LO PRIMERO QUE LES MUESTRA Colin de su viaje con Mathilde y Broderick a la calle Principal de Leugimlegan, es media docena de rollos de papel (con estampaciones navideñas) de los que se usan para empapelar paredes; y otro rollo (mucho mayor) de terciopelo granate con estrellas doradas que apoya en la puerta del armario de la buhardilla. “¿Qué es todo esto? ¿Para qué es?”, le preguntan casi a gritos sus hermanos, presas del asombro y la emoción. Colin no les responde en ese momento, les guiña el ojo, y sonríe con su bonita y amplia sonrisa. Lo segundo que les enseña es cada uno de los libros. Se los muestra uno a uno, a más bonito cada cual, que va sacando de una caja de cartón con el nombre de la librería El provecho impreso en uno de los lados. Que van pasándose y dejando sobre la cama de Colin. Los tres hermanos los contemplan extasiados. Minutos después, en tercer lugar, Colin extrae de una bolsa (de papel kraft con el logo de la papelería Don Folio y Señora Carpeta) y deposita con cuidado en el pupitre de Ryan el más precioso de los cuadernos. Con los bordes de las páginas perfilados en dorado, un punto de lectura de tela color chocolate, encuadernado en tapa dura rojo Navidad con una greca grabada en dorado y azul. Ryan casi llora de la emoción. Nunca ha visto nada tan bonito. En cuarto lugar, Colin, de la misma bolsa hace aparecer (como si de un mago se tratase) una caja blanca y plana con un lazo de seda en color champán que coloca sobre la cama de Ryan. Al deshacer el lazo, y abrir la tapa, se ve cómo está dividida en dos compartimentos, uno con cuartillas y el otro con sobres. Ambos de excelente papel de un color crema ahuesado con diminutos adornos en verde, rojo y dorado que resultan ser una mezcla de cascabeles, acebo y muérdago. Six, literal: chilla, al verlo. En quinto lugar, le tiende otra bolsa idéntica a Six, con el encargo de las acuarelas. Six la aboca sobre su pupitre y comprueba que su hermano no sólo ha adquirido lo que le pidió, también le ha comprado un estuche con colores más brillantes e hipnóticos, y una docena de pequeñas estructuras de corcho redondas como medallones, forradas en tela para poder pintar encima. De esa manera, las acuarelas tienen un soporte más duradero que el simple papel. Ella ha oído hablar tanto y tan bien de esas superficies que debe pellizcarse para convencerse que es real lo que ve. Con las manos en el rostro por la sorpresa, roja como un tomate, no sabe qué hacer si saltar o gritar a los cuatro vientos cuán feliz es. En sexto lugar, y ya es el sumun, del interior de la caja de la librería saca el último de los libros que antes se ha dejado a propósito: el de las melodías. Al comprobar los tres lo maravilloso que es, al tomar conciencia de lo afortunados que son, les entra un ataque de risa. A resultas del cual: patalean y se tiran por los suelos por no llorar de alegría, para locura de Baltasara que adora esos juegos improvisados en la noche. Al serenarse, los hermanos felicitan a Colin. Que ha sido el día largo y satisfactorio para todos y para el proyecto, es más que evidente. Con las adquisiciones de Colin ha llegado el colofón, así se lo hacen saber. El atino y la excelencia a la hora de comprar de Colin, se une al buen trabajo realizado por Ryan (mano a mano) con Nill con la madera del MCN, y se suma a los borradores de los dibujos ágiles y de trazo elegante que Six (hora tras hora) sentada en su pupitre (sin ni siquiera moverse) ha llevado a cabo durante la jornada. Hablan por los codos sentados en sus camas, muertos de sueño pero desvelados por la emoción. Se lo cuentan todo de pe a pa. No pierden ripio los unos de los otros. Se preguntan y se contestan. Baltasara atiende al discurrir de las palabras de sus amigos como quien observa un río bravo: atenta y hechizada. “¡Ups, se me había olvidado!”, les indica Colin, levantándose de la cama para rebuscar en el bolsillo de su abrigo. Regresa con una bolsa de papel de estraza de la ferretería Tornillo y Tuerca que vuelca sobre la cama de Ryan. “¿Qué es?”, grita Six. “Son seis tiradores para los cajones del MCN. Pensé que nos iría de perlas tenerlos", le responde Colin, y sí, en efecto, son seis tiradores de hierro en oro viejo, de cerámica de gres color marfil con forma de flor en verde y puntitos en relieve. “Piensas en todo, Colin. Eres como el genio de la lámpara. Creo que si cierro los ojos y te pido un deseo, al abrirlos, lo deseado estará aquí frente a mí”, le confiesa Six. “Verdaderamente, Colin, hay que felicitarte; y ahora sí: ¿qué son o para qué son todos esos rollos?”, le pregunta Ryan, señalando los rollos apoyados en la puerta del armario. “Al ver en la ferretería los rollos para empapelar paredes en la sección de pintura, pensé que podríamos con ellos forrar el interior de los cajones, no sólo para proteger la madera del roce, también como una forma de adornarlos y que resulte el MCN todavía más navideño. En cuanto al rollo grande de terciopelo, acompañé a Mathilde a la tienda de telas e hilos El costurero, y al verlo, todo rojo y estrellado, inmediatamente supe que sería el envoltorio perfecto para el MCN hasta Nochebuena”, les explica Colin. Mudos de asombro se quedan los otros dos. “¿Os apetece un cacao? A mí, sí. ¿Vamos?”, les pregunta Colin hambriento. No recuerda haber cenado, aunque está casi seguro de haberlo hecho y no poco. “¡Sí, vamos!”, grita Six, para juerga de Baltasara. “Como sigas gritando así, nos van a pillar", le indica Ryan a Six. “No seas aguafiestas, Ryan. Justamente ahí reside la emoción. En que no nos pillen", le contesta Six. Colin y Ryan se miran perplejos y agitan la cabeza de izquierda a derecha en señal de estupefacción. A pasos agigantados su hermanita se está convirtiendo en una muchachita determinada y también bastante irreverente. De regreso a la buhardilla, mientras añaden cucharadas soperas de cacao a sus tazones de leche, Ryan le pregunta a Colin: “¿De dónde has sacado el dinero para comprar tantísimas cosas de tanta calidad? Es obvio que ni de lejos había suficiente con el que reunimos los tres.” “Ha sido facilísimo, Ryan. Cuando les he dicho a Mathilde y a Broderick que iba con ellos para comprar material en la papelería y libros en la librería: me han contestado que gastase lo que fuese menester. Puesto que el Marqués de Tratratra tiene cuenta abierta para los gastos de los chicos de Joly Nice House, del mismo modo en la papelería Don Folio y Señora Carpeta, como en la librería El provecho. He seguido sus indicaciones. No tenía ni idea. No sabía que podíamos ir a comprar nuestras propias cosas. De haberlo sabido antes, lo hubiese hecho. De haberlo sabido: adiós muy buenas al material escolar tan feo que nos endosa la Señora Mackenzie. El caso es que he disfrutado muchísimo, y con nuestro dinero he comprado los tiradores, los rollos de papel y el de terciopelo. Nada más. El resto corre a cuenta de Joly Nice House. O de su amo, exactamente”, les aclara Colin. Al oírlo, Ryan, silba y se echa a reír, con esa risa frenética que lo posee últimamente cuando un asunto le crea o le ha creado tensión. Ahora son Six y Colin quienes se miran y agitan la cabeza de izquierda a derecha. Al acabar de desternillarse, Ryan, anuncia: “Por cierto, esta mañana antes de ir al cobertizo de Nill, he ido a hablar con Broderick, minutos antes de iros a Leugimlegan, y le he preguntado si quiere hacer la fotografía, teniendo en cuenta que él también ha de salir. Me ha contestado: que sin problema. Colocará el trípode y la cámara con el automático y listo. Le he explicado que la queremos como recuerdo de Navidad. No es una mentira, sólo una mentirijilla. Hemos quedado que reunirá a todos el primer domingo de Adviento, es decir, el uno de diciembre a la una del mediodía frente a la fachada de Joly Nice House. De modo que no hagáis planes para ese día, pues ya tenemos uno, a la una.” Colin y Six, se miran de nuevo, y luego miran a Ryan, es Six la que revela lo que guarda el pensamiento de los tres: “Decididamente, no tenemos rival.” La carcajada ante el comentario de Six se funde con la noche, con los sueños hechos realidad y con los frutos del talento y el esfuerzo, también con la luna llena de noviembre, que sin ellos darse cuenta, sonríe en esta noche un poquito más. Por ellos. Sí, por ellos. Por los tres hermanos y por Baltasara. Y, cómo no, por la ilusión con la que se viste la Navidad.
Fin
LOS BUENOS. Historia n° 1
(Los buenos: doce historias en construcción)
© MARÍA AIXA SANZ, 2024
** Acabas de finalizar la lectura en línea y por entregas de la primera historia de LOS BUENOS, continuación de LOS DESPOSEÍDOS. Te agradezco de corazón el tiempo dedicado a mis chicos.
(En un tiempo futuro esperemos lleguen las siguientes historias, por nosotros no va a quedar. 😉)
📧Si lo deseas puedes dejar un mensaje en aixasanz.maria@gmail.com