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domingo, 27 de diciembre de 2020

LA LUZ QUE HAY EN TI ~ Epistolario del 21 ✒📮




Queridísimo tú, apreciado lector y viejo amigo:

Estas vacaciones de invierno están siendo encantadoras; con noches cinéfilas, de tomar bebidas calientes y comer bizcocho de manzana y almendras en la madrugada para después dormir largamente y de esa forma, a la mañana siguiente, disfrutar de días repletos de risas y de tareas navideñas ajetreadas y divertidísimas. El día de Nochebuena fue realmente bonito y apacible, la Madriguera lucía mágica, la velada con su cena tranquila e íntima resultó ser hermosa, los regalos que Santa dejó en el cesto de ratán bajo la supervisión de Don Farol cumplieron con creces las expectativas, puesto que Santa nunca va desencaminado y sus regalos siempre son certeros y pertinentes. Armoniosa y rica fue la comida de Navidad. Ahora, en estas invernales jornadas que le restan al año, creo sinceramente que sentarnos a comer cuencos calientes cuando regresamos de las caminatas es un maravilloso plan. Están siendo unas buenas Navidades, (a pesar de las circunstancias),  y sí lo son es porque en nuestra forma de ser está acoger en nuestra vida a la Navidad como lo que es: el más elegante y dichoso de los regalos. Tengo el convencimiento de que quien alberga la magia de la Navidad en su corazón cada día del año y todos los años de su vida es un ser de sentimientos profundos, convicciones firmes y amores sólidos. Como también soy del pensar de que los seres vivos, (todos), somos rocas y aún a pesar de las graves cicatrices, de la vasta erosión e incluso de los desprendimientos de lo que va fragmentándose en nosotros, en lo más profundo de cada uno hay una luz que nunca deja de brillar. Una luz semejante a la fe que nunca deja de alumbrar nuestro camino y nuestro caminar aunque en alguna mala hora pensemos que no es así. Convencida estoy de que esa luz nos da aliento, nos permite seguir, soportar la existencia, sentirnos ligeros aun a pesar de la carga y sabernos permanentemente iluminados. Y si esa luz tiene la fortuna de revestirse con la ilusión que depositamos en nuestros actos presentes y futuros, en el coraje de nuestra actitud y en el corazón de los otros, se transforma en una luz de una potencia equiparable a millones de luminarias capaces de alumbrar la noche más obscura. Porque la ilusión hace de espejo multiplicador de esa lucecita interna que todos poseemos. Entonces conscientes de su poder debemos perseguir a la ilusión, encontrar su camino, la forma, el modo de asirla y no dejarla marchar. Por ello, para los años que están por venir, y por supuesto también para el 21,  (obviamente), no sólo deseo que confíes en la luz que hay en ti y que tengas fe en ella, también deseo que no dejes de ilusionarte jamás.

 

María Aixa Sanz

(La Madriguera, 27 de Diciembre de 2020 )