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lunes, 31 de enero de 2022

31 de Enero ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Amanezco y llueve. Inesperadamente llueve. A saber la de horas que la lluvia está embarrando el camino. A un paso del mal humor, me resigno. Hay días en que la lluvia es un alivio, me lo tomo como un descanso y sustituyo el camino por sentarme a escribir de buena mañana como la María de antes. Hoy, no. Hoy, me molesta. La falta de camino me deja como huérfana. Huérfana con cuarenta y ocho años. Debo improvisar la mañana, es lo que me digo mirando el cielo sin poder evitar sentir esperanza. Una hora después sin visos de escampar, el vacío se agarra a mi estómago. Soy animal enjaulado. Miro a mi alrededor. Es imposible estarme quieta como lo es quedarme en el interior de La Madriguera antes de las doce del mediodía. Las mañanas son de exterior. Al menos, las mías. Coloco en un petate un termo con agua caliente, una botella de agua, un bocadillo de jamón, un sándwich de paté de oca, un recipiente con pienso, otro con pollo asado, unas bolsitas de infusiones, un paquete de galletas de chocolate con trocitos de almendra, un libro, el bolígrafo rojo para subrayarlo, mantas y un par de cojines. Le silbo a Nuna. La llamo. Viene. Nos miramos a los ojos. Comprende. Me habla en su lenguaje lleno de verdad y emoción. Le guiño un ojo. Se alegra. Cargo el petate en la camioneta y montamos en ella. Nos vamos. Conduzco durante un buen rato, la lluvia sigue, el limpiaparabrisas le revienta la paciencia a Nuna, y yo no aparto la vista del horizonte. Deseo ver el viejo albergue con su espacioso porche en el borde mismo donde las montañas saltan al vacío. En días como este en que la lluvia es lo único que se ve, el efecto de suspensión entre cielo y tierra es enorme. Y si te sientas cómodamente (apoyada en un mullido cojín) en una de las viejas tumbonas de madera, y, abrigada, te tapas con una manta, y le ofreces a la lluvia tu tiempo; cuando escampa, eres testigo de un paisaje tan bellamente iluminado por la gracia de Dios que no se te olvida jamás. Llegamos. Aparco. Nuna salta de la camioneta, corre y se resguarda en el porche. Me mira. Me ve llegar con el petate. Escoge su lugar. Sobre dos tumbonas (de la veintena que hay disponibles) coloco las mantas y los cojines. Nuna se sube en una y se tumba. Siempre es quien elige primero, estemos donde estemos. La tapo con otra manta, y hago tres cuartos de lo mismo conmigo. A mí derecha, Nuna. A mi izquierda, el petate con la comida. Detrás, la vieja fachada de piedra del albergue cerrado hasta primavera. Frente a nosotras, la baranda de madera, y a continuación, la lluvia y el mundo natural al que pertenecemos. Miro a mi alrededor, todo está en orden y limpio. El equipo de mantenimiento del albergue conserva el lugar de igual forma estando abierto como cerrado. Y las gentes que llegamos hasta aquí durante el día (a la vista está) somos lo suficientemente inteligentes para no dejar rastro. En cuanto a las noches, a partir de octubre, las temperaturas en estos pagos son tan despiadadas que a nadie en su sano juicio se le ocurre pernoctar a la intemperie. Eso, se quiera o no, también ayuda a mantener el lugar en un buen estado. Nuna, me mira. Me interroga con las orejas. Me está preguntando: 《¿En qué piensas para no hacerme caso desde hace un buen rato? 》Le acaricio la cabeza, como respuesta. Le rasco debajo de las orejas. Respira profundamente al tener mi atención de nuevo sobre ella. Está a gusto. Yo, también. Comemos, nos hacemos un infusión, abro el libro, leo en voz alta. Le gusta que lea en voz alta. Subrayo. Levanto la vista. Lluvia. Lluvia. Lluvia. Vuelvo a la lectura. El tipo de libros que en la actualidad comienzo y acabo sin dejar ni una sola página me producen mayor bienestar si los leo al aire libre. Las palabras en negro sobre blanco que en este último día de enero subrayo quedarán grabadas en mi memoria con el sonido de la lluvia de fondo. El sonido de la lluvia. La voz de la lluvia. Cuán importantes han sido y son las voces para mí. Qué inolvidables. Nunca he amado definitivamente, si antes no he amado la voz del portador. La voz para mí equivale a lugar seguro, a sentirme en casa. Para alguien como yo que el silencio le es necesario, vital; la seducción de la voz, su importancia, como lo opuesto al silencio, encaja. El tesoro de la voz única, cargada de vibraciones y argumentos, para romper el silencio, es entendible. Llueve. Llueve. Llueve. Nuna come un poco más de pienso con trocitos de pollo frío. Le acaricio el suave pelaje negrísimo, plagado de rizos. Miro la lluvia caer. Tardará bastante en escampar. No importa. La vida que uno se encuentra después siempre es mucho más valiosa. Sonrío. Realmente necesitaba llegar hasta aquí, hasta este hermoso lugar. Necesitaba sentarme y mirar. Sentarme y no hacer nada. Sentarme y estar. 



