Nuna duerme profundamente a mi lado, por fin se ha dormido. Sé que este mismo pensamiento lo he escrito en otras ocasiones. Un pensamiento con las hechuras del alivio. Si ella está bien, yo estoy bien. Está sufriendo su sexto embarazo psicológico, lo que significa largas jornadas en las que no come ni duerme ni está quieta. Su cuerpo y su mente son presa de una profunda ansiedad, busca desesperadamente un rincón para parir. Es cautiva de una voluntad ajena a ella y hasta que la medicación no le revierte el trastorno hormonal no descansa, ni descansamos. Ahora, en esta tarde, duerme por fin. Y todo de repente se vuelve perfecto. Para celebrar su quietud, al terminar mi rutina de ejercicios de recuperación, saboreo un helado en silencio mientras escucho el ritmo pausado de la respiración del ser más puro, noble y leal que he conocido jamás. Ha sido en este 20 donde ella también ha tenido que aprender que existe una vida sin juegos. Las primeras semanas de mi accidente no se despegaba de mí, ahora, meses después en algún momento me deja sola, aunque sé que siempre está atenta y que necesita verme, besarme, saberse parte de mí cada hora del día. Y al llegar la noche como mi fiel escudera que es, comprueba que estoy bien y a punto de meterme en la cama para irse a su cuarto a dormir. En este tiempo duro, sin tregua, he comprendido que necesita oír mi voz para saber cómo estoy. No tiene suficiente con verme o con que le haga caricias, no, necesita que le hable para seguir con la vida; del mismo modo como yo necesito sus sesenta kilos de bondad para que el mundo me parezca un lugar más habitable y mi existencia sea mucho más plena. Algo que desconocía necesitar cuando la adopte en febrero de 2014. Lo que me lleva de nuevo a ser consciente de la verdad que hay encerrada en el tiempo. Pasa el tiempo y descubres los porqués. Transcurre y todo encaja. Te llegan las respuestas, te son dadas por una especie de sortilegio. El tiempo pone lógica a nuestra forma de ser. Es él quien nos traslada del punto A al B, de una situación a otra, quien repara nuestros cuerpos y nuestras almas, quien decide que ya está bien de ese amor o que todavía hay ganas, porque incluso el amor tiene su propio tiempo. La mejor decisión es vivir el tiempo con serenidad y confianza ya que la mayoría de las veces sabemos es la única opción, pues no nos queda otra. Y, además, uno aprende con la vida que en el tiempo no hay prisa y que las explicaciones y los resultados, verdaderamente, llegan cuando éste ha obrado en nosotros la trasformación necesaria para que sin caernos podamos seguir cabalgando el Universo como seres completos. Hace alrededor de una semana me llegó como un regalo providencial un paquete de mi amiga Priscila desde Dawson City, tristemente este verano por la cuarentena y las restricciones en Yukon no podremos ir, pero ay, cómo me está ayudando en mi día a día la fotografía que encontré en su interior de un buscador de oro, una imagen en cuyo pie está escrita la siguiente leyenda:《No fuerces las cosas ni corras más deprisa de lo que es posible en cada circunstancia, todo tiene su tiempo. TODO TIENE SU TIEMPO.》 Y sí, todo tiene su tiempo. TODO TIENE SU TIEMPO.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz