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jueves, 6 de enero de 2022

6 de Enero ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


No son sólo palabras. Son las historias donde reposa mi corazón. Lo más valioso que poseo. Lo que en realidad soy. Son mi razón de ser. Son la promesa de contar. De contar siempre. El sentido de mis horas. Y, también son, mi ofrenda a mi Dios.

》Viernes, veinticuatro de diciembre. Es la mañana de Nochebuena. Son las siete y cuarenta de la mañana. Afuera en el exterior nieva. La Madriguera entreabre los ojos bella y serena. Enciendo en la cocina la larga vela de la víspera de Navidad en el candelabro que tengo expresamente para tal fin. Es uno de mis rituales navideños, prender una larga vela y que con su luz ilumine los alimentos que debo preparar para la noche y para la comida de mañana. Al terminar el cocinado si la vela no se ha consumido del todo, la apago, y no la vuelvo a prender hasta el cuarto domingo de Adviento del año próximo. He acabado de desayunar, y ahora, me anudo el delantal y comienzo a cocinar con la sonrisa en los labios, música en el corazón y la intención llena de amor. El propósito loable de alimentar al prójimo que es la manera en que en los millones de hogares cristianos se acomete el día de hoy, no es diferente en La Madriguera. Cocinaré para todos y para mí. E incluso anticipando el cansancio que se apoderará de mi cuerpo al final del día, no me cabe la más mínima duda, de que estaré tremendamente orgullosa y satisfecha de haber logrado el cocinado perfecto para la celebración de la esperanza y del poder de la luz frente a la oscuridad en la noche más bonita del año. Sin dilación me sumerjo en un tiempo aparte dentro del mismo tiempo, cocino; y más tarde, cantando villancicos, Nuna y yo, iremos a recoger el misterio en el taller de los hermanos Solane. 《¡Chas!》 Como en un cuento, con un chasquido de dedos, en este momento Nuna y yo estamos regresando con el misterio debajo del brazo. Han trascurrido algo más de cuatro horas y media desde que anoté que eran las siete y cuarenta. Nuna anda contenta, se mueve en círculos alrededor de mí. Está agitada como si supiera. No. Como si  supiera, no. Sé que en realidad sabe. El misterio está muy bien embalado. Al entrar en casa lo dejo sobre la alfombra frente al gran mueble de La Madriguera. Nuna se queda a mi lado en vez de salir disparada hacia otra parte. Observa. Lo desenvuelve conmigo. Tira del papel. Muerde las cintas que lo atan. Y, de pronto, se detiene y atiende con todos sus sentidos. Destapo con extremo cuidado la caja bajo su atenta mirada. Es una caja a modo de cofre. La abro. Me sorprende ver el misterio frente a nosotras como si fuese un imposible o más bien un milagro. Con precaución lo saco y lo elevo. Lo sostengo en mis manos con orgullo. Jamás he visto nada tan hermoso. Nuna está de pie, quieta, solemne. Lo mira. Se lo enseño, se lo ofrezco, sé que no lo va a romper. Convencida estoy. Le digo: 《¡Nuna, mira el Niño Dios! 》 y en este instante aparece la magia, soy testigo, cuidadosamente con su gran hocico lo besa, como me besa a mí, como besa a quien ama. Besa al niño Dios. Ni a María, ni a José, ni a Melchor, ni a Gaspar, ni a Baltasar, besa al niño Dios. Espontáneamente brotan lágrimas de mis ojos. Me embarga una emoción sin igual. Sorprendida dejó el misterio sobre el gran mueble, apabullada por el instante, y me abrazo a Nuna. Le tomo la cabeza entre mis manos y la beso, miro sus profundos ojos negros, qué sabia e infinita es. Sé que este será el momento más grandioso de la Navidad. Por la que la recordaré siempre. Me cuesta librarme de la emoción. Me seco las lágrimas que resbalan por mis mejillas regordetas y salgo afuera al exterior. Necesito aire. Respirar. Oxígeno. 《¡Chas!》 Como en un cuento, con un chasquido de dedos, estoy levantado la mesa de Nochebuena. Recuperada la compostura, he de crear un centro de mesa que aunque estudiado en mi mente, todavía me falta ver su efecto en la realidad. En principio me cuesta cogerle el punto;  pero luego, el instinto me lleva por el carril del equilibrio y la belleza. Todo encaja. Cuando lo contemplo, y observo, como le suma al conjunto final tengo ganas de abrir una botella de champán Y, lo hago, por qué no, es Navidad. Descorcho el champán. 《Bum》 Y brindo por todos los apasionados de las mesas. 《Chinchín》 (¡Ojo, spoiler! En ese minuto todavía desconozco cómo el efecto que produce la mesa en mis invitados, las alabanzas que por ella me sobrevienen, me elevarán más que las burbujas de la bebida espirituosa). 《¡Chas!》 Como en un cuento, con un chasquido de dedos, es la hora previa a la cena de Nochebuena. Es la hora en que todo luce bello y la casa en silencio aguarda la algarabía que se produce con la llegada de los invitados. Y, en esos minutos en que todo está en orden, recuerdo que aún me queda por abrir el último cajoncito del calendario de Adviento. Soy consciente desde ayer de la magia que posee. Y saberlo, junto al momento mágico vivido con el misterio y Nuna, me hace sentir inmensa. Estoy palpando la magia de la Navidad. La habito. Es Nochebuena. Soy afortunada. Me sé bendecida, y estoy agradecida por todo lo bonito que me rodea, por ser hija de Dios, por poder caminar y por apostar siempre por la vida viva. Cuando a finales de noviembre pensé en rellenar los cajoncitos del calendario se me ocurrió (sentada en el rincón de la cocina donde me gusta desayunar) anotar en veinticuatro papelitos la sorpresa del día. Así que corte veinticuatro trozos de papel y fui anotando en veintidós (de manera alterna): 《galleta》, 《chocolatina》, 《bombón》, 《piruleta》; y en los dos restantes, 《cantad un villancico》, y, 《regalo》. Seguidamente los doblé, mezclé y amontoné sin ton ni son. Un rato después, los fui colocando sin orden ni concierto dentro de los cajoncitos; y, llegado el uno de diciembre, la magia del calendario de Adviento se fue manifestando, estrenándose con 《cantad un villancico》. No pudo tener un mejor comienzo. Canté Last Christmas a pleno pulmón. Las galletas, piruletas, bombones, chocolatinas hicieron acto de presencia en los días posteriores; y ayer, fue más que evidente cuál sería el contenido del cajoncito de hoy, del día 24. Lo abro, saco el papelito, lo desdoblo y leo: 《R E G A L O》. La magia de la Navidad de nuevo. En mis manos está. Danzo. Cojo el regalo que compré adrede e hice envolver para regalo sin haberlo visto. Rasgo el papel. Es la enciclopedia de pájaros que tanto deseaba. 《¡Biennnnnn!》 Realmente estoy habitando en la magia y la alegría. Esto será también algo por lo que recordar la Navidad de 2021. 《¡Chas!》Como en un cuento, con un chasquido de dedos, es la Nochebuena la noche más bonita del año. Alrededor de la mesa todo resulta perfecto. Bello. Hallo durante la cena la magia en la armonía que brota de cada gesto, sonrisa, bocado y trago. Hay felicidad. Se come, se bebe, se ríe, se ama. También hay regalos. Pijamas, libros, camisones, bufandas, gorros, jerséis, botines, botas, peluches, juegos y juguetes… Nos sentimos felices como chiquillos y bendecidos porque el Niño Dios ha nacido. ES NAVIDAD. En verdad, ese es el auténtico regalo. Somos muy conscientes de ello, de que ese es el único regalo que en verdad importa. Por fin, es Navidad. Y, vivir una Navidad más, siempre es la más mágica y grande de las bendiciones. 《


“Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros») Mateo 1:22-23.”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de Enero de 2022)