“Haré que ellas y los alrededores de mi colina sean una fuente de bendición. Haré caer lluvias de bendición en el tiempo oportuno. Ezequiel 34:26”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 31 de Enero de 2022)

lunes, 24 de enero de 2022

24 de Enero ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Si cuando cocino me percibo en un tiempo aparte del tiempo y cuando escribo me sé en un tiempo fuera del tiempo; el tiempo que paso afuera en el exterior, al aire libre, en la naturaleza, lo entiendo como el tiempo en su totalidad. Un tiempo que lo abarca todo. Es lo que pienso unos minutos antes de notar que mis piernas, en definitiva, mi cuerpo se acompasa con mi corazón. Y,  en ese instante, caminar se convierte en un acto equilibrado, lleno de armonía en el que la mente vuela libre dibujándose en pensamientos vagabundos que siempre me llevan a territorios fructíferos. Es el cuarto lunes del año nuevo. Miro el cielo, las nubes ahí arriba corren empujadas por el viento; mientras que por aquí abajo, mi amado viento, hoy, todavía no ha hecho acto de presencia. Es cuestión de horas. A mediodía soplará a ras de mi oído. Estoy escribiendo mentalmente (mientras camino) la que será la primera entrada del veintidós en el segundo año del diario natural. Recogida ya la Navidad en cajas en el altillo del armario y guardada en el recuerdo como paño en oro, ahora sí que de verdad de la buena, la existencia torna a la rutina. Ahora puedo mirar a los ojos de enero y reconocerle en su energía positiva y en su vigor entusiasta, y agradecerle sinceramente tanto la una como el otro, pues con ellos me estoy abrigando desde que comenzó el año como si fuesen manto talismán o capa con superpoderes. Me sé bendecida por Dios por la manera en que he transitado de un año a otro. Le estoy inmensamente agradecida por el modo en que crucé la puerta, y por poder hacer frente (como si no viniera de dos años durísimos) a la actividad frenética que encontré esperándome al otro lado. La satisfacción de resolver bajo su atenta mirada (con salud, fortuna y talento) el camino y el entreno, el contar historias y los cocinados, ha hecho de mí en estos días mujer privilegiada y de enero el mejor de los comienzos. Sentada en el escaño natural observo con deleite el vuelo de los pájaros, digo sus nombres en voz baja para no molestar, con respeto contemplo su alegría y su libertad. Pienso detenidamente en la libertad. En el concepto: 《libre como un pájaro》. En cómo Dios nos hizo libres a cada uno de sus hijos. Y, también, en las formas descaradas con las que ciertos humanos que juegan a ser Dios nos la están arrebatando al resto. Jugar a ser Dios, mal asunto para quien se atreve. De los pájaros a la libertad, de la libertad a la revelación en la que mi mente repara antes de proseguir con el día y el camino. Miro a mi alrededor, observo todo lo que me envuelve, adivino, descubro, sé que en el mundo natural en el que vivo y también en el jardín de La Madriguera en el que disfruto, he aprendido a vivir mi vida en la calma y en el silencio, he fortalecido, valga la redundancia, mis fortalezas, y hallado la verdadera fuente de riqueza que es la fe, y así seguiré. Esa es la revelación. Así seguiré. De ese modo, seguiré. Manteniéndome alejada de lo que no representa ni expresa mi forma de entender el mundo. Las nubes siguen su propia maratón, obedeciendo al impulso de un viento que de momento no roza mi piel, pero que intuyo. Me levanto del escaño y continúo, un paso tras otro, un pie y otro pie, un latido y otro latido, y aunque ahora todavía no estén, en mi horizonte veo flores. También como metáfora. Pienso en la primavera, en el gesto confiado que se deposita siempre en el mes de marzo, en ver florecer el jardín, en la dulce caricia que será para mis ojos los brotes y colores de lo que en él sembramos. En la felicidad o el descontento que su libre decisión de florecer o no en el entorno de La Madriguera provocará en mí. Pienso en arreglos florales, en inundar la casa con pequeños y grandes jarrones. Pienso en sentarme a pensar, charlar y leer en el porche mientras tomo el sol. Con eso en mente camino por el invierno; sin prisa, atesorando cada uno de sus días. Y, en este enero, en mi caminar hay un profundo sentimiento de amor. 


“Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos. Salmo 128:1”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 24 de Enero de 2022 ) 


** En la fotografía una de las raíces de peonía que sembramos. Son más de setenta entre bulbos y raíces de distintos tipos los que aguardan, por vez primera, la primavera en el jardín de La Madriguera.

lunes, 17 de enero de 2022

17 de Enero ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Es entonces, y sólo entonces, cuando vuelvo a la realidad, cuando emerjo de ese tiempo aparte del tiempo que es la cocina. Reparo en que la tarde ya ha entrado, que la luz en el exterior de La Madriguera ha cambiado, que he bebido y comido, que he sido completa y absolutamente feliz. Casi como cuando escribo. Casi, pero de otra manera.


》 Miércoles, cinco de enero. Escribí hace unos días la carta a Sus Majestades los Reyes de Oriente. Les pedí viento. Y en la madrugada de la noche de Reyes desde mi dulce refugio atiendo porque escucho, le oigo soplar. Sonrío extasiada. Me arrebujo con el embozo de la sábana. Por un instante soy la niña que fui. Sus Majestades me han concedido el deseo. Pienso que mañana escribiré sobre ello. Y, entonces, sí que seré completa y absolutamente feliz. Sin un casi, lo seré del todo. No sé si existo porque soy contadora de historias o soy contadora de historias porque existo. Lo que sí que sé es que escribir es lo que me define, lo que le da sentido a todo. Es mi razón de ser, sin duda alguna. Demasiadas son ya las veces en que me he manifestado al respecto. Así que mejor regresar al viento. Aunque si lo pienso, también, son unas cuantas las veces que he escrito sobre el viento, sobre lo mucho que lo necesito. Es el día cinco del año. Madrugo con el anhelo de caminar para que el viento me envuelva. Lo mío con el viento es amor. Camino. Caminar de ese modo es duro. Empleo la fuerza, la firmeza, los muchos años de disciplina. Casi siglos, pienso. Rio, al pensar. Me sujeto a los bastones. Hoy me son indispensables. Me impulso con ellos. Camino erguida. Recta. Miro al frente. Contemplo las colinas de Ngong. Mi corazón se alegra siempre cuando observo su contorno singular y único. A veces, mientras duermo profundamente, sueño con Denys Finch-Hatton sonriendo a mi lado. Siempre cómplices, siempre por placer, lejos los dos de cualquier triste cantinela. Otras no hace falta soñar, lo intuyo, intuyo su perfil de belleza serena, cuando veo cómo su avioneta sobrevuela las colinas. Él no lo sabe. Bueno, igual me equivoco. Y, lo sabe. Le llamo con entusiasmo a gritos, feliz: 《Denys, Denys, Denys》 El camino de hoy es un buen camino, mi caminar decidido me lleva de un kilómetro a otro hasta llegar a La Madriguera. Es mucho el trabajo que me aguarda en el interior. Tengo que preparar la cena, levantar una mesa, mirar hacia otra parte mientras los pajes dejan los regalos en el cesto de Don Farol, y, sobre todo, tengo que elaborar mi postre de Reyes, una versión de la Galette de Rois, francesa. Tengo la cabeza despejada y el cuerpo despierto, los movimientos ágiles, me concentro sin dificultad. Prendo unos cabos de vela, conecto el audiolibro de Jeanette Winterson, hoy me sorprende con un relato de terror, que no recuerdo haber escuchado antes. Sé que me hará reír. No tengo hechuras de miedosa. Pasan las medias horas, el viento azota el exterior y el aroma de la cocina se expande por todos los rincones. La Madriguera es una cápsula de tiempo, aroma y bienestar. Me satisface que este sea mi hogar. Cocino sopa de galets, salmón con cebolla caramelizada y beicon, y la tarta de Reyes. Pienso de nuevo en Denys. Sonrío. Imposible no hacerlo. Suena el teléfono, desde otro espacio de vida y tiempo, me desean una feliz noche y un feliz día de Reyes. Cuelgo. A continuación, soy yo la que para desear, marca imaginariamente los números de un teléfono. Sonrío. Sonrío. Sonrío. Ay, qué felicidad sólo de pensar. Me preparo una infusión antes de ordenar la cocina y que quede impoluta tras el cocinado. Mientras tanto pienso en las decenas de personas que por hache o por be, en estos momentos, todavía están escribiendo la carta a los Reyes. Si pudiera decirles que no se apuren por llevar retraso, lo haría. Si pudiera decirles que escriban su carta directamente desde el corazón porque esa es la única manera en que los sueños se hacen realidad, lo haría. Si pudiera decirles (que sobre todas las cosas) amen a quien o a lo que para ellos vale la pena, ya que con los años se descubrirán así mismos en ese amor, por supuesto, también lo haría. Pero, ¿quién soy yo? Salvo una contadora de historias. 


