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martes, 24 de mayo de 2016

I’VE GOT YOU UNDER MY SKIN

Una vez, muchos años después de que  en 1957 aparentemente Frank Sinatra y Ava Gardner dieran por finiquitada su relación; cuando a Frank Sinatra en una entrevista le preguntaron por Ava, contestó que a Ava la tenía bajo su piel. Literalmente respondió: «I’ve got you under my skin.» Aparentemente habían roto su unión pero no era así, porque la de ellos era una relación de esas que nunca acaban de romperse. Es más, Ava que residía en Londres, sabía algo diariamente de Frank, puesto que él la llamaba por teléfono desde Nueva York, Los Ángeles o Las Vegas todos los días a las ocho de la tarde, ―hora londinense―, para hablar largamente con ella. Lo hizo hasta que Ava murió en 1990. Ese es el final de una historia de dos que aun viviendo separados, no podían vivir el uno sin el otro. De esa historia, yo me quiero quedar para extrapolarla con esa grandísima y contundente expresión: I’ve got you under my skin; y me quedo ahí pues es ahí donde van a parar, donde se quedan a vivir aquellas personas que lo han sido todo en nuestra vida y que ya no están con nosotros de manera física, esas personas que se merecen el adjetivo de trascendentales, esas personas sin las cuales no seriamos quienes somos, esas personas a las que siempre les estaremos agradecidos, a las que no se les olvida, a las que siempre vamos a querer. Cada uno de nosotros si hace un ejercicio de introspección, y mira en su interior, exactamente debajo de su piel sabe el nombre y apellidos de ese familiar, de ese amigo, de ese amante, de ese abuelo, de ese hermano, en definitiva, de ese ser. Uno, podría pensar que esa persona tan especial ha ido a parar a la parte del cerebro donde se guardan los mejores recuerdos, o al rincón del corazón donde va a parar lo importante de la vida, pero no, lo realmente valioso e imprescindible, lo que realmente ha formado parte de nuestra historia vital como seres humanos, va justamente a parar debajo de la piel. Por eso cuando te acaricias la parte interna de los brazos te devuelven un cosquilleo que te hace sonreír, ese cosquilleo que te recorre es para recordarte que jamás vas a estar solo, que ese alguien siempre estará contigo; y ese alguien, por supuesto, también vive debajo de la piel de los párpados, en la parte de atrás, por eso cuando los cierras ves con una nitidez absoluta la belleza serena de ese ser. 
Nadie más en el mundo, salvo nosotros, sabe quién es, por eso solo a ese ser, solo a él y a nadie más, le podemos decir, además de otras muchas cosas: «I’ve got you under my skin.» «Te tengo bajo mi piel.»  Y con eso queda dicho todo.


Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz