Febrero llega y me descubre escuchando como cada día de mi vida. Escuchar es algo más que prestar atención a lo que se oye. Es más que atender. Es lo opuesto a quedarse con los brazos cruzados, las orejas en desuso, gachas o caídas. Me da la risa al pensar en semejante imagen. A mediados del mes pasado cuando caminaba (atravesando una de esas mañanas en las que el frío te desafía mirándote de frente y sin piedad) me ocurrió algo lo suficientemente extraño cómo para no desear escribir sobre ello después. Vi a enero bostezar. Lo encontré tumbado de cualquier manera debajo del esqueleto durmiente de un árbol milenario con sus treinta y un días enroscándose sobre sí. Se arrancaba los pelos de su cabellera blanca, uno a uno, mientras bostezaba sin disimulo. Aburrido y apático, como si la existencia, o lo que era peor, la vida no fuera con él. Busqué algo para lanzarle. Una piedra afilada y pequeñita, le tiré. 《¡¡¡¡ Ehhhh!!! ¿Se puede saber qué haces?》 , me gritó. 《Espabilarte. Despertarte. Pareces vagancio en el peor de sus días. No es propio de ti que te comportes así, mes primero y puerta 》 , le respondí. 《Me aburre la monotonía del paisaje, la falta de historias, el impás en la narración; además del cielo gris como carpa de circo cerrada hasta la próxima función》 , me indicó. 《¡Escucha!》, le sugerí. 《¿El qué? Si todo es un gran silencio. Vasto y tangible》, me contestó un segundo antes de bostezar de nuevo. 《Escucha atentamente. Porque en lo que tú crees que todo es silencio está la emoción. Olvídate (si lo prefieres) de todos los sentidos, salvo del oído. Concéntrate en el oído. Vive para escuchar y escucha para vivir. De manera que lo que escuches corra por tu interior e impida quedarte con la percepción helada por el aburrimiento 》, le ordené. 《¡Paparruchas! Si tan importante es, escucha tú 》, malcarado, me respondió. 《Lo hago cada día de mi vida. Sólo requiere despejar los sentidos para que el oído trabaje más que el resto. No es tarea difícil para mí, puesto que soy buena oyente. De hecho, amo escuchar》, le dije. 《¿Y qué amas escuchar? A ver, listilla, entretenme un rato》 , me soltó mientras se rascaba con los dedos de una mano, la palma de la otra. 《 Amo escuchar el mundo natural, los pájaros, los animales con los que me cruzo en mi caminar, el viento en la copa de los árboles, el gritito emocionado cuando reconozco las bondades que mi Dios me brinda, la lluvia pisándome los talones, los insectos libando el néctar de la flor, la flor abriéndose a la vida, la vida abriéndose a mí con cada amanecer, el agua de arroyo de verano, la gota de sudor deslizándose por mi piel, la avioneta de Denys sobrevolando las colinas de Ngong mucho antes de verla aparecer, el copo de nieve posándose en la punta de mi nariz, el frufrú de mi anorak rojo, el rítmico sonido de mis bastones y mis pisadas, los pensamientos vagabundos que mi mente me lanza como anzuelos, los latidos ilusionados de mi corazón agradecido por todo lo que mis ojos ven. Y cuando el exterior se queda al otro lado del grueso muro de La Madriguera: la voz única, singular y vibrante, la calidez de la voz que narra la historia, la voz del amor》 , le respondí de carrerilla y desde el corazón. 《¿Y por qué amas escuchar toda esa sarta de tonterías?》, me preguntó, sorprendiéndome puesto que pensé que había dejado de atender mi retahíla al llegar a la mitad. 《Porque todo ello es hogar para mí. Chimenea que arde en el refugio que habito. Amo el silencio, mi Dios sabe cuán de necesario y vital me es; pero la voz que en él se cobija, también, es algo de lo que no puedo prescindir 》, le respondí, dibujándose una enorme sonrisa en mi rostro, puesto que sentí tan enorme dicha y fortuna por todo lo que en verdad me rodea, que dejaron de importarme sus bostezos y lo que pudiera contestarme a continuación.
“Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Efesios 5: 15-16”
María Aixa Sanz
(La Madriguera, 7 de Febrero de 2022 )