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lunes, 17 de mayo de 2021

17 de Mayo ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬




Fue un viaje por la verdad, la bondad y la belleza. Temíamos ganas de rodar, de kilómetros. Somos dos viajeros. Y en el último año la vida aun sin detenerse ha quedado recogida en los márgenes de La Madriguera. No pretendíamos encerrarnos en ningún otro espacio, fuese habitación de hotel o apartamento de motel. Queríamos rodar. Sólo rodar. Bebernos con los ojos el paisaje, kilómetros y kilómetros, aspirar y respirarlo. Así que nos montamos en la camioneta y nos fuimos unos días. Viajamos en silencio, saboreamos la existencia, deteniéndonos sólo cuando lo estimábamos oportuno. La escapada que habíamos planeado era un viaje sin planes y en eso se convirtió. Fue fluir por la verdad, la bondad y la belleza del mundo natural que nos rodea, de los artesanos que concentrados te brindan la oportunidad de ser parte de su historia al apreciar el trabajo que realizan con manos expertas y amorosas, de los cocineros que con el mimo de una madre te preparan un plato de comida como si fueses su propio hijo y no el desconocido que acaba de entrar en su local, de los viejos indios que al levantar los ojos y reconocerte depositan en ti la sabiduría con hechuras de leyenda. Fue un viaje otoñal en plena primavera, de recogimiento en mitad de la luz que crece y no mengua. En el que no me abandonó la sensación de que en este tiempo quienes poblamos el mundo estamos más asentados en la tierra, en la verdad, siendo más conscientes de todo, valorando los matices como nunca, sintiendo el latido de lo que verdaderamente importa en la sien, por el miedo a que nos arrebaten de nuevo la vida que no sabíamos que amábamos tanto. Palpé la bondad en el aire, la atraparon mis oídos, la intuí en el corazón con palabras no dichas, en pensamientos que no se acaban de formular, en frases que se dejan a medias para no alterar la cambiante realidad. Observé la belleza a cada paso en las esquinas donde transcurren las jornadas, también en las plazas, la contemplé con cada mirada en todos los kilómetros de pradera al atardecer y al amanecer, en el interior y exterior del bosque, en el tiempo de pie frente al arroyo, y fui de nuevo consciente de la grandeza del regalo que nos hizo Dios al permitirnos habitar este mundo en vez de otro. Fue reconfortante regresar a La Madriguera con tanta paz en el alma y bienestar en los huesos. Lejos de ella entendí (como nunca antes) que es la desconexión con la que me abraza la que me lleva no sólo a vivir (por fin) la anhelada vida de fe y esplendor, también es desde donde obtengo la serenidad necesaria para poder separar el grano de la paja, sin miedo ha dejarme nada atrás, pero también sin miedo al tiempo que vendrá. La verdad, la bondad y la belleza encontradas en este rodar me anunciaron que si cada uno de nosotros trabaja su propio don, para ofrecérselo a los otros, el conjunto de dones hace habitable cuanto nos rodea; siendo la reciprocidad, el valor más estimable y voluntarioso de existir en comunidad. Reconozco que me traje hasta La Madriguera (de nuestro viaje de abril) buenas impresiones y aprendizajes nuevos como el de las tres hermanas, la del salmón, la de la espadaña, y la de la cosecha honorable, que voy a conservar en mí junto al resto. Pues siempre descubro en lo aprendido, lo que es imprescindible recordar, cuando a veces parece que se detiene el corazón. Miro el reloj. Son las cinco y cuarto de la tarde. En esta hora lucida y brillante me vienen a la mente de manera espontánea unos versos de Dante Gabriel Rossetti que asocio siempre con La Madriguera. Las más de las veces cuando por alguna misteriosa razón (que no llego a querer descifrar) recalan en mí unos versos sueltos de manera inesperada, tengo el convencimiento de que es la voz de otra alma quien me los susurra al oído. Los de ahora sé que es la misma casa o el espíritu de quien decidió hace muchísimos años idear un hogar en este lugar quien me los dicta. Y aunque, tal vez, en apariencia o superficialmente se alejan un poco del propósito inicial que sostiene la entrada de hoy en el diario del discurrir, sé que no es así. Por ello, resuelvo finalizarla con ellos: "Yo he estado aquí antes, pero cuándo o cómo no sé decirte. Conozco la hierba más allá de la puerta. El dulce y penetrante olor. El sonido de un suspiro. Las luces alrededor de la orilla. Tú has sido mía antes. Hace cuánto tiempo, no lo sé". 


María Aixa Sanz

(La Madriguera, 17 de Mayo de 2021 )