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lunes, 15 de agosto de 2022

15 de Agosto ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Le doy los últimos toques de plancha al mantel por estrenar. Se trata del que me regalé el día antes de mi cumpleaños. En esa costumbre mía de reconocer con un símbolo los doce meses que dejo atrás. En esta luminosa mañana de verano estoy levantado una hermosa mesa y cocinando un guiso de rape con el que mojar pan recién horneado a la hora de comer. Es el aniversario de La Madriguera. En la hora de la sobremesa de un quince de agosto como el de hoy nos instalamos aquí. Recuerdo la calma de la tarde y la luz dorada que entraba por las ventanas. También recuerdo el silencio. Era como si de pronto la sociedad, el ruido, las voces vacías de contenido quedasen muy pero que muy lejos. Acaricio el recuerdo con los dedos, lo palpo con las manos, de tan vivo como está. No me sentí extraña, ni fuera de sitio. Recorrí La Madriguera como quien recorre un templo. La experiencia me permitía saber que jamás olvidaría esas primeras horas. Había algo mágico en la quietud que encontré al caminar de estancia en estancia. Soy consciente de que son muchas las veces que escribo en estos diarios sobre la magia, la quietud, el silencio, la luz, la fe y el esplendor que existe en mi vida. Lo hago sin darme cuenta, sin reparar en ello, y si lo hago, es porque escribo desde la verdad. Sin pudor. A estas alturas del oficio una ya ha asumido que contar historias es desnudarse una y otra vez. Después de recorrerla, recuerdo acabar de vestir la cama a mi gusto y depositar los últimos enseres personales en el dormitorio. Luego, sin saber cómo, llegó la noche, y dormí por vez primera en mi refugio verde. Ignoraba por aquel entonces cuánto llegaría a amarlo; del igual modo, como desconocía hasta que punto acabaría convirtiéndose en mi lugar en el mundo, para incluso llegar a pensar que todo esfuerzo es tolerable, superable, si al finalizar el día puedo acostarme en él. Dormí realmente bien. No tuve esa sensación tan común de no saber dónde estás cuando se cambia de cama. Todo lo contrario. El guiso marcha bien. Es un guiso de horas en el que sólo al final se añade el rape. Entretanto salgo al jardín, cesta y tijeras en mano, para recolectar flores con las que adornar la casa que en algún punto de su historia decidió abrazarme como una madre y protegerme como un padre. En este aniversario es en las flores en quien recae todo el protagonismo. Porque, por fin, La Madriguera tiene el jardín merecido. El último fin de semana del mes de julio cuando anduvimos por el Condado de Trafegar y adquirí unos jarrones, también compré (en concreto para este día) como regalo para La Madriguera, un conjunto hecho a mano de dos hermosas vasijas de color crema y ocre de distinto tamaño. ¿Por qué de entre todos los objetos elegí unas vasijas para conmemorar el aniversario? Tal vez o muy probablemente porque aun siendo humildes y rompibles como todo lo terrenal son capaces de contener el valor, la vida y el amor de todo un mundo en su interior. De la misma manera, que por la gracia de Dios, lo somos los seres humanos; y, también, lo es el hogar, la casa y una morada como La Madriguera. Así que seguidamente de flores lleno esas dos vasijas, no sólo los jarrones. Presidirán el hogar y el hogar les amparará. ¡Bendito hogar! Y, el día, el aniversario y la celebración será. 


“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. 2 Corintios 4:7”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 15 de Agosto de 2022 )