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lunes, 6 de diciembre de 2021

6 de Diciembre ~ Diario natural 🌳🍃🍀🌾


Diciembre se ha presentado con días y noches completamente invernales. Al llegar la mañana e ir a explorar la vida a través del camino, me abrigo como una inuit, me coloco las raquetas y miro al frente. Y a pesar de que hay días en que el esfuerzo se quintuplica porque el gélido aire se agarra a los pulmones como un demonio, amo el invierno. La belleza del silencio que acompaña mis caminatas a pocos grados me reconforta enormemente. El silencio en mi existencia es espacio profundo de reflexión. Y, por supuesto, está lleno de amor. No puede ser de otro modo. Puesto que el amor lo inunda todo. Mires donde mires, existe el amor porque existe la gracia de Dios. El amor vive al compás de cada latido de corazón y crece en nosotros con los años. El amor en ninguna vida es finito. No es un carnet con puntos. No es una cuota. Nadie, nada, te prohíbe amar ni seguir amando. Sé de mí que amo a quien amé de la misma manera como amaré siempre a los que hoy amo. En la existencia no varía el amor puro recibido de los otros, al contrario, queda intacto en nuestro interior como el mejor de los regalos para nutrirte mientras estés sobre la faz de la Tierra. Lo que se modifica es el deseo por el otro, la convivencia con el otro, la necesidad del otro. Pero, el amor no. “Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. Colosenses 3: 14”. Hoy (mientras camino) pienso en el amor, en las maneras de estar en el mundo, en la pereza y en la Navidad. Y no sólo ampara mis pensamientos el versículo que acabo de citar. De igual modo lo hace Karen Blixen con su recomendación sobre cómo encarar la vida: “Yo os diría, ante todo, que debéis ser valientes. Sin valentía no hay forma de vivir. Y si queréis saber algo más, añadiría, que es imprescindible poseer el don de amar.” Caminar, pensar, profundizar, reflexionar en silencio y en plena naturaleza para ser mejor es lo que apuntala mi vida. Es lo que la vertebra. Lo que hermana mis días con las semanas y los meses. Es la forma en la que visto las estaciones y su paso, y también, a mí misma. Por ello, seguramente, me da absoluta pereza el pensamiento lineal, las mentes simples, que huyen de desentrañar la complejidad del mundo que habitan, que quedándose en la superficie juzgan con ligereza y etiquetan como sentencias y sanseacabó. Para mí existir de ese modo es como vivir sin raíces. Los pensamientos fruto de la reflexión son las raíces del bípedo. Te anclan al suelo y te permiten crecer, e impiden que en cualquier amanecer se te lleve el viento como veleta de hojalata combada. Lo que no me da pereza en diciembre, lo que más me apasiona del invierno,  son los fines de semana, los festivos, y por supuesto, las vacaciones de Navidad, cuando el asueto es más poderoso que el reloj, y al dejarte llevar por él, y recordar de nuevo las manecillas, reparas en que ya anochece, que el día se va y tú lo has disfrutado confortablemente al abrigo de paseos, lecturas, galletas dulces y una buena mesa navideña. Me congratula enormemente que la Navidad como el amor esté por todas partes.  Me satisface cómo los cristianos nos volcamos en ella, y a lo largo de semanas, la mostramos a los ojos de Dios como la ofrenda llena de gratitud y la bendición que es. En ningún año como en este he felicitado tanto la Navidad y me la han felicitado. Un sonoro, orgulloso y en mayúsculas: FELIZ NAVIDAD, emerge del corazón a modo de saludo en los cristianos, en la gente de bien, desde que se nos ha dado a conocer sin disimulo que a la falsaría izquierda le molesta la cristiandad, la familia, la verdad, lo real, en definitiva, todo lo que sustenta la existencia del individuo libre que sabe diferenciar por sí mismo (y sin indicaciones, más allá, de la Biblia) el bien del mal. En la mañana de este primer lunes de diciembre, cuando el segundo domingo de Adviento ha sido reverenciado, sentada en el escaño natural de mi camino, agradecida y bendecida, mientras la algarabía de los pájaros entretiene mi vista y rebosa mi corazón de felicidad, en el diálogo honesto en el que cada día en mi caminar ahondo con mi Dios, con claridad sé las palabras con las que finalizar la entrada que a la tarde escribiré. Pero antes, aquí y ahora, contemplando la profundidad del cielo las recito, se las digo, hago mío el salmo 119:105: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero”.  


¡Feliz Navidad!

María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de Diciembre de 2021 )