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lunes, 20 de septiembre de 2021

20 de Septiembre ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Tengo en mis manos al penúltimo día de este verano de risas, complicidad y goce. Puedo hacer con él lo que me plazca. Lo sé maleable. Le digo: El miércoles ya no estarás. Te vas. Es mucho lo que me dejas: la constancia del amor y la pasión de un hombre bueno y leal, el don manifiesto de inventar y narrar, la incuantificable satisfacción de contar y el alivio del camino. Creía que contigo el camino habría sido experiencia ardua. Dura prueba sin sombra. Sin embargo, me hice tu amiga y con desparpajo te dije: 《Hemos de llegar al entendimiento de los que se avienen más por interés que por simpatía.》《Okey. E igual me extrañas cuando bailes con el loco otoño o cuando estés en brazos del fresco invierno》, contestaste. Y yo te respondí: 《En tus manos está que te llegue a extrañar.》 Entonces, tú, me indicaste con el pundonor del orgullo dañado: 《Lo haré. No imaginas lo convincente que puedo llegar a ser. Madruga como si fueses quien dibuja las montañas y pinta los márgenes del mundo. Del sol ya me encargo yo. Si lo haces pondré al paso, a tus pies, la risa de la felicidad y el brillo del amor reflejado en tus ojos. 》Hoy, a veinte de septiembre, sé que cumpliste y cumplí, porque de nuestro lado, permitiéndonoslo estaba Dios, de modo que el trato que hicimos no se convirtió en humo. Me regocija comprobar que todo salió mejor de lo esperado. Te he caminado, vivido y gozado; y tú, como un buen verano, has teñido mi vida de lo inolvidable. Como hace todo verano digno de su nombre. Por ello, sé que en algún lugar de mi memoria (quizás remoto y secreto) permanecerás. Estoy segura de que en los meses que han de llegar, acudiré a ti, a tu recuerdo,  para entrar en calor cuando las ventiscas me alejen demasiado de tu luz alborotando en los colores del jardín de La Madriguera. Muy probablemente, siempre habrá algo de ti que extrañe, de ese tipo de algo, de peculiaridad que convierte a cada uno de los veranos en singular,  en completamente diferente a los otros. Gracias por haber estado a la altura. No todo el mundo sabe estarlo. Y, a continuación, en estas horas y sin punto aparte, como se pasa de un asunto a otro, cuando estos son de poca monta, o se va de un amor contrariado a un asidero de paz, al marcharte tú, segundos después le abriré la puerta al loco otoño. ¿Es así como lo llamas, no? Y en él, prepararé tartas y bizcochos de esos que en ti se derriten y no de placer. En este momento me ves reír alegre tras la ocurrencia y asumes que tu tiempo conmigo acaba. Tic tac, tic tac. Me observas feliz y concluyes que no concuerda tu clima con mi forma de ser. En estos años de mi vida, no. Por eso, en un último acto no sé si de caballerosidad o de renuncia, con un gesto teatrero y bastante altanero, me lanzas un beso a la par que te apartas a un lado, para dejar paso a lo que ha de ser. Te agradezco, verano, enormemente los servicios prestados, pero va, aléjate, márchate. No soy ser impaciente salvo para la llegada del otoño y la Navidad. Confieso son (como el cuello y los labios de Alberto) mi debilidad. ¡Ay, la vida! ¡Ay, el amor por la vida! ¡Qué locura vibrante! A la que vale la pena aferrarse con ganas, y siempre. 


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 20 de Septiembre de 2021)