«Para mí, el hombre es
restricción y la naturaleza
libertad. Él me hace desear otro mundo y ella me
hace
estar feliz en éste.»
—Henry David Thoreau—
Hay días en que en mi
ánimo no está el escribir nada, pero es raro que no acabe sucumbiendo a mi forma de estar en el mundo, a mi modo de respirar. De manera que siempre acabo
engarzando palabras ya sea para una cosa u otra, con un objetivo u otro. Pero
así soy yo. Y cada uno, pues es como es. No sé parar quieta, no le doy tregua al
aburrimiento. «¿Quién es ese?», me pregunto a veces a mí misma con la risa aflorando en mi rostro e iluminándolo. Como os he comentado con
anterioridad, no sé aburrirme. No puedo. Desde niña, yo y mis tejemanejes hemos
aniquilado el aburrimiento hasta tornarlo un auténtico desconocido. Y de la
misma manera como no se aburrirme y no puedo vivir sin escribir tampoco puedo
existir sin mezclarme con los seres vivos que habitan la naturaleza en su
totalidad. Nada me nutre más que formar parte de ese mundo natural. De ahí
nazco, en él mi inspiración se inflama. Sin ese mundo natural no soy nada.
Quién me conoce sabe que no podría vivir encerrada en un piso, en un
apartamento de una ciudad y tener por suelo el asfalto y por cielo algo que no
fuesen las estrellas o la bóveda celeste al alcance de la mano. Así que en el
mundo natural me muevo, salto, bailo como una puma negra. Y me digo a mí misma:
«Bienaventurada eres María. ¡Bendito mundo natural!» Pues bienaventurada soy
y dichosa me siento. Afortunada como sólo se es cuando uno es plenamente
consciente de que está instalado en la felicidad sin necesidad de haberla perdido para darse
cuenta. Vivir en la naturaleza te enseña eso, que siempre lo más hermoso es lo
que está al alcance de nuestros sentidos y por tanto la dicha reside ahí. Se encuentra próxima a nosotros y no
entiende de artificios, ni dobleces, ni artimañas, ni disfraces. Las cosas realmente importantes, las que nos cambian la
vida, las que transforman nuestro interior, las que nos llenan de dicha son las
más baratas. Son las que no se compran. Son las que no se encuentran tras un
mostrador. Son las que cada día y cada noche y con cada estación están delante de nosotros, a simple vista, para que apreciemos tanto su valor como su poder evocador, soñador, convertidor y sanador. Considero que en el mundo natural llevo una vida
bastante interesante que me completa como ser humano. Por tanto no es extraño que el runrún del mundo no
me interese. Así que intento alejarme de él al máximo, ya que para mí, la vida
está donde todo existe en su esencia y donde se le permite a los sentidos
percibir el cambio más nimio y mínimo, a las sensaciones experimentar lo
impensable y a los pensamientos brotar, nacer, crecer y tomar forma. Resulta
insuficiente incluso estéril sentarse a escribir si no has vivido, amado y
sentido. De sobra lo sé, puesto que sólo cuando todo mi interior y mi cuerpo se mueven al
compás del mundo natural es cuando bullen en mi mente las ideas, las reflexiones, las
cavilaciones, las frases, los proyectos y los bosquejos que serán punto de
partida. Y ahí, en el punto de partida, es cuando todo verdaderamente cobra
sentido y puedo decir que soy realmente feliz.
Besos y abrazos a tod@s.
María Aixa Sanz