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lunes, 13 de diciembre de 2021

13 de Diciembre ~ Diario del discurrir ✒☀️👣🌬


Son las cinco y cincuenta de la mañana, La Madriguera duerme caldeada en el confort de los sueños. Acabo de levantarme. De hecho, estoy con un copioso desayuno frente a mí en la esquina de la cocina donde me gusta desayunar. Si hubiese amanecido, el sol iluminaría este rincón de un modo mágico. Pero todavía es de noche. Lo cierto es que tengo un hambre voraz en estos momentos. Necesito comer, tanto como respirar. Hoy, en La Madriguera, comenzamos las vacaciones de Navidad y lo haremos sembrando en el jardín los setenta y dos bulbos de otoño que adquirimos exprofeso. Crocus, narcisos, jacintos, amarilis, tulipanes, peonías, calas y ranúnculos (al finalizar la tarde) estarán situados en disposición de crecer para regalarnos a partir de febrero una parte incontable de su belleza. Echaba muchísimo de menos vivir la Navidad como la estoy viviendo en este diciembre. Estoy llevando a cabo los planes que tenía en mente, aunque sinceramente, lo que más me divierte es lograr que lleguen a buen puerto los improvisados, los que surgen sobre la marcha. Como, por ejemplo, las tres mesas que he levantado demás y que no planeé para los tres primeros domingos de Adviento. La Madriguera vuelve a ser lugar de reunión. Alberto no deja de invitar a gente, enciende la barbacoa, asa carne, prepara salsas, y ríe, feliz; y, yo, por mi parte, cocino un solomillo Wellington o un Wellington de salmón, y un tatin de manzana, escojo un mantel, echo un vistazo a los adornos de mesa que tengo, saco la vajilla y las copas adecuadas, y levanto una mesa en un tiempo récord, sorprendida y satisfecha. Bendigo agradecida la mesa dispuesta: “El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre. Salmo 121: 7-8." Es una fortuna poder tener para dar y recibir. Es un privilegio poder contar con la dicha del alimento en forma de viandas para el estómago, en amistad y tertulia para el espíritu, en amor para el corazón. Es gozo en el alma ser consciente de que en todo está Dios. Somos fruto de Dios. Todo es fruto de su bondad, de sus bendiciones. En esta hora que va de la noche al día mis pensamientos siempre son cálidos, y mi yo, es un yo, esperanzado y sereno. Lleno de fe. Reparo en que ése es mi yo real, cuando estoy a punto de terminarme el desayuno, y mi vista descansa sobre el lugar perfecto donde en unos días colocaré el misterio de Navidad. El día veinticuatro Nuna y yo debemos recogerlo en la alfarería de los hermanos Solane, puesto que las dos juntas lo encargamos como regalo para La Madriguera, cuando (por casualidad) descubrimos el lugar en uno de nuestros paseos. Nuna levantó la cabeza, la irguió en un ángulo lleno de elegancia, olisqueó el aire y condujo nuestros pasos hasta la puerta de los hermanos Solane. En la alfarería los tres hermanos (al unísono) nos dieron la bienvenida con los modales propios de la gente honrada que no concibe la existencia si no es madrugando para trabajar con diligencia y ganas. Fue la pequeña de los tres, Martha, quien nos mostró la media docena de misterios que lucen sobre una estantería a modo de expositor, y que por encargo, crean desde septiembre a la víspera de Navidad. Nuna y yo los revisamos atentamente y sin saber exactamente la razón al llegar al cuarto Nuna ladró con el entusiasmo que muestra cuando con terquedad demanda algo. De manera que todo quedó dicho. Le encargamos a Martha nuestro misterio, y en la mañana de Nochebuena, debemos recogerlo. Sonrío en este instante, pues desde aquí la oigo roncar. No se levanta hasta que no lo hace Alberto. No tardarán mucho, mientras tanto, mientras La Madriguera es un remanso de paz, mío, y sólo mío, recojo los restos del desayuno, friego la taza del café, la copa del zumo, el cuenco de los cereales y el vaso de agua. Me desperezo. Me abrigo. Salgo al porche a ver amanecer y a agradecerle a Dios un día más de vida para cada uno de nosotros, a agradecerle esta Navidad perfecta. Decido de pie en el jardín (frente al sol redondo que asoma tercamente y es bendición) que diciembre, sin ninguna duda, es el mes más bonito del año, probablemente mi preferido. Mi espíritu navideño está contento. Yo estoy contenta.  Mi entorno está contento. Observo el camino tras los márgenes de La Madriguera, miro mis pies y me digo: “El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre. Salmo 121: 7-8. “


¡Feliz Navidad!

María Aixa Sanz 

(La Madriguera, 13 de diciembre de 2021 )