros a través de nuevas experiencias y aventuras que tendrán forma de lugar, persona o trabajo. Y eso, esa ilusión llena de vitalidad, que algunas veces da incluso vértigo, a la hora de la verdad no tiene precio, y es incomparable, es un marco demasiado hermoso para no querer disfrutarlo y saber que el punto y final que acabamos de poner ha sido la mejor decisión que hemos tomado en mucho tiempo. Puesto que cuando algo es una rémora, un lastre, es porque hemos dejado de creer en ello, hemos perdido la fe en esa persona, en ese lugar, en ese trabajo, y entonces sólo tenemos una opción que es soltarlo. Se acometa con más o menos elegancia solo nos queda una opción: soltar lastre. Ya que vivir, no se trata de tan solo vivir sino de sobrevivir, y para sobrevivir hay que salvarse a uno mismo y para salvarse hay que ir soltando todo aquello en lo que ya no creemos para dejar espacio a  lo nuevo que nos ha de llegar. Pues seguro nos llega. Ya que el mundo es un lugar plagado de posibilidades. Eso es algo que jamás se debe olvidar, y como dice Bryant McGill: «Tu futuro empieza siempre con tu próximo pensamiento.» De modo que aprovechémonos de nuestra capacidad de discernir y cribar entre lo bueno y lo malo que hay en nuestro existir. Confiad en vosotros mismos, confiemos en nosotros y en nuestro instinto. Puesto que el instinto nunca falla. 


Besos y abrazos a tod@s. 
María Aixa Sanz