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martes, 6 de septiembre de 2022

6 de Septiembre ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Septiembre llega siempre con la sonrisa en los labios del estreno y de las primeras veces. Más allá de la edad que uno tenga habita en nosotros hasta lo eterno el colegial que con mochila y estuche recién comprados se adentra en un nuevo curso. Septiembre de todos los meses del año es el que lleva en su sino ser acicate y revulsivo. Por tanto con el nueve entrando por la puerta no es extraño plantearse un nuevo propósito o reformular el viejo que quedó olvidado en el trajín de los doscientos cuarenta y tres días transcurridos desde que comenzó el año. Aunque también puede ser que septiembre sea sólo la continuación natural del verano y, en ese caso, convencida estoy de que es la ilusión la que se viste de propósito. Ilusión por retomar con alivio la vida real al acabarse al fin los minutos de descanso, de publicidad, por ejemplo. O la ilusión por seguir indagando y abriendo puertas del mundo natural y de la mente con tal de crecer contando. Pedí lluvia y aquí está. Septiembre en una continuación liberada del estío ha llegado a La Madriguera con la lluvia como aliada y con el buzón cargado de catálogos. En esta hora de la tarde antes de sentarme a escribir (con la lluvia como sonido de fondo y en primer plano con las voces familiares de la emisora de radio que escucho a diario) ordeno el batiburrillo de novedades que han tenido a bien enviarme. Catálogos de bulbos, de semillas, de libros. Y aunque deseo enormemente adentrarme en ellos no lo hago, puesto que esta es la hora en que mi existencia se torna palabra escrita más que en ninguna otra. De manera que descarto lo de arrellanarme en el sofá del porche con una buena taza de infusión para hojearlos al detalle, dejo la taza sobre la mesa de trabajo y abro el diario del discurrir. Son las cuatro menos siete minutos, e imagino que encuentro una puerta secreta en el jardín de La Madriguera. Minúscula. Tan pequeña que del asombro la mido con el metro de madera que heredé de padre. 15 x 11. Quince centímetros de alto por once de ancho. ¿Desde cuándo está ahí?, me pregunto desde la divertida ensoñación. ¿Acaso es mágica y aparece y desaparece? Me pellizco al intuir la verdad de la respuesta. ¡Por supuesto que es mágica! Y, además es hermosísima. De colores suaves. Con el dintel en estructura de arco, las jambas de color ahuesado, la puerta de listones de un color entre azul y verde, con una ventanita en su centro con un marco blanco en forma de cruz y un alféizar rojo teja. Y, de pronto, al imaginarla ahí a los pies de los gladiolos se me ocurre abrirla y entrar. Entro. Increíblemente entro. No sé si soy yo la que se ha vuelto pequeñita o si es la puerta la que mágicamente se ensancha y se ajusta al contorno de mi cuerpo, con tal de poder pasar. Paso. Cruzo. Entro. Camino unos pasos por un pasillo de tierra bordeado por enormes hortensias paniculata en flor; y en uno de sus recodos, se abre ante mí una sala de cristal como un palacio de invierno que huele a campo abierto. Concretamente huele a girasoles recién cortados. Doy pasos, camino como si bailase en un gran salón de baile. Y cuanto más bailo, más campo abierto es, menos palacio de cristal. Me descubro observando como va desapareciendo el techo y las paredes una a una. Es como cuando en un gran teatro cambian en un santiamén el decorado a la vista de todos. Ahora frente a mí todo es inmensidad. El vértigo me sugiere prudencia; la valentía, aventura. La niña sin miedo apuesta siempre por la osadía. Parpadeo. Camino a ciegas, ando con tiento porque de pronto el día se convierte en noche, tres zancadas más, y la noche en amanecer. Y, en el amanecer, en mitad del campo abierto que huele a girasoles recién cortados, me aguarda la máquina de escribir con la que tecleé mi primera historia. Satisfacción, es la emoción que me inunda. 《Lo has hecho muy bien》, me digo. En el carro de la máquina un folio ondea por la brisa de la mañana como si fuese la bandera, en el día de la bandera. Reparo en que hay algo escrito en él. Miro. Leo. Sonrío.《Eres mi roca》.


María Aixa Sanz 
(La Madriguera, 6 de Septiembre de 2022 )