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lunes, 13 de septiembre de 2021

13 de Septiembre ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


La hora está impregnada de una mezcla especial de sonidos a modo de murmullo, cuchicheo, voz queda y a la vez. Intuyo que es el prolongado adiós de los seres que habitan la naturaleza a los últimos días del verano. En cambio, dentro de La Madriguera, como un sonido limpio y claro suena la canción ‘Love' de Nat  King Cole versionada por The Macarons Project. Sin esperarlo, el tema ha sido nuestra canción del verano. Para Alberto y para mí la canción del verano o la de las otras estaciones, sólo puede ser aquella que nos permite bailar sin distancia ni disimulo. Tal vez porque somos unos “disfrutones” (más que unos románticos) a los que les agrada vivirla piel con piel, las mesas bien puestas con mantel, el buen comer, despertarse sin prisas los domingos y contemplar atardeceres juntos en el silencio de la hora en que todo cobra sentido si hay amor. Acaba la canción, reparo en que la tarde ya declina. Mientras escribo la entrada de hoy en el diario del discurrir ojeo las fotografías que realizo en estos días. Creo que he logrado captar y materializar la idea que tenía para este otoño. Todo va tomando forma. Incluso he conseguido reunir los platos necesarios para poder decir que tengo una vajilla otoñal para dos personas. Descubrí por casualidad el contenido de un gran armario vajillero de principios del siglo pasado que estaba a la venta y quedé prendada de sobre todo una de sus vajillas. No quedaban muchas piezas en buen estado, e incluso consciente de que con facilidad podían romperse o descascarillarse, rescaté cuatro platos hondos, cuatro de llanos y cuatro de postre, para formar una vajilla para dos. La formé y estoy contentísima. Anteayer a media mañana la desembalé, y con sumo cuidado lavé, sequé y coloqué maravillada los platos en la alacena de La Madriguera. Lo admito: sentí tener un tesoro entre las manos. Soy como Alberto me indica riendo cada vez que contempla mi fascinación ante mis nuevas adquisiciones: una table lover, o lo que es lo mismo, una apasionada del menaje de mesa. ¿Desde cuándo? Diría yo, desde siempre. Es una de esas peculiaridades que habitan el carácter y con el paso de los años se manifiestan como algo parecido, sin serlo, a una pasión. Alrededor de esta pasión (me permito llamarla así de manera puntual en este texto, pues, al fin y al cabo, es algo que me apasiona) he conocido por todo el mundo a un grupo de mujeres muy variado y pintoresco con las que he acabado trabando una sólida amistad. Hoy por hoy, me reconforta enormemente saber que están en mi vida, y que juntas formamos un clan, una familia postiza, como la familia que de adulto uno se permite el lujo de elegir. El vínculo se ha manifestado como fortísimo, ayudándonos enormemente en estos extraños meses de sin razón por el virus chino. Y, ahora, cuando cada una prepara el otoño (a su manera y desde un punto distinto del mapamundi) somos como un enjambre de abejas universal que trabaja al unísono por un bien supremo. ¿Cuál? Sencillísimo, crear hogar y cubrirlo de excelencia. Haciéndolo confortable y verdadero desde el corazón, el detalle, la minuciosidad, el esfuerzo y el amor; descartando y apartando de él, la mediocridad y el punto largo, buen tirón. ¿Por qué? Porque el hogar es donde se sostiene la robustez de toda existencia firme sin fisuras ni grietas. ¿Con qué propósito? Con el de mostrar respeto a Dios, a nosotros mismos, a los que amamos, y en general,  a nuestra existencia. ¿Cómo? Exigiéndonos lo mejor, es decir, la excelencia en todo aquello que hacemos a diario. De manera que Dios al contemplar nuestra actitud dedicada, contento, nos otorgue su favor y su bondad una vez más. Y nuestro hogar sea un hogar bendecido, y nosotros, seres generosos y felices. Confieso estar, ahora mismo, escribiendo la entrada de hoy llena de gozo, agradecida y bendecida, por saber en cuerpo y conciencia que cumplo a cada hora con mi deber. Y sé (sin ninguna  duda)  que tengo que finalizarla con las siguientes palabras, no con otras: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de ánimo, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. [Colosenses 3: 23-24]”


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 13 de Septiembre de 2021 )