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lunes, 25 de julio de 2022

25 de Julio ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Mis particulares colinas de Ngong están cubiertas por la niebla baja. Una niebla matinal que apenas deja entrever a esta hora el verde botella de las copas de los árboles que la pueblan. Ocultar su frondoso bosque es su modo de rebelarse ante el bochorno de la noche. Y así como hoy se puede apreciar parte de su contorno; hay días en que ni eso, desaparecen en su totalidad, borrándose del mapa. Juguetonas ellas, juegan a hacerte luz de gas. Juegan a un juego tremendamente viejo, el de manipular la realidad o su percepción. Ilusas. Río cuando observo sus tretas. Las conozco demasiado bien. Sé de su ardides, y por supuesto, de su belleza. Esta última, incluso, oculta la veo si cierro los ojos. Es mucho el tiempo que ha transcurrido desde el primer amanecer en que levanté mi mirada para encontrarme con ellas. Y son ellas y sólo ellas, no otro lugar en el planeta, quienes en exclusiva provocan en mí un sentimiento de pertenencia, seguridad y hogar. Miro en este instante la niebla. Blanca, densa y húmeda.《En un rato os cansaréis de tanto teatro 》, les digo. De sobra sé que tal como la mañana avance volverán a mostrarse. Entonces a lo largo del día, según la luz que reciban a cada hora, se glorificarán como un paisaje de una superproducción cinematográfica a más bonito cada cual. Hace un rato (antes de salir al camino) mientras las colinas ya jugaban a esconderse, aprovechando que el sol estaba lejos de apretar, he cortado gladiolos a mi antojo. Su lento y firme crecimiento está culminando brillantemente. Desde que los sembré, he estado observándolos con detenimiento y muchísima ilusión, pues es una realidad, que de todas las flores que elegí sembrar, los gladiolos, eran los que más ganas tenía de cortar para arreglar. La rusticidad natural y honesta del gladiolo se adecua con mi forma de entender la vida. Hay algo especialmente silvestre y honrado en su manera determinada de crecer hasta florecer. Los gladiolos no engañan a nadie, no les va la luz de gas, no juegan contigo. Van de frente desde el minuto uno. Crecen, buscan altura, siguen creciendo. No dejan de crecer hasta que se forman y con generosidad te regalan lo que son. No sé si es cierto que su nombre se debe a que era la flor que se entregaba a los gladiadores que salían victoriosos; lo que sí que es cierto, es que en Caótica era la flor del verano, la que ofrendar a los Santos y la escogida para hacer un ramo con el que adornar las mesas de domingo y días de guardar. Al igual que las calas, los gladiolos son las flores de mi infancia. Y, muy probablemente, ese es el motivo por el que quise que honrarán mi jardín. Entre todas las flores tenía ganas de tener también para cortar una cosecha propia de gladiolos con las que adornar La Madriguera. Era tanta la ilusión que acabé plantando sesenta bulbos de diferentes colores. El sueño se ha hecho realidad. La ilusión se ha visto colmada. Ahora, cuando julio está a las puertas de expirar, puedo afirmar que la experiencia de trabajar un jardín está llena de satisfacciones más que de sinsabores y, que el objetivo de que no faltasen flores de cosecha propia en La Madriguera, conseguido. Y por fortuna todavía estamos como quien dice a mitad de temporada. Llega a agosto con sus zinnias y sus dalias. Llega agosto con su propio festival de flores. En este minuto que oscila entre las ocho y cincuenta y ocho y las nueve y dos de la mañana del último lunes del mes, aquí de pie, dejo durmiendo el sueño que es para mí alcanzar al octavo del año y retomo a julio donde lo dejé: contemplando la niebla baja sobre mis particulares colinas de Ngong. 《Hay paz en este julio》. Me digo a mí misma. No sé por qué acabo de tener esta especie de revelación. Quizás al pensar en que verdaderamente mis gladiolos crecen a los pies de las colinas de Ngong, y el hecho me parece un logro, y la imagen una provocación del destino. 《Hay paz en este julio》, vuelvo a decirme. Como si por fin todo estuviera en el lugar que le corresponde estar. Como en un mueble de oficios. Cada cosa está en su cajón. Nada fuera. Todo es su sitio. Todo bien. Todo en paz, gracias a mi Dios. 


“Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza, dirígeme por amor a tu nombre. Salmo 31: 3”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 25 de Julio de 2022)