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martes, 6 de diciembre de 2022

6 de Diciembre ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬



Amanezco e invernal me visto. Los tibios rayos de sol, haciendo gala de su valentía, bañan La Madriguera. Iluminándola. La luz no deja de ser el más esperanzador de los milagros. Algunos de ellos acarician mi rostro y mi rincón de trabajo. Son las primeras horas de la mañana. Avanzo en el trabajo: escribo. En estos días de tempestad el camino se ha vuelto impracticable.  No sólo el camino, también el afuera en el exterior. Atrás quedó noviembre mostrando un año más sus hechuras de superviviente, con esa forma tan determinada de creer. Con el undécimo del año me vestí con trajes distintos, con nuevos comienzos, con desafiantes aventuras por estrenar. Lo hice con valor, haciendo mío el riesgo y el desafío, defendiéndolos. Así soy yo. Empecé a impartir clases de escritura terapéutica en un seminario, comencé una nueva novela, y escribí el primer borrador de una obra de teatro por encargo en el que la protagonista es una afinadora de pianos llamada Little Holly Howard. Este es mi presente. Con todo, mis viejas y benditas rutinas, se han visto totalmente alteradas, modificadas, dando paso a las nuevas. Al priorizar: el camino y los entrenos se han impuesto al jardín. No tuve más remedio que contratar los servicios de ‘La excelente Tudie’, una empresa de mantenimiento de jardines. Por otra parte, los diarios han quedado relegados, guardados bajo llave en el cajón del escritorio a la espera del momento íntimo y oportuno. Un momento como este. En el que me permito escribir alejándome de las ficciones. En el que la narración es el relato de mi entorno. En el que el texto toma forma de río que discurre. Por ejemplo, ahorita mismo, mientras mi mente vive a lo grande entre palabras, y en mi corazón habita la alegría del diciembre, si alzo la vista desde la página del diario del discurrir veo: en la chimenea de La Madriguera arder un buen fuego; Nuna durmiendo serenamente, abrazada a Saboc su cojín preferido; adornos de Navidad aquí y allá; un flamante árbol donde las lucecitas asoman tímidamente hasta alumbrar la oscuridad de la noche; dulces preparados para ser degustados a cualquier hora (turrones distintos, un sabroso panetone de pera y chocolate de a kilo debajo de una campana de cristal, bombones de frambuesa, de caramelo salado, de avellanas, galletas de chocolate y muñecos de jengibre); y el calendario de Adviento poblado de éxito y de magia a medio abrir. Veo belleza. Belleza que reconforta. Lo que contemplo me hace sentir en calma y bien. Bendecida por mi Dios. Agradecida. Siempre agradecida. Es un hecho que mi hogar luce todavía más bonito con la decoración navideña. Es con la contemplación, al tomar conciencia de la fortuna de saberme viva en el aquí y en el ahora, en la magia de la Navidad, cuando sé (sin ninguna duda) de qué tratará la próxima clase a impartir. Haré que mis alumnos reflexionen, sientan, vivan, piensen, escriban sobre la grandeza de seguir vivos en Navidad. Haré que experimenten la dicha de poder vivir una Navidad más, tras once meses en los que la vida jamás se detiene, ni para lo bueno, ni para lo malo. Haré que aprendan como yo hago año tras año a atesorar con palabras la Navidad y lo que el recuerdo de su vivencia significa en la historia personal de cada uno. Y, pensando en ello, divirtiéndome al mentalmente estructurar la clase e imaginar sus caras recordando su mejor Navidad, de repente mi mano se desliza sobre la superficie de la mesa de trabajo. Abre un cajón.  Toma papel y sobre. Sin mirar, sólo por instinto. Mi yo abandona por un momento el diario. Algo dentro de mí me llama a escribirle en esta mañana profundamente invernal a Santa Claus. Sé que bailar, no dejar de bailar, poder bailar hasta el fin de los tiempos, hasta el infinito será mi primer deseo a pedir. 


¡Feliz Navidad!


María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 6 de Diciembre de 2022 )