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lunes, 2 de agosto de 2021

2 de Agosto ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Me senté y contemplé en silencio durante horas. Contemplé los meses como si fuesen una banda de compinches, de los que sólo ellos saben de qué trata la mascarada. Me senté y contemplé en silencio sin hacer nada más. Tomé distancia al observarlos, para (al detalle) saber, y supe. Averigüé. Y ahora sé que jamás me había sentido parte de la quietud y que nunca había gozado de mi ánimo contemplativo como en estos meses, que me han conducido de un verano a otro. Doce meses después, en esta hora, sé de la transformación de mi carácter. El caminar sin reservas durante un año seguido, sin faltar un solo día, en la soledad de la mañana, en el silencio cómodo del espíritu, me ha moldeado el carácter. Ahora soy consecuencia, hija, fruto del caminar y del camino. Priorizo, valoro, callo. Existo en el orgullo, en el esfuerzo, en el mérito, en el olvido, y sobre todo en Dios. En el octavo mes del año, en el duodécimo de mi caminar, sigo como comencé, y comienzo mes siguiendo los pasos del anterior: caminando en el abrazo de Dios. Me sostengo y avanzo. Me levanto y continúo. Mis piernas y mis pies pacientes, obedecen, luchan, trabajan, CAMINAN. Mi fe me envuelve de fuerza, honor y amor, deseando ser digna del milagro que para mí es ( y que para todos los bípedos debería ser) el que tus piernas soporten tu peso y tu ánimo para avanzar y desplazarte con ellas, un pie tras otro. Cómo no sentirme, un año después, bendecida y agradecida por poder hacer aquello que me ha sido negado demasiadas veces en mi existir. No hay más milagro que ese a mi entender. Ni más valiosa fortuna. Junto a saberme viva en vida y sentir en cada átomo de mi ser la pulsión de la creación, la dicha de pertenecer al mundo natural. En el camino de mi caminar con la fuerza de la soledad y la tenacidad de los creyentes he visto desvanecerse la rabia y las lágrimas, y aflorar la sonrisa, la valentía, la confianza y la canción que guardaba para mí mi propia alma. En el camino de mi caminar he descubierto (con la mirada limpia) la lluvia, el viento, las ganas de vivir, la libertad. En el camino de mi caminar he recogido pájaros caídos del nido, he apreciado su alegría y revuelo como compañía sin igual, he esparcido semillas al tuntún para devolverle a sus márgenes (de algún modo) un ínfima parte de lo que me ha dado y me está dando, he sembrado seis abetos Douglas (algo que no había hecho jamás) para verlos crecer y tener en un futuro mi propia senda hacia la Navidad. Me doy cuenta en este minuto de este agosto que asoma que en el camino de mi caminar he sido testigo de mi propio renacer. Son las tres y dieciocho de la tarde, y en vez de cerrar los ojos y encontrarme con la siesta; opto por escribir estas palabras en el diario natural, porque esta mañana llegaron hasta mí, y las retuve, apresándolas en mi corazón, sentada en las escaleras del porche donde el bardo de Yukón (Robert William Service) escribía sus poemas. Cuando estamos en Dawson City me agrada tocar con las palmas de las manos las paredes de su cabaña. No es un ritual. Es un acto de reconocimiento. Pues otros caminos distintos caminé antes del que ahora me ocupa. Uno de ellos fue la obra de Robert William Service. Presumo que de todos ellos aprendí para saberme manejar en el más crucial. Y al caminar éste (por las inmediaciones de La Madriguera) a fe mía cómo recorren mi sangre las palabras del poeta, cuán peso tienen, cuánta de mi verdad hay en ellas:《¿Has afinado tu alma con el silencio? Entonces por el amor de Dios ve y hazlo; escucha el desafío, aprende la lección y paga el precio.》


Agradecida saldré al camino mientras Dios lo estime oportuno y necesario. 

Termino por hoy.


María Aixa Sanz 

(Dawson City, 2 de Agosto de 2021 )