Es entonces, y sólo entonces, cuando vuelvo a la realidad, cuando emerjo de ese tiempo aparte del tiempo que es la cocina. Reparo en que la tarde ya ha entrado, que la luz en el exterior de La Madriguera ha cambiado, que he bebido y comido, que he sido completa y absolutamente feliz. Casi como cuando escribo. Casi, pero de otra manera.
》 Miércoles, cinco de enero. Escribí hace unos días la carta a Sus Majestades los Reyes de Oriente. Les pedí viento. Y en la madrugada de la noche de Reyes desde mi dulce refugio atiendo porque escucho, le oigo soplar. Sonrío extasiada. Me arrebujo con el embozo de la sábana. Por un instante soy la niña que fui. Sus Majestades me han concedido el deseo. Pienso que mañana escribiré sobre ello. Y, entonces, sí que seré completa y absolutamente feliz. Sin un casi, lo seré del todo. No sé si existo porque soy contadora de historias o soy contadora de historias porque existo. Lo que sí que sé es que escribir es lo que me define, lo que le da sentido a todo. Es mi razón de ser, sin duda alguna. Demasiadas son ya las veces en que me he manifestado al respecto. Así que mejor regresar al viento. Aunque si lo pienso, también, son unas cuantas las veces que he escrito sobre el viento, sobre lo mucho que lo necesito. Es el día cinco del año. Madrugo con el anhelo de caminar para que el viento me envuelva. Lo mío con el viento es amor. Camino. Caminar de ese modo es duro. Empleo la fuerza, la firmeza, los muchos años de disciplina. Casi siglos, pienso. Rio, al pensar. Me sujeto a los bastones. Hoy me son indispensables. Me impulso con ellos. Camino erguida. Recta. Miro al frente. Contemplo las colinas de Ngong. Mi corazón se alegra siempre cuando observo su contorno singular y único. A veces, mientras duermo profundamente, sueño con Denys Finch-Hatton sonriendo a mi lado. Siempre cómplices, siempre por placer, lejos los dos de cualquier triste cantinela. Otras no hace falta soñar, lo intuyo, intuyo su perfil de belleza serena, cuando veo cómo su avioneta sobrevuela las colinas. Él no lo sabe. Bueno, igual me equivoco. Y, lo sabe. Le llamo con entusiasmo a gritos, feliz: 《Denys, Denys, Denys》 El camino de hoy es un buen camino, mi caminar decidido me lleva de un kilómetro a otro hasta llegar a La Madriguera. Es mucho el trabajo que me aguarda en el interior. Tengo que preparar la cena, levantar una mesa, mirar hacia otra parte mientras los pajes dejan los regalos en el cesto de Don Farol, y, sobre todo, tengo que elaborar mi postre de Reyes, una versión de la Galette de Rois, francesa. Tengo la cabeza despejada y el cuerpo despierto, los movimientos ágiles, me concentro sin dificultad. Prendo unos cabos de vela, conecto el audiolibro de Jeanette Winterson, hoy me sorprende con un relato de terror, que no recuerdo haber escuchado antes. Sé que me hará reír. No tengo hechuras de miedosa. Pasan las medias horas, el viento azota el exterior y el aroma de la cocina se expande por todos los rincones. La Madriguera es una cápsula de tiempo, aroma y bienestar. Me satisface que este sea mi hogar. Cocino sopa de galets, salmón con cebolla caramelizada y beicon, y la tarta de Reyes. Pienso de nuevo en Denys. Sonrío. Imposible no hacerlo. Suena el teléfono, desde otro espacio de vida y tiempo, me desean una feliz noche y un feliz día de Reyes. Cuelgo. A continuación, soy yo la que para desear, marca imaginariamente los números de un teléfono. Sonrío. Sonrío. Sonrío. Ay, qué felicidad sólo de pensar. Me preparo una infusión antes de ordenar la cocina y que quede impoluta tras el cocinado. Mientras tanto pienso en las decenas de personas que por hache o por be, en estos momentos, todavía están escribiendo la carta a los Reyes. Si pudiera decirles que no se apuren por llevar retraso, lo haría. Si pudiera decirles que escriban su carta directamente desde el corazón porque esa es la única manera en que los sueños se hacen realidad, lo haría. Si pudiera decirles (que sobre todas las cosas) amen a quien o a lo que para ellos vale la pena, ya que con los años se descubrirán así mismos en ese amor, por supuesto, también lo haría. Pero, ¿quién soy yo? Salvo una contadora de historias.
“El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Juan 4:8”
María Aixa Sanz
(La Madriguera, 17 de Enero de 2022 )