Hay mucho de
sabiduría y elegancia, como también de honradez, y una buena dosis de determinación y valentía en saber cuándo hay
que cerrar una etapa de nuestra vida, poner el punto y final a un capítulo,
pasar página. Baudelaire dijo en su día que a la lista de los derechos del ser
humano se tendría que agregar el derecho a marcharse. Opinión que suscribo. Por
ello, encontrar la hora y el día justos en que se decide poner fin a algo es un
día épico, pues si lo hacemos bien ganaremos nuestra particular pequeña batalla
de la que será un hecho sentirnos orgullosos. Cuando lo más fácil, pero también
lo más engañoso, es caer en un autocomplaciente pretexto e ir posponiendo la decisión. Creo que e
ngañarse a sí mismo, es de las peores cosas que un ser humano puede hacer contra su
integridad, de ahí la importancia de escoger el
momento y la forma. A menudo, ese momento se precipita después de que se haya
vertido esa gota que resulta ser la última y que hace colmar el vaso de nuestra
paciencia; pero, no obstante, todo viene de mucho antes de esa gota, todo
estaba ahí desde mucho antes de tomar la decisión: Ese; ya no te quiero en mi vida, amor. Ya no te quiero en vida, lugar. Ya
no te quiero en mi vida, amigo. Ya no
te quiero en mi vida, trabajo. Ese ya
no te quiero ha estado incubándose en nosotros desde a saber cuándo. Pero
verbalizarlo, tomar el timón o las riendas de nuestro presente, tener la
gallardía de mirarnos al espejo y decirnos esto es lo que hay y de ahora en
adelante cierta persona, cierto trabajo, cierto lugar no va a formar parte de
mi existencia es harina de otro costal. Sin embargo, la enormidad de ese ya no te quiero encuentra el canal para tomar forma y manifestarte,
y después el alivio. Pocas cosas hay comparables al alivio que el ser humano
experimenta cuando cierra un capítulo de su vida, cuando pone el punto y final a
una etapa. Con la capacidad que posee el ser humano para superarse sabe que al
poco llegará el olvido y mientras éste llega, nuestra vida será inundada por la
ilusión; una ilusión renovada, por estrenar, abriéndose a nosotros a través de nuevas experiencias y aventuras que tendrán forma de
lugar, persona o trabajo. Y eso, esa ilusión llena de vitalidad, que algunas veces da incluso vértigo, a la hora de la
verdad no tiene precio, y es incomparable, es un marco demasiado hermoso para
no querer disfrutarlo y saber que el punto y final que acabamos de poner ha
sido la mejor decisión que hemos tomado en mucho tiempo. Puesto que cuando algo
es una rémora, un lastre, es porque hemos dejado de creer en ello, hemos
perdido la fe en esa persona, en ese lugar, en ese trabajo, y entonces sólo
tenemos una opción que es soltarlo. Se acometa con más o menos elegancia solo
nos queda una opción: soltar lastre. Ya que vivir, no se trata de tan solo vivir sino de sobrevivir, y para sobrevivir hay que salvarse a uno mismo y para
salvarse hay que ir soltando todo aquello en lo que ya no creemos para dejar
espacio a lo nuevo que nos ha de llegar.
Pues seguro nos llega. Ya que el mundo es un lugar plagado de posibilidades. Eso
es algo que jamás se debe olvidar, y como dice Bryant McGill: «Tu futuro
empieza siempre con tu próximo pensamiento.» De modo que aprovechémonos de nuestra capacidad de discernir y cribar entre lo bueno y lo malo que hay en nuestro
existir. Confiad en vosotros mismos, confiemos en nosotros y en nuestro instinto. Puesto que el instinto nunca
falla.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz