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miércoles, 16 de agosto de 2017

LECTORES IDÓNEOS O NO


«Más de un hombre ha iniciado una nueva época
de su vida a partir de la lectura de un libro.»
Henry David Thoreau


En Desayuno en Tiffany's he descubierto una magnífica novela. Una lectura provechosa. Un regalo sorpresa que la vida me ha hecho. Truman Capote es grande. Pero en este momento de mi existencia lo es todavía más, porque ahora puedo apreciar mejor y valorar en toda su magnitud tanto la calidad de su novela, como los matices y colores que posee su forma de narrar. Al leer Desayuno en Tiffany's se han revelado como una realidad de nuevo mis tres creencias favoritas. Una, que los mayores placeres siempre resultan ser los inesperados; dos, que sólo se lee con provecho, disfrutando de la lectura en toda su esencia cuando se ha vivido. Mientras tanto las lecturas sólo son una forma de matar el tiempo antes que éste te mate a ti o un entretenimiento sin ninguna ambición, y ello no sucede porque lo leído sea de poca calidad y su autor no tenga talento, sino sucede porque al lector le falta vida por vivir y carece de bagaje, de fundamento, es decir, de la experiencia en primera persona con la que sacarle todo su jugo a la historia que está leyendo. No exprimir una lectura es algo que ocurre habitualmente en las primeras edades y en algunos casos incluso después, entonces el lector tiene la tendencia a tildar de mala una novela sin ni siquiera darse cuenta de que el problema está en él, al que le falta la experiencia necesaria para leer entendiendo y compartiendo, pues no comprende lo que lee, no lo absorbe; aunque muy probablemente, en ese tiempo, todavía carece también de la agudeza para formular ese pensamiento y además tampoco repara en que lo que para él resulta ser una mala historia para otros será todo lo contrario, pues no hay novelas malas, lo que hay lectores idóneos o no. Pues cada título lleva en lo más hondo de sus entrañas a su particular lector y sólo deben encontrarse para que aparezca la magia y surja de ella la comunión perfecta, la unión sin fisuras, la belleza del equilibrio sin red. Y ahí se pone de manifiesto mi tercera creencia, esa que me hace pensar, que los libros tienen una vida propia, unos hilos invisibles que nos aproximan a ellos en el momento adecuado, cuando nosotros más los necesitamos, por eso ese encuentro inesperado resulta ser tan placentero y su lectura tan provechosa.
Lectores míos, ni aun prometiéndomelo, voy a creerme jamás que nunca se ha cruzado inesperadamente en vuestro caminar un libro que en esa hora os ha llenado de dicha, os aportado consuelo, os ha hecho sentir afortunados e incluso os ha reconciliado con el ser humano y el mundo.
No me mintáis, ni aunque sea para llevarme la contraria, porque yo sé que sí. 
Sé que os ha sucedido, y estoy segura que en más de una ocasión.
Entonces, pues: ¡Brindemos por todos los libros, y con ellos, por todas las historias que están todavía por llegar a nuestras vidas!


Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz