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lunes, 4 de julio de 2022

4 de Julio ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬

Si julio fuese un lugar sería un punto equis en el mapamundi donde tomar el descanso por días y la vacación como estilo de vida. Si fuese un objeto sería un termómetro a punto de explotar. Si fuese una historia de amor sería más bien una historia de deseo. Si fuese un mueble sería una tumbona. Si fuese un anhelo sería una sombra. Si fuese una flor sería un lirio mexicano como los que brotaron de las lágrimas de Eva cuando fue expulsada del paraíso. Si fuese un alimento sería un helado. Si fuese una bebida sería agua fresca de arroyo en verano. Hoy escribo esta entrada en el diario del discurrir (dándole la bienvenida a julio) sentada a la mesa del porche de La Madriguera. En este primer lunes del mes este espacio vuelve a ser sólo mío. Exclusivamente mío. Y como una reina con su trono, tomo posesión. Como todos los domingos, ayer, tuvimos invitados. Dicen que soy buena anfitriona, también dicen que poseo la cualidad de convertir una casa en un hogar. A lo primero le resto importancia, pues el resultado siempre va en función de las molestias que uno se toma. En cambio, lo segundo, me sonroja porque verdaderamente me halaga. Ya que detrás hay mucho trabajo y un objetivo a conseguir bien definido. Ayer entre las muchas conversaciones que no van a ninguna parte, quedó sujeta a la jornada con un imperdible ficticio una reflexión que he recordado esta mañana en el camino porque verdaderamente coincide con mi forma de ser. Al pensar en ella, he pensado a su vez (valga la redundancia) en que últimamente en demasiadas ocasiones observo lo mucho que me cuesta recordar cómo era mi vida antes del accidente. Sólo recuerdo que era feliz,  y eso, no es tanto un recuerdo como  la consciencia de haberlo sido y mucho. Sé que todo está dentro de mí, en esa concatenación de instantes que conforma toda una existencia. Pero a no ser que me obligue a mí misma, aplicándome en la tarea de recordar por la fuerza, los recuerdos no me saltan al paso de manera espontánea. Algo que me lleva a considerar cuán real es la reflexión que quedó prendida del domingo de ayer. Cuando se vive no hay tiempo para recordar. Siempre me ha sucedido. No sé si está en mi naturaleza o es consecuencia del oficio de contar, donde toda lo vivido se torna materia prima. Vives, rememoras, ficcionas, escribes una historia; y todo convertido en literatura se desvanece dentro de ti. A esta altura del veintidós echo mucho de menos sentarme a escribir una novela como Caótica, con la que tanto disfruté escribiéndola. Echo mucho de menos sentarme a escribir una historia larga plagada de pequeños tesoros. Ir descubriéndolos poco a poco, tal como los personajes se asoman y me toman de la mano para contarme mirándome a los ojos que esconden en su alma. Lo echo mucho de menos. E intuyo que puede ser un buen antídoto contra los inconvenientes del calor despiadado de julio, ir pensándola, e imaginar el hermoso día en que sentarme a escribirla signifique un nuevo comienzo. Como también sé que será un buen contrapeso adentrarme en los mercadillos y ferias del séptimo del año con tal de ir completando los regalos para el calendario de Adviento. El plan es ir escogiendo los regalos según las características de la lista que hace unas semanas ideé. De los veinticuatro cajoncitos que tiene el calendario, quiero que al menos diez contengan regalos; pero no solamente regalos sin más, no. La intención es que de los diez regalos, seis se ajusten a unas particularidades concretas. Me explico, uno debe ser un regalo inesperado (por ejemplo, a alguien que jamás ha pensado en cocinar regalarle una olla express); otro, un regalo útil; otro, un regalo navideño; otro, un regalazo (es decir, un regalo caro, carísimo); otro, de letras (obviamente, muy bien puede ser un libro); otro, un regalo clásico. Sonrío al repasar la lista. La necesidad de disponer de tiempo para ir tachándola punto por punto  es un hecho. No puedo parar de reír ante lo que es. Cómo me van a quedar horas para recordar; si vivo, vivo, vivo, y yo solita me complico la existencia. Carcajada y, punto final. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 4 de Julio de 2022 )