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lunes, 19 de septiembre de 2022

19 de Septiembre ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Él va y viene en mis sueños. Aparece y desaparece. Entra en mi universo onírico, y en él, hace y deshace. Dicen que cuando sueñas con alguien es porque ese alguien está pensando en ti obstinadamente. ¿Quién lo dice? Ni idea. Aunque sé que es una creencia popular. ¿Venida quizás de las páginas de alguna novela romántica? No lo sé. Lo ignoro. Ignoro el origen. Sin embargo, aun ignorando su procedencia y la veracidad de la misma, cuando experimento un sueño en el que él se pasea tiendo a pensar que es por ese motivo. De esa manera (en un primer tiempo) transcurrieron los meses, luego los años, a los que les siguieron los lustros, para después adentrarse en las décadas. Así que desde hace décadas, sueño con él, cuando él tiene la mente puesta en mí. Si bien, en lo que parece otro siglo cuando soñaba con él, su ser robusto y respetable, se mostraba a la defensiva y altanero conmigo; en la actualidad, se me ofrece como cómplice, amigo y parte necesitada de mí. Pero la cuestión es, ¿por qué en el día de hoy tengo la intención de escribir sobre algo que lleva sucediéndome durante tanto tiempo? La respuesta es fácil. Porque esta noche he soñado con él y desde el amanecer ando con el estómago revuelto y el ánimo intranquilo. No puedo dejar de pensar en la jornada siguiente a la noche en que Denys se pasea por mis sueños en si estará bien. Las avionetas tiene sus peligros; los leones, también; y qué decir de África. Y yo siempre he pretendido el bienestar de ese hombre. Secretamente, si él está bien, yo estoy bien; y si yo estoy bien, él está bien. De modo que como no doy pie con bola, salgo al jardín con mi infusión preferida: dos partes de manzanilla y una de tila. El jardín muestra signos de cansancio con el noveno del año. La selva de La Madriguera necesita ir entrando en reposo lo más pronto posible. Me bebo la infusión cargada de azúcar, saboreándola. Cojo mi cubo rojo y las tijeras de podar,  y le ayudo a transitar hacia el otoño. Corto lo que le estresa y le sobra, libro a los bulbos de sus raíces viejas para volver a replantarlos, y de pronto, por una milésima de segundo me imagino a Denys aquí mismo, haciendo lo que yo. Una carcajada sonora brota de mi garganta ante lo inverosímil de la secuencia. No. No puede ser. De estar él aquí, se sentaría a mirar para dejarse besar al pasar yo por su lado. Eso sí que es más verosímil. Y, en ese instante, tengo la certeza de que se encuentra bien, esté en la latitud en la que esté. Es más, lo imagino sonriendo con esa sonrisa suya ancha y feliz. Me gusta recordarlo, riendo. Acabo sudada con el trajinar. El trabajo ha valido la pena. El jardín ha rejuvenecido. He borrado la decadencia marchita que lo había conquistado. Por mi parte, he recobrado la serenidad. Noto mi estómago mucho más ligero y mi ánimo también. Fue Karen Blixen quien dejó por escrito que la cura para todo siempre es el agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar. Entro en el interior de La Madriguera y voy directa a la ducha. Mientras me desnudo, sé qué es lo que le pediré esta Navidad (Dios mediante) a Santa Claus. Y me noto eufórica ante la espontaneidad de la idea. Me agrada advertir que todavía dentro de mí (aun frisando los cincuenta) existe la ilusión sin edad, aventurera y loca que tanto ama Denys. A veces creo que ese tipo de ilusión es nuestro verdadero talismán. Oigo su voz en mi oído. Impetuoso y exigente, como si no hubiera un mañana, quiere saber qué voy a pedirle a Santa. Sonrío. Juego con él. Imaginariamente, le contesto: 《Puede que un bastón de roble con una cabeza de león en su empuñadura para cuando mi rodilla está demasiado cansada; o una avioneta, también de madera, para soñarte mejor. 》Ríe. Mueve la cabeza. Satisfecho, se fuma un puro. ¡Ay, la vida! La vida real es esto. No es mucho más. 




María Aixa Sanz 
(La Madriguera, 19 de Septiembre de 2022 )