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domingo, 16 de octubre de 2022

16 de Octubre ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬

Son las nueve menos cuarto. Cruzo la puerta del porche. Dejo tras de mí remolinos de polvo y ramas moviéndose de manera desaforada, rompiéndose en dos. El interior de La Madriguera resulta más confortable y aislado de lo habitual. Sonrío agradecida. Acabo de dar una vuelta afuera por el exterior. He estirado las piernas y caminado sólo unos metros. Los kilómetros y el día de hoy son incompatibles. Un fuerte viento azota el mundo natural que habito. Resulta imposible caminar y no salir volando. No importa. Los sábados y domingos me gusta cocinar con más detenimiento. A ser posible volcarme en el cocinado. Entro en la cocina y lo primero que hago es sacar del frigorífico el salmón para que esté a temperatura ambiente cuando lo meta en el horno. No voy a complicarme la vida, cocinaré una rica sopa de primero y salmón fácil de segundo. Enciendo la radio. Las voces familiares se acoplan a mi ritmo de trabajo. Mientras cocino, hablo con ellas, les doy la razón o se la quito. Asiento y disiento con los comentarios de los tertulianos políticos. Sigo la política como quien sigue una comedia de televisión, las más de las veces: absurda, poco creíble, incluso con tintes de vodevil. Sintiéndolo mucho no puedo tomarme a los políticos en serio mientras el coste para ellos de las decisiones que adoptan y de las medidas que imponen sea cero, y no respondan (como hacemos el resto) personalmente con el patrimonio y la libertad. Pienso en el postre, en si decantarme por una macedonia o por la tarta de calabaza que compré ayer en la pastelería. En este momento estoy a gusto, muy a gusto. No sé la de veces en que reparo en que si bien soy contadora de historias, y escribir, es mi razón de ser y mi trabajo; lo de cocinar va inmediatamente después. En el orden de trabajos predilectos, escribir está en primer lugar, y cocinar, en segundo. Y, de haber un tercer lugar, sería sin ninguna duda para el trabajo de levantar mesas. Muy lejos queda (lo reconozco) mi faceta de jardinera que en importancia existe no como un trabajo sino sólo como un ocio de los muchos que tengo. Supongo que el ser diligente y nada perezosa ayuda a que las jornadas cundan para tanto camino, trabajo, actividad y ocio. Lo cierto es que cundir, cunden. Me cunden. Precaliento el horno y saco el beicon ahumado para filetearlo a mi gusto y cortar unas lonchas a trocitos. Huele que alimenta. No tardaré en hacerme un bocadillo de algo, de lo que sea. También saco dos tomates pequeños, los lavo, corto lo que no me sirve y hago rodajas con el resto. Busco en la despensa un bote de cebolla caramelizada y lo abro. Es una suerte poder contar con productos de alta calidad que te permiten avanzar y no tener que hacer mil elaboraciones para un solo plato. Cubro el fondo de una fuente con láminas de beicon. Y sobre él, coloco tres rodajas de tomate y encima el salmón salpimentado. Sobre éste reparto el beicon a trocitos y la cebolla caramelizada. Ya puedo meterlo en el horno. Lo meto y quedo a la espera de que me hable y me diga: 《Ñam, ñam. Ya puedes comerme》. Suelo cocinar temprano para tener el resto de la mañana libre. Así que entretanto que el salmón, el beicon, el tomate y la cebolla se funden en un solo sabor, preparo los ingredientes para hacer la sopa y los dejo listos para cocinarlos al mediodía. Lo del postre será fácil, he optado por la tarta. Con lo cual el tiempo que resta hasta la hora de comer lo emplearé en levantar una coqueta mesa de otoño; y escuchar después, una hermosa canción africana. Lo que es lo mismo que seguir con la relectura del volumen de cartas de la baronesa Blixen, desde mi edad actual, desde mi existencia de ahora, desde La Madriguera a los pies de mis propias colinas de Ngong, sintiendo el abrazo de Denys buena parte del tiempo. No es que busque contarme a mí misma una historia que ya conozco desde otro punto de la vida. No. Al menos no se trata sólo de eso. O, mejor dicho, principalmente no se trata de eso. La realidad es que releo a Blixen cada vez que necesito sentirme todavía más en casa de lo que ya me siento, de lo que ya lo estoy. Es algo muy mío, muy íntimo. Así lleva sucediéndome desde décadas. De manera que aunque parezca que la sociedad, el entorno, incluso el suelo que una pisa esté siempre en constante movimiento; África y su canción, no. Si mis particulares colinas de Ngong provocan en mí un sentimiento de pertenencia, seguridad y hogar; las vivencias de la baronesa, sus cartas, su manera de contarme África me dan amparo. Son para mí como entrar en una cabaña dejando la ventisca y la tempestad a mi espalda, y encontrarme un buen fuego. 《 Y a Denys 》, me indica Denys desde el abrazo, la viveza azul de su mirada y la sonrisa del que conoce. Y yo asiento con la cabeza y sonrío con los ojos.



"No, verás, tengo que ser yo misma. Ser algo en mí misma. Tener, poseer algo que realmente sea mío y que sea yo, para poder vivir, pura y simplemente vivir, y para poder vivir y pensar que sigo poseyendo la indescriptible felicidad en mi vida que es para mí el amor a Denys. [Karen Blixen / 1.4.1926]”



María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 16 de Octubre de 2022 )