“El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Juan 4:8”


María Aixa Sanz

(La Madriguera, 17 de Enero de 2022 ) 

lunes, 10 de enero de 2022

10 de Enero ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


A cierta edad uno ya ha aprendido que para que la última noche del año resulte perfecta en realidad sólo se necesitan cuatro ingredientes: mucha y buena comida, risas, música, e ilusión por algo en concreto en el año a estrenar. Con esta fórmula es raro, el uno de enero, no estar medianamente satisfecho. No ver la belleza en el cielo prístino del primer día del año. Y, si bien, en la entrada de este lunes (en mi promesa de seguir contando la Navidad) podría dedicarme a valorar los pros y contras de las distintas maneras de celebrar la Nochevieja, prefiero dedicar la hora a escribir sobre algo que (con el paso del tiempo) he descubierto lo mucho que me llega a gustar. Me refiero a la semana que va desde el día siguiente de Navidad a año nuevo. A ese ínterin que va de una celebración a otra. Cuando la Nochebuena y el día de Navidad dan paso a jornadas navideñas que transitan por sendas más relajantes e íntimas. 

》Miércoles, veintinueve de diciembre. Desde hace años en esta semana (en la que aun disfruto de las vacaciones de invierno) madrugo más de lo habitual. Lo prefiero. Despierto cuando todavía es de noche, me levanto con energía, salgo al exterior, y quien me da los buenos días es el frío día por despuntar. Tengo la necesidad de apurar lo que queda de año, de perder todavía menos el tiempo. Salgo al camino con las primeras luces del alba y cuando a media mañana el entreno forma parte ya del notable, dedico mi presente (las más de las veces) a cocinar para mí. Es decir, a cocinar por el placer de cocinar. Cocino fruto del capricho o del deseo de la hora viandas apetecibles y sabrosas, y dulces deliciosos que se funden en el paladar. Nunca sé al despertar qué es lo que acabaré cocinando entre media mañana y mediodía. Y, como la elección, es por apetencia más que por otro factor tengo (adrede) para esos días la despensa y la nevera llena de un buen surtido de materia prima. Al cocinado de estas jornadas, ya es tradición navideña, acompañarlo con el audiolibro de cuentos y recetas navideñas de Jeanette Winterson que Santa Claus trajo para mí en su saco allá por el 2018. Me satisface enormemente este cocinar lento atendiendo una ficción. Me gusta por la comunión que se produce entre la contadora de historias que soy y la aprendiz de cocinera que siempre seré. Es un momento íntimo y solitario en el que mi mente se expande y deja de pensar. Escuchar y cocinar ocupan mi presente. Y, en esta Navidad, tras meses de orgullo, esfuerzo y mérito, abandonarme al olvido en la última semana del año está siendo liberador y sanador. La cocina de La Madriguera se convierte en mi patio de recreo, como por las tardes lo es sentarme a escribir. Apuro hasta el último minuto. Agradecida y bendecida. Por ejemplo, hoy mismo, bajo la divertida mirada de la enorme figura de Santa Claus que preside la cocina, preparo unos bocados de salmón ahumado. Siguiendo el concepto de la receta de un Wellington de salmón, he decidido elaborar pequeños hojaldres de salmón a modo de aperitivo. En estas fechas solemos recibir visitas inesperadas (conocidos que están de paso, vecinos que traen un presente) y cuando eso sucede nos gusta improvisar un tentempié en los cómodos sillones del porche aclimatado. Para ello me encanta tener preparado en la nevera alguna clase de piscolabis para poder calentar con un golpe de horno, mientras Alberto sirve bebidas al gusto. Así que pongo agua en una olla, le añado sal, para a continuación cuando rompa a hervir verter en ella un puñado de espinacas. El proceso no dura más de veinte minutos. Una vez hervidas las escurro en un colador y mientras se enfrían, fileteo el salmón ahumado a tiras de unos cuatro centímetros de ancho. Cuando tengo una cantidad considerable, lo reservo. Extiendo una masa de hojaldre recién sacada del frigorífico para que esté todavía fría mientras trabajo en ella, la punteo con un tenedor, y, la corto en horizontal en tres partes. Sobre esas partes coloco las tiras de salmón ahumado también en horizontal y sobre el salmón unas buenas cucharas de queso suave y cremoso, y por encima del queso, reparto las espinacas. Después enrollo el hojaldre de abajo arriba. Una vez enrollado, voy cortando los tres largos cilindros resultantes en porciones de unos cinco centímetros. Coloco la treintena de hojaldritos que obtengo sobre papel vegetal en la bandeja del horno, los pincelo con huevo batido y los decoro con semillas de sésamo. Horneo. Y, mientras los hojaldritos rellenos de salmón van tomando forma a poco más de doscientos grados en algo menos de media hora, mezclo las espinacas restantes y el queso sobrante en un cuenco y en otra masa de hojaldre preparo unas riquísimas empanadillas. En el momento en que salta a mis oídos el 《Bip-Bip-Bip-Bip-Bip》 del horno, y cambio una bandeja por otra, suena en el audiolibro un Silent night como transición de un relato a otro que me pone la piel de gallina. Es entonces, y sólo entonces, cuando vuelvo a la realidad, cuando emerjo de ese tiempo aparte del tiempo que es la cocina. Reparo en que la tarde ya ha entrado, que la luz en el exterior de La Madriguera ha cambiado, que he bebido y comido, que he sido completa y absolutamente feliz. Casi como cuando escribo. Casi, pero de otra manera.《


“Luego Nehemías añadió: «Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza». Nehemías 8:10”.


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 10 de Enero de 2022 ) 

jueves, 6 de enero de 2022

6 de Enero ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


No son sólo palabras. Son las historias donde reposa mi corazón. Lo más valioso que poseo. Lo que en realidad soy. Son mi razón de ser. Son la promesa de contar. De contar siempre. El sentido de mis horas. Y, también son, mi ofrenda a mi Dios.

》Viernes, veinticuatro de diciembre. Es la mañana de Nochebuena. Son las siete y cuarenta de la mañana. Afuera en el exterior nieva. La Madriguera entreabre los ojos bella y serena. Enciendo en la cocina la larga vela de la víspera de Navidad en el candelabro que tengo expresamente para tal fin. Es uno de mis rituales navideños, prender una larga vela y que con su luz ilumine los alimentos que debo preparar para la noche y para la comida de mañana. Al terminar el cocinado si la vela no se ha consumido del todo, la apago, y no la vuelvo a prender hasta el cuarto domingo de Adviento del año próximo. He acabado de desayunar, y ahora, me anudo el delantal y comienzo a cocinar con la sonrisa en los labios, música en el corazón y la intención llena de amor. El propósito loable de alimentar al prójimo que es la manera en que en los millones de hogares cristianos se acomete el día de hoy, no es diferente en La Madriguera. Cocinaré para todos y para mí. E incluso anticipando el cansancio que se apoderará de mi cuerpo al final del día, no me cabe la más mínima duda, de que estaré tremendamente orgullosa y satisfecha de haber logrado el cocinado perfecto para la celebración de la esperanza y del poder de la luz frente a la oscuridad en la noche más bonita del año. Sin dilación me sumerjo en un tiempo aparte dentro del mismo tiempo, cocino; y más tarde, cantando villancicos, Nuna y yo, iremos a recoger el misterio en el taller de los hermanos Solane. 《¡Chas!》 Como en un cuento, con un chasquido de dedos, en este momento Nuna y yo estamos regresando con el misterio debajo del brazo. Han trascurrido algo más de cuatro horas y media desde que anoté que eran las siete y cuarenta. Nuna anda contenta, se mueve en círculos alrededor de mí. Está agitada como si supiera. No. Como si  supiera, no. Sé que en realidad sabe. El misterio está muy bien embalado. Al entrar en casa lo dejo sobre la alfombra frente al gran mueble de La Madriguera. Nuna se queda a mi lado en vez de salir disparada hacia otra parte. Observa. Lo desenvuelve conmigo. Tira del papel. Muerde las cintas que lo atan. Y, de pronto, se detiene y atiende con todos sus sentidos. Destapo con extremo cuidado la caja bajo su atenta mirada. Es una caja a modo de cofre. La abro. Me sorprende ver el misterio frente a nosotras como si fuese un imposible o más bien un milagro. Con precaución lo saco y lo elevo. Lo sostengo en mis manos con orgullo. Jamás he visto nada tan hermoso. Nuna está de pie, quieta, solemne. Lo mira. Se lo enseño, se lo ofrezco, sé que no lo va a romper. Convencida estoy. Le digo: 《¡Nuna, mira el Niño Dios! 》 y en este instante aparece la magia, soy testigo, cuidadosamente con su gran hocico lo besa, como me besa a mí, como besa a quien ama. Besa al niño Dios. Ni a María, ni a José, ni a Melchor, ni a Gaspar, ni a Baltasar, besa al niño Dios. Espontáneamente brotan lágrimas de mis ojos. Me embarga una emoción sin igual. Sorprendida dejó el misterio sobre el gran mueble, apabullada por el instante, y me abrazo a Nuna. Le tomo la cabeza entre mis manos y la beso, miro sus profundos ojos negros, qué sabia e infinita es. Sé que este será el momento más grandioso de la Navidad. Por la que la recordaré siempre. Me cuesta librarme de la emoción. Me seco las lágrimas que resbalan por mis mejillas regordetas y salgo afuera al exterior. Necesito aire. Respirar. Oxígeno. 《¡Chas!》 Como en un cuento, con un chasquido de dedos, estoy levantado la mesa de Nochebuena. Recuperada la compostura, he de crear un centro de mesa que aunque estudiado en mi mente, todavía me falta ver su efecto en la realidad. En principio me cuesta cogerle el punto;  pero luego, el instinto me lleva por el carril del equilibrio y la belleza. Todo encaja. Cuando lo contemplo, y observo, como le suma al conjunto final tengo ganas de abrir una botella de champán Y, lo hago, por qué no, es Navidad. Descorcho el champán. 《Bum》 Y brindo por todos los apasionados de las mesas. 《Chinchín》 (¡Ojo, spoiler! En ese minuto todavía desconozco cómo el efecto que produce la mesa en mis invitados, las alabanzas que por ella me sobrevienen, me elevarán más que las burbujas de la bebida espirituosa). 《¡Chas!》 Como en un cuento, con un chasquido de dedos, es la hora previa a la cena de Nochebuena. Es la hora en que todo luce bello y la casa en silencio aguarda la algarabía que se produce con la llegada de los invitados. Y, en esos minutos en que todo está en orden, recuerdo que aún me queda por abrir el último cajoncito del calendario de Adviento. Soy consciente desde ayer de la magia que posee. Y saberlo, junto al momento mágico vivido con el misterio y Nuna, me hace sentir inmensa. Estoy palpando la magia de la Navidad. La habito. Es Nochebuena. Soy afortunada. Me sé bendecida, y estoy agradecida por todo lo bonito que me rodea, por ser hija de Dios, por poder caminar y por apostar siempre por la vida viva. Cuando a finales de noviembre pensé en rellenar los cajoncitos del calendario se me ocurrió (sentada en el rincón de la cocina donde me gusta desayunar) anotar en veinticuatro papelitos la sorpresa del día. Así que corte veinticuatro trozos de papel y fui anotando en veintidós (de manera alterna): 《galleta》, 《chocolatina》, 《bombón》, 《piruleta》; y en los dos restantes, 《cantad un villancico》, y, 《regalo》. Seguidamente los doblé, mezclé y amontoné sin ton ni son. Un rato después, los fui colocando sin orden ni concierto dentro de los cajoncitos; y, llegado el uno de diciembre, la magia del calendario de Adviento se fue manifestando, estrenándose con 《cantad un villancico》. No pudo tener un mejor comienzo. Canté Last Christmas a pleno pulmón. Las galletas, piruletas, bombones, chocolatinas hicieron acto de presencia en los días posteriores; y ayer, fue más que evidente cuál sería el contenido del cajoncito de hoy, del día 24. Lo abro, saco el papelito, lo desdoblo y leo: 《R E G A L O》. La magia de la Navidad de nuevo. En mis manos está. Danzo. Cojo el regalo que compré adrede e hice envolver para regalo sin haberlo visto. Rasgo el papel. Es la enciclopedia de pájaros que tanto deseaba. 《¡Biennnnnn!》 Realmente estoy habitando en la magia y la alegría. Esto será también algo por lo que recordar la Navidad de 2021. 《¡Chas!》Como en un cuento, con un chasquido de dedos, es la Nochebuena la noche más bonita del año. Alrededor de la mesa todo resulta perfecto. Bello. Hallo durante la cena la magia en la armonía que brota de cada gesto, sonrisa, bocado y trago. Hay felicidad. Se come, se bebe, se ríe, se ama. También hay regalos. Pijamas, libros, camisones, bufandas, gorros, jerséis, botines, botas, peluches, juegos y juguetes… Nos sentimos felices como chiquillos y bendecidos porque el Niño Dios ha nacido. ES NAVIDAD. En verdad, ese es el auténtico regalo. Somos muy conscientes de ello, de que ese es el único regalo que en verdad importa. Por fin, es Navidad. Y, vivir una Navidad más, siempre es la más mágica y grande de las bendiciones. 《


“Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros») Mateo 1:22-23.”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de Enero de 2022)

lunes, 3 de enero de 2022

3 de Enero ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


“Empieza como quieres continuar, y continúa como empezaste, y deja que el Señor sea todo en todo para ti”. Con este consejo de Charles H. Spurgeon comencé hace doce meses mi nueva vida y, también, estos diarios. Hoy, en uno de ellos, concretamente en el diario del discurrir (obviando mi propia regla de comenzar mes en el diario natural) estreno mes y año con la que será mi primera entrada. En él empiezo el segundo año de los diarios, y el dos mil veintidós de la civilización cristiana. La elección del diario del discurrir obedece al deseo de querer contar la Navidad, antes de adentrarme en el diario natural con las reflexiones que surgen del camino y de la vida afuera en el exterior. Vivir la Navidad con entusiasmo, disfrutar de la desconexión y la falta de horarios de las vacaciones de invierno, y ser una buena anfitriona para hacer sentirse a todos a gusto e importantes, me ha mantenido alejada de la página en blanco. Sinceramente, no he parado quieta. Y no exagero al subrayar que no he tenido ni tiempo ni espacio para sentarme y escribir. No obstante, fui anotando frases sueltas a lo largo de los días en una nota del teléfono (que estoy consultando en este exacto momento) y que titulé: "Días de Navidad". Se dibuja una sonrisa en mi rostro al recordar como cada vez que abocaba en ella de manera rápida hechos y pensamientos de una claridad asombrosa (para a continuación sumergirme de nuevo en el trajín y en la magia de la Navidad) me sentía reconfortada al pensar cómo disfrutaría escribiendo sobre ellos cuando la calma de la rutina regresase a mis días. Ahora, ya instalada de nuevo en la tarde serena de La Madriguera, con tiempo y espacio para escribir, sé que si de algo he de dar cuenta de esta Navidad es de la magia que he hallado en su interior. Las bendiciones y las bondades que Dios me ha ido ofreciendo en estos días han llegado a mí a través de momentos realmente mágicos que me han emocionado como nunca antes. Ser testigo de la magia que habita mi existencia es lo que ha convertido esta Navidad en una Navidad sin punto de comparación. Y, el ser absolutamente consciente de estar viviendo instantes tan especiales, me ha dado de nuevo la medida de lo afortunada que soy. De la fortuna que es estar vivo y sentirse vivo. Así que de preguntarme alguien por estas Navidades, le diría que han sido en verdad mágicas y emocionantes, y que estoy profundamente agradecida por la fortuna que ha sido vivirlas. Pero para contar bien, debo situarme en la antesala de la Navidad, es decir, en los días previos, para después seguir sobre todo con el día de Nochebuena, y horas después, con el ínterin que va desde ese día a año nuevo. Muy probablemente pasaré buena parte de enero escribiendo sobre la Navidad. ¡Cómo me agrada la idea! Pues soy de las personas a las que les apena su fin. Escribir será mi forma de alargar la época más maravillosa del año. 

》Lunes, veinte de diciembre. A cuatro tardes de la víspera de Navidad, con el calendario de Adviento con veinte de sus cajoncitos abiertos, con los regalos en el cesto de Don Farol a la espera de ser repartidos por Santa, con los manteles y servilletas planchados y doblados cuidadosamente, y las velas en los candelabros preparadas para alumbrar la noche más bonita del año, La Madriguera está bella en su quietud, mientras yo escribo en una nota en vez de en uno de mis diarios. Escribir siempre. No contar todo. Dejar siempre un hilo enhebrado del que poder tirar. Ese hilo será estas anotaciones rápidas, vividas y sinceras, porque lo cierto es que me falta la serenidad y el tiempo para sentarme a escribir. Tengo el cuerpo de vacaciones. Anoche, durmiendo, estalló en mí el espíritu relajado de la Navidad y esta mañana al caminar era como caminar por su interior. La climatología y el ambiente son de Navidad. Todo es calma. Todo es luz. Mañana será el primer día de invierno, el día más corto del año. Y que el invierno llegue en mitad de los días vibrantes, excitantes, ajetreados y alegres de la Navidad es la mejor manera de arribar. Es lo que pienso, mientras mi oído atiende a las voces animadas de los seres que habitan el jardín. Está en mí el convencimiento de que este invierno será el mejor preámbulo que cualquier primavera puede desear. Y mi mano, súbitamente, como guiada por el amor de más de dos mil años, escribe en un acto lleno de fe, con la certeza de quien confía su vida a Dios: “Tengan su corazón en paz con Cristo, y él los visitará con frecuencia, y así convertirá los días de la semana en domingos, las comidas en sacramentos, los hogares en templos y la tierra en el cielo”. Charles H. Spurgeon.《

Termino la primera entrada del año y del mes con otra reflexión de Charles H. Spurgeon. Dejo de escribir en este punto, con la promesa de que con las horas, el próximo lunes, o, igual antes, quizás mañana, o tal vez, el día de Reyes, proseguiré con el día de Nochebuena. Con la promesa de contar siempre. De contar, amar y VIVIR en mayúsculas y siempre; y por supuestísimo, de caminar como en todo con la bendición de Dios. Te prometo caminarte, veintidós. Bien hallada en ti. ¡Vamos!


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 3 de Enero de 2022